Cada espectador o
cada lector hace una interpretación diferente de lo que ve o lee. Da
igual lo que digan los críticos, es su mirada personal la que
cuenta para sí mismo.
“Lo que arde con
el fuego”, “La sombra del pasado” y “La buena esposa”
tienen algo en común: las miradas de los
protagonistas de estas tres películas dentro de las mismas, en
definitiva, de sus interpretaciones.
“Lo que arde con
el fuego” muestra la extrañeza de un hijo único de 14 años
introvertido y sensible ante lo que les ocurre a sus padres en el
camino hacia la ruptura de su matrimonio. No juzga ni se rebela, es
la mirada de comprensión primero y la pregunta después del porqué
de las cosas que hacen que se pierda esa felicidad.
“La sombra del
pasado” desde la mirada de la infancia, esa incomprensión de que
algo terrible ocurre y queda en la memoria. Esto se ve cuando el
protagonista encuentra a través del arte sus recuerdos en su búsqueda
de la verdad -lo que es auténtico es bello-
como le dijo su tía.
La denuncia de lo ocurrido está en la verdad de la mirada desde el
cuadro, es el arte quien enfrenta al culpable con sus hechos.
“La buena esposa”
no tuvo buenas críticas, pero aún así es una cinta que saca de
nuevo a relucir la inconformidad y el sacrificio de muchas mujeres en
su matrimonio. El título no me gusta porque es demasiado explícito,
pero sí la interpretación gestual de la protagonista, Glenn Close. Se actúa con
el gesto y, a veces, no hace falta más.
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