A Rosa
Aceptar estas muertes constantes,
aceptar los latigazos del tiempo
que separa los labios de la risa
y el vino de los brindis
y los transforma en un punto brillante
en la arena
de un segundo de cualquier mediodía
Aceptar que el mundo a veces
atruena por los poros
y se instala dentro
ensordeciendo
cada nueva esperanza.
Aceptar
y seguir muriendo
en cada expiración.
Quién sabe por qué una espera
entre los azules
a que el mar vomite
una pequeña resurrección.
Aceptar II
Aceptar
que, a pesar de todo,
seguiremos inspirando
y sorprendiéndonos
del cobijo eventual de una sonrisa.
Miriam Palma Ceballos, “Ruidos,
Silencio, Ruidos”