sábado, 21 de enero de 2017

431.Yo me enamoré de Piglia

Ricardo Piglia, ese nombre lo escuché por vez primera hace años…, casi al final de un curso de escritura creativa y su tesis sobre el cuento me enganchó. No había leído nada de él pero como ya navegaba por Internet busqué todo lo que pude.
Eso pasa con algunos escritores y es lo que más me gusta: la búsqueda, ese preguntarme ¿qué habrá querido decir?

-Un cuento siempre cuenta dos historias.
-Un relato visible esconde un relato secreto.
-Cada una de las dos historias se cuenta de un modo distinto.
-Lo que es superfluo en una historia, es básico en la otra.
-El cuento es un relato que encierra un relato secreto, la historia secreta es la clave de la forma del cuento.
-Lo más importante nunca se cuenta. La historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión. Usa con tal maestría el arte de la elipsis que logra que se note la ausencia de otro relato.

Y así sigue con su tesis, y es ahí, en la maestría donde está el quid de la cuestión y para eso Piglia nos remite a sus maestros y los caminos se multiplican en ese aprendizaje que trato de buscar. Porque ¿no es quizás el cuento el género más difícil?
Por ese tiempo yo no había leído ningún libro de Piglia, pero sí comprobé en sus entrevistas las vueltas que él daba a la forma de las novelas. Una novela primero tiene que estar bien escrita y además tiene que contar una buena historia. Y hablaba en ellas también sobre la forma: "¿recuerdan la escena de Anna Karenina en el tren leyendo y una luz en la cabina que le ilumina el libro?", en lo que nos fijamos es en cómo el autor ha construido esa escena.
Sí, vale, pero ¿y la historia?, porque no son todas tan buenas como está, en eso estaréis de acuerdo.

Escribo en la cocina de mi casa y veo una bonita forma, una orza de cerámica que puede contener multitud de cosas; ahora sirve para guardar útiles de cocina, pero en su tiempo guardaba el lomo de cerdo en manteca “colorá” que provenía de la matanza del cerdo que hacía una amiga de mi madre. Ese olor, sabor, residuos de chicharrones que te encontrabas al terminar el contenido…

Las buenas historias también se recuerdan como una sinestesia de olores y sabores dependiendo de su forma y contenido, como las de Piglia. 

Y, claro, si intentas aprender a escribir y te gusta investigar, ¿cómo no te vas a enamorar de sus opiniones, de sus libros. Y es cuando lamentas que se vayan tan pronto estas personas que tanto enseñan con su quehacer.

Para saber más sobre su tesis sobre el cuento:

http://biblio3.url.edu.gt/Libros/T_s_cuento.pdf

martes, 10 de enero de 2017

430. ¿De qué eres capaz cuando te enfadas?

Ahí estaba Viola en la cocina: su territorio. Era la recta final de la navidad y los pies le dolían. En el asiento de una silla alguien había olvidado un libro, El Aleph. Al cogerlo las páginas se abrieron en el cuento que da nombre al título. “Nunca he leído a Borges”, pensó y se sentó a leer de espalda a lo que hervía en el fuego. Al poco rato en su cara apareció una sonrisa, parecía disfrutar. En un momento de la lectura su ojos se encogieron como escudriñando todo ese inconcebible mundo que el incrédulo admirador de Beatriz Viterbo contemplaba en esa pequeña esfera tornasolada de casi intolerable fulgor...

Justo entonces se hizo un silencio y Viola tuvo que volver a la realidad: la lavadora repleta de ropa había terminado el último centrifugado. Puso el punto de lectura encontrado en su página y se guardó el libro en el bolsillo del delantal. Si fuera la fecha del cumpleaños de Beatriz, treinta de abril, sería distinto porque igual daría esperar. Pero hacía un frío que pelaba y si no aprovechaba las pocas horas de sol tendría que lavar todo de nuevo para que la ropa no oliera mal. O desplegar un tendedero en la casa que alguien sin querer lo tumbaría en la hora de las comidas en aquella casa pequeña para el invierno.
Optó por lo primero y con la palangana cargada subió a la azotea, allí el poco aire que circulaba unido al sol que ya calentaba ayudaría a secar todo. Tender era una tarea que hacía con agrado, y más ahora, que aún resonaban en su cabeza todas las visiones que, desde todos los puntos de vista, se desprendían de ese objeto diminuto de apenas tres centímetros: el aleph.
Contempló satisfecha toda la colada tendida, sólo Viola sabía hacerlo combinando la ropa como si cada persona la llevara puesta. Justo entonces un pequeño ruido la avisó de su personal desastre: si se desprendía del todo el cordel de la barra que lo sujetaba la ropa caería al suelo. Intentó estirarlo y atarlo de nuevo pero el peso que soportaba podía más que su fuerza. Llamó y llamó para que la ayudaran. Nada, ni caso.
Cuando notó que la garganta le molestaba de gritar y viendo que no podía impedir que la ropa se ensuciara la dejó caer. Indignada la soltó de sus alfileres y la fue lanzando al aire. Del esfuerzo le ardía la cara y la introdujo en un barreño de agua que se calentaba al sol. Al incorporarse contempló su particular esfera: “vi mi cara, vi mi vida desperdiciada, sentí vértigo, pero al mirarme de nuevo, vi..., vi en mi aleph el cielo”.


De la cocina salía un olorcillo a tostado. Ante la atenta mirada de los pocos que acudieron cogió una mecedora, la sacó al sol y siguió leyendo.

miércoles, 4 de enero de 2017

429. John Berger

¿Qué os sucede cuando muere un escritor que admiráis, no sólo por sus escritos, sino también como persona?
Yo acudo a los libros que tengo, los miro, remiro, los acaricio, leo alguna frase y en cuanto puedo me voy a una librería a por otro, como si de un homenaje se tratara.
John Berger murío este lunes pasado, el mismo día que yo cumplía un año más y no, no se puede coger una goma y borrar el tiempo. El tiempo ese gran escultor, como dijo Marguerite Yourcenar, hizo que John viviera 90 años, el tiempo y sus genes, su madre murió con 93.

Lo primero que leí de él fue una entrevista en la que hablaba sobre las ausencias y después sus libros y me cautivó.
En otra entrevista que le hizo Juan Cruz el día de sus 90 cumpleaños decía: “Escribo cada página tres o cuatro veces, cambiando palabras para intentar llegar a la precisión de la lógica y el pensamiento que el lector puede agarrar. Porque vivimos en un mundo rodeado de palabras, bla, bla, bla… Si alguien quiere saber qué he dicho de cada cosa, que vaya a los libros”.
Y es bueno hacerle caso porque estamos y permanecemos en nuestras palabras. Los libros que escribió los han vuelto a editar. 

Me gusta también lo que dice sobre la ficción:

...porque yo no entiendo la ficción como categoría. Si quieres contar una historia no te vas a una categoría llamada ficción. Lo que haces es escuchar a la gente. El contador de historias es ante todo uno que escucha. Y lo que busca son historias que cuentan los demás, normalmente sobre su vida o sobre la vida de sus amigos. Para mí de eso va el contar historias, no la ficción”.

Y hoy, porque ya no está, quiero traer aquí su foto de un blog amigo porque me parece entrañable y demuestra que sabía escuchar:


domingo, 1 de enero de 2017

428. Casa de muñecas


De las cosas bien hechas, a veces, sólo nos percatamos a compararlas. Pero en especial por la sensación de facilidad y de comodidad que desprenden. Se cuelan en nuestro interior como un buen vino. Con su aparente sencillez y suavidad nos conquistan.

Quise terminar el año con cine y hoy quiero empezarlo con un buen libro como preámbulo de los que han de venir.
Mis primeros pasos en internet fueron escribiendo en dos revistas, una sobre la mujer y otra sobre literatura. En esta última, en uno de los artículos hablaba de la difícil tarea de la traducción y lo que admiraba a las traductoras/es.

Este es un libro especial por dos motivos: primero porque lo es la traducción que hace Cristina Gómez Baggethum del noruego, idioma de su autor Henrik Ibsen.
Segundo porque “Casa de muñecas”, obra que conocía y vi en teatro hace bastantes años me gusta mucho. Aún recuerdo el impacto que me produjo su protagonista, Nora; yo era muy joven, y sus palabras fueron tan clarificadoras para mí... ¡no tenía idea de tantas cosas!
Y lo más asombroso, su autor, un hombre que podía ser muy bien de nuestro tiempo porque el problema de fondo que trata persiste y no hay que llevarlo al terreno feminista como se ha hecho simplificándolo, sino al de los sentimientos de una mujer enfrentada a una realidad inimaginable.

Como nos dice en una nota al final del libro su traductora: La interpretación de un texto es siempre la clave de una buena traducción. Si la traducción literaria es, en general, una tarea difícil, la traducción de un clásico es una labor casi irrealizable.
Su nota es también interesante en cuanto al recorrido que ha tenido este autor. La historia de las traducciones de Ibsen al castellano refleja en gran medida la convulsa historia reciente en nuestro país. Y es admirable su esfuerzo por transmitir todos esos matices que tiene este gran autor gran renovador del teatro moderno.
El autor noruego, nos dice en su también estupendo prólogo Ignacio García May, es, en verdad, uno de los más grandes dramaturgos de la historia, sabe muy bien que la palabra teatral se diferencia de la estrictamente literaria en su naturaleza ambigua y peligrosa, en su capacidad para cambiar completamente de significado sobre la marcha a partir de un leve cambio de tono o de su asociación con un gesto inesperado.

Leer este libro ha sido puro placer gracias a la labor excelente de su traductora.


FELIZ AÑO, SALUD Y BUENAS LECTURAS.