La
desazón que sintió le trajo imágenes y sonidos lejanos: los ojos
de los mineros al salir de aquella boca de lobo, el carbón que se
acumulaba en la raíz de sus pestañas, y continuaba por sus rostros
y ropas. "A veces, cuando salíamos de
la escuela, la sirena anunciaba que una explosión de grisú había
tenido lugar en algún pozo y todo cambiaba de color. Al negro del
carbón y de los trabajadores se unía el negro del luto de las
viudas y el llanto de alguna amiga o amigo huérfano. Y ese olor que
lo impregnaba todo, el mismo que si ahora cierro los ojos, vuelve".
Fragmento del cuento "Piedras" que escribí hace años y que está publicado en el libro del taller.
Lo escrito es cierto, quien haya nacido en un pueblo minero como yo lo sabe. Dentro de la cabria de hierro que aparece en la foto está la jaula. Tuve la oportunidad de bajar en ella y no lo dudé, quería saber a lo que se enfrentaban diariamente los ojos de los mineros.
Porque conozco el lugar, es ahí donde encerraría a todos los que con su ambición desmedida y su mal hacer han provocado y siguen provocando todo lo que estamos viviendo.