miércoles, 30 de septiembre de 2015

387. El derroche de las cosas

Estoy por asegurar que quien diga que no guarda nada miente. Si estamos cerca de ese quien descubrimos qué es aquello que guarda con tanto esmero, qué oculta a los ojos de los demás, qué significa esa cosa pequeña.
Miles de cosas nos acompañan y transitan nuestras vidas. Con cada cambio de temporada o arreglo de armarios, algo olvidado, de pronto, se hacen presente y vuelve a nosotros como instantes vividos, felices o no. La vida que habita en las cosas se traduce en cómo esa cosa era utilizada, para qué y por qué. Las personas solas acumulan cantidad de cosas, quizás para acompañarse, darse el gusto que otros no les dan...
Me hablaron de unas personas que al mudarse de vivienda y lugar, por dejar cosas atrás, dejaron hasta las fotos de su familia. Y me pregunté: ¿qué lugar ocupa una fotografía? ¿mide eso el cariño que les tenía? ¿qué busca quien quiere olvidar todo? ¿qué espera encontrar allá donde va?
Guardar objetos a lo largo de nuestra vida ¿no es querer congelar los recuerdos?
Incluso quien siente que pierde la memoria le da por guardar algo en exclusiva y sólo encuentras esa cosa en todos los rincones de su casa. Como si al verla continuamente, la cosa misma le restituyera alguna imagen olvidada y esa vida que se escapa; como si esos recuerdos que se diluyen pudieran tomar vida.
Ese acumular o vaciarse de determinadas cosas, ¿no será porque ponemos demasiadas expectativas que no se cumplen?
He visto a quien por el tremendo dolor de perder a un ser querido, ha arrasado con todo el continente y contenido (lenguaje de quien nos quiere asegurar toda una vida, ¡qué tontería!), y ha regalado, vendido, y, por último, rescatado algo ínfimo de una vida juntos.
Otros han recogido con mimo todos los recuerdos y han hecho exposiciones con ellos. Como el artista chino Song Dong que ha expuesto todos los objetos que pertenecieron a su madre. Al ver las imágenes de las distintas exposiciones en las que ha participado se descubre todo un mundo propio de alguien que ya no está.
Vivimos con demasiadas cosas y me pregunto: ¿qué lleva consigo un exiliado?

martes, 15 de septiembre de 2015

386. ÉXODO

Ya sabéis que una imagen vale más..., pero hay tantas y tan dolorosas que prefiero las palabras de esta gran poeta que también tuvo que exiliarse.
Éxodo
Una mujer corría.
Jadeaba y corría.
Tropezaba y corría.
Con un miedo macizo debajo de las cejas
y un niño entre los brazos.

Corría por la tierra que olía a recién muerto.
Corría por el aire con sabor a trilita.
Corría por los hombres erizados de encono.

Miraba a todos lados.
Quería detenerse.
Sentarse en un ribazo y con su hijo menudo.
Sentarse en un ribazo y amamantar en paz.

Pero no hallaba sitio.
No encontraba reposo.
No lograba la pausa sosegada y segura
que las madres precisan.
Ese viento apacible que jamás se interpone
entre el pecho y el labio.

Buscaba cerca y lejos.
Buscaba por las calles,
por los jardines y bajo los tejados,
en los atrios de las iglesias,
por los caminos desnudos y carreteras arboladas.
Buscaba un rincón sin espantos,
un lugar aseado para colocar una cuna.

Y corría y corría.
Dio la vuelta a la tierra.
Buscando.
Huyendo.
Y no encontraba sitio.
Y seguía corriendo.

Y el niño sollozaba débilmente.
Crecía débilmente
colgado de su carne fatigada.
Ángela Figuera Aymerich http://amediavoz.com/figuera.htm

jueves, 10 de septiembre de 2015

385. Escribir año tras año

Y es que mantener un blog lleva su tiempo. Me gusta escribir en él y me encanta entrar en otros blogs en mi tiempo libre. Aprendo en ellos más que en otras páginas, pero a veces no puedo haceros una visita a todxs y lo siento de veras, por eso os quería agradecer una vez más vuestras opiniones.
Hace ocho años que comencé este cajón de sastre y sólo me ha dado alegrías, ¿quién si no me iba a leer sin publicar? Escribo por placer, pero es más el placer de encontraros en esta “mesa de camilla”, como dice una amiga mía, a quien le gusta leer vuestras opiniones casi más que las entradas, es broma, Vir, me encantan tus comentarios.

Y hablando también sobre las cosas, las que nos mueven y las otras. “El cuidado de las cosas”, pensé sería el título de esta entrada-aniversario, porque las cosas nos sobreviven si no las tiramos, claro, pero ¿cómo tirar algo que perteneció a un ser querido, si ellos permanecen en ellas? Yo no puedo, por eso quería deciros que el costurero que sirvió de inspiración lo sigo usando porque era de mi madre, como el aro que soporta las pinzas de la ropa que hizo mi padre, que sigue extrañando y dando juego a los peques nos visitan.

Es muy curioso este mundo-blog y cómo nos ocultamos sobre todo al principio. 
¿Alguna vez buscáis quién hay detrás de las palabras?  He estado leyendo mis primeras entradas y me han sorprendido. A propósito, tengo que cambiar mi foto de perfil, porque este año he dejado de teñirme el pelo, qué tontería el tinte ¿verdad? ¡Lo que cuesta desterrarlo! Más o menos como dejar de fumar, así que me dije: si tú no fumas a qué esperas, y decidí ir soltando lastre, aligerar la mochila de cosas vacías que me ocupan tiempo, en definitiva, sentirme más libre.

Abrazos agradecidos por estar aquí.

domingo, 6 de septiembre de 2015

384. Los ojos de la piel


Uno de los libros al que vuelvo es este. Y siempre me extraña cómo puede decir tanto en sus 72 páginas. Este arquitecto nos habla de su profesión desde otros conceptos desde  la introducción “Tocar el mundo” 

Es evidente que la arquitectura “enriquecedora” tiene que dirigir todos los sentidos simultáneamente y fundir la imagen del yo con nuestra experiencia en el mundo. El fundamental cometido mental de la arquitectura es el alojamiento y la integración.

Explica Juhani Pallasmaa, cómo desde antiguo se le ha dado a la vista la supremacía sobre los otros sentidos de que disponemos, a lo que contrapone:

El ojo es el órgano de la distancia y de la separación, mientras que el tacto lo es de la cercanía, la intimidad y el afecto. El ojo inspecciona, controla e investiga, mientras que el tacto se acerca y acaricia. Durante experiencias emocionales abrumadoras tendemos a cerrar el sentido distanciante de la vista; cerramos los ojos cuando soñamos, cuando escuchamos música o acariciamos a nuestro seres queridos, pg. 47.
En los estados emocionales, los estímulos sensoriales parecen derivar desde los sentidos más refinados a los más arcaicos, de la vista al oído, al tacto y al olfato, y de la luz a la sombra.
Un método eficiente de tortura mental es el uso continuado de un alto nivel de iluminación que no deja espacio para un retiro mental o para la privacidad; incluso se deja expuesta y se viola la oscura interioridad del yo.
Una cultura que trata de controlar a sus ciudadanos es probable que promueva la dirección opuesta de la interacción... Una sociedad de vigilancia es necesariamente una sociedad del ojo voyeur y sádico. pg. 50

Nuestros oídos han sido cegados. La música grabada y programada de los centros comerciales y de los espacios públicos elimina la posibilidad de captar el volumen acústico del espacio.

El eco de los pasos sobre una calle pavimentada tiene una carga emocional porque el sonido que reverbera de las paredes circundante nos sitúa en relación directa con el espacio; el sonido mide el espacio y hace que su escala sea comprensible. Con nuestros oídos acariciamos los límites del espacio.  La experiencia auditiva más primordial creada por la arquitectura es la tranquilidad. En última instancia, la arquitectura es el arte del silencio petrificado. pg. 52

La piel lee la textura, el peso, la densidad y la temperatura de la materia. El sentido del tacto nos conecta con el tiempo y la tradición; a través de las impresiones del tacto damos la mano a innumerables generaciones.