Quiero descorrer cortinas como estaciones.
Suprimir el invierno y
caer en una verde y nueva primavera.
Os deseo que paséis estas navidades con salud
y lo mejor posible.
El hilo que conduce al costurero te llevará al lunes 10 de Septiembre de 2007.
Quiero descorrer cortinas como estaciones.
Suprimir el invierno y
caer en una verde y nueva primavera.
Os deseo que paséis estas navidades con salud
y lo mejor posible.
Pero no os vayáis que os cuento:
El tráiler atraía cuando la 2 de tve anunció la peli de ayer sábado: Cold War. La presentaba una voz conocida (ahora no recuerdo el nombre) del programa Días de Cine con su peculiar síntesis y entrevista al director. Por ella supe que era el mismo director de Ida, también en blanco y negro que vi hace tiempo y me gustó mucho.
Paweł Aleksander Pawlikowski, que así se llama este director y guionista, dijo en la entrevista que se la dedicaba a sus padres que tuvieron una relación tormentosa como la que quiso impregnar en la película, aunque no fue la misma.
Las películas en blanco y negro tienen para mí una atmósfera especial impregnada de intimidad y misterio. Como en Ida, aunque en Cold War es muy diferente en su comienzo. Las voces que cantan me recordaron a la primera vez que escuché las voces búlgaras. La música en esta cinta une y desune a esta pareja que se ama desesperadamente.
¿Quién no quiere ver, a estas alturas de pandemia, una peli con una música y voces divinas? Una historia de amor tormentosa que puede, incluso, acabar bien en medio de unas imágenes bellísimas.
Y no me enrollo más. Esta ha sido mi impresión, y, como hace tiempo que no hablaba de pelis en el blog, me apetecía dejar constancia de estas dos. Para saber más, si no la habéis visto, estaréis mejor informados en:
https://es.wikipedia.org/wiki/Cold_War_(pel%C3%ADcula)
https://es.wikipedia.org/wiki/Pawe%C5%82_Pawlikowski
https://es.wikipedia.org/wiki/Ida_(pel%C3%ADcula)
Nunca la vida ha sido tan actual como hoy: por un tris no es el futuro.
Hoy es hoy.
Y mañana tendré de nuevo un hoy.
“Un soplo de vida” Clarice Lispector
Desde mi último post hay una especie de vacío, unos veinte días sin que se me ocurra qué escribir. En años anteriores, ese tiempo estaba lleno porque a primeros de noviembre se suele celebrar el Festival de cine de Sevilla. Las vísperas para mí eran como preparar un viaje, pero en vez de mapas y lugares a visitar, casi me estudiaba el catálogo del Festival al leer todas las sinopsis de las películas y actividades. Bien difícil era acertar por la novedad que representa ver estrenos, uno más de sus atractivos.
Este año tenía claro que era un riesgo asistir a largas colas para coger buen sitio por cómo iba la curva de la pandemia. Ni siquiera miré la información porque me hubiera ido a sacar alguna que otra entrada. Como terminó ayer, hoy me he puesto al día. Y me topé con unos vídeos cortitos en los que hablan distintos montadores o editores de cine, un oficio que admiro como el de los traductores de libros. En otros vídeos contestaban distintos directores y directoras a preguntas como la del título de este post. A medida que los escuchaba fluían mis propios recuerdos e imágenes, el cine me ha apasionado siempre. A toda velocidad recorría pelis vistas en el cine de verano de mi pueblo: de romanos, piratas, submarinos, musicales y las de vaqueros, que no eran de mis preferidas.
Pero la imagen más poderosa y más antigua fue la de un viaje que hice con mis padres a Sevilla, de compras. Ese día nos quedamos a comer en un bar de barrio y me pasé toda la comida mirando a través de la cristalera el cine que había enfrente. Tanta lata di que al final me llevaron a ver las fotos de la película como yo quería. Esos fotogramas llenos de colorido me impresionaron tanto que los convencí para entrar a verla. Supongo que como era la hora de la siesta pensaron que me dormiría, debía tener unos cinco o seis años. Al comprobar que no caía rendida, me preguntaron varias veces si me quería salir. Yo insistía que no y seguía embobada ante la gran pantalla desde las gradas. La película era un musical que hicieron de la ópera Aida. No creo que ellos hubieran visto nunca una ópera y yo menos, pero eso daba igual, porque más tarde cuando he vuelto a escuchar el Coro de los esclavos judíos del “Nabucco” de Verdi…, esa música ha quedado en mí para siempre.
Por si le queréis echar un vistazo al palmarés.
Abajo, muy abajo; una niña en su pupitre escoge,
juega entre líneas.
¿Paralelas, convergentes, divergentes?
Miras el cielo, te quedas con las paralelas.
Las vías de un tren imaginario que te llevará lejos.
Un
día, te prometo, voy a quedarme en casa
a
coser todos tus botones.
Sacos,
camisas, contaré los ojales
buscando
en cada prenda la pieza que falte;
no
voy a conformarme con que se adapte a las otras
deberá
ser igual, idéntica en color y tamaño.
Quizás
le encuentre el gusto
a quedarme junto a la ventana
enhebrando
la aguja
arriba y abajo, la mano con el hilo
concreto
ya
no el imaginario
sino el que en la práctica existe
transparente
sí
casi invisible
azul sobre azul, negro sobre negro
y
ensimismada en mi labor
quizás renuncie a todo lo demás.
Carolina Esses (Buenos Aires, Argentina, 1974)