sábado, 28 de febrero de 2015

369. Un simple detalle y por poco...

Es ella, seguro, aunque la vea de espaldas es ella, ¿quién si no iba a llevar en la pierna izquierda la bota por encima del pantalón, y en la derecha lo contrario? Tiene su andar, su pelo, alta figura y su propia elegancia desaliñada en el vestir. Eso pensaba, y tan segura estaba que me di prisa para alcanzar a mi amiga. Al llegar al semáforo, en rojo para los peatones, la llamé dándole un golpecito en el brazo.
-¡Carmen!
-¿CÓMOOO?
Ni aquella mujer de rostro enrojecido y colérico era mi amiga, ni yo podía sortear los coches que pasaban a toda velocidad para huir de ella.  
Lo vi todo rojo: el semáforo, su cara y hasta yo misma si me atrevía a cruzar la calle.  Ni siquiera le advertí que llevaba cada pierna vestida de forma diferente.
Giré en redondo, intentando pasar inadvertida, incluso, cambié el destino al que me dirigía. 

domingo, 15 de febrero de 2015

368. Cuénteme qué es conversar

Una noche durante una de nuestras tertulias con amigos se dieron dos posturas enfrentadas. Intenté callarme, primero porque aprendo de la observación y más tarde porque no tenía muy clara la idea que quería exponer (hacia la una de la madrugada, mis párpados no me responden, imposible mantenerlos abiertos), pero sí me acordé de volver a leer lo que dice Theodore Zeldin sobre la conversación:
Solemos discutir, debatir, entrar en controversia -que nos puede llevar al enfrentamiento- regañar, debatir, contender, de tal manera que las personas que ejercitan estos verbos, llegan a dejar de hablarse y dejan de conjugar el verbo que nos diferencia como humanos: hablar.
La conversación es otra cosa. Conversar es con-versación, conversare, tiene que ver con convertirse, volverse del revés, “cambiar de mentalidad”. Al conversar se reorientan nuestros miedos, sobre todo el que provoca la ignorancia, percibimos como la brújula de nuestra vida señala hacia la generosidad, apunta a los otros, mis semejantes, para re-conocer a quienes comparten y construyen el tema de conversación. Es entonces cuando superamos la retóricas vanidosas y persuasivas de otras reuniones y charlas, aquellas que utilizan los fuegos artificiales del lenguaje para obtener el beneficio efímero de someter al interlocutor, o acaso conseguir su conformidad, para elaborar una especie de sucedáneo de autoestima, que grita en nuestro interior -¡que listo soy!-.
Pienso que hay que insistir sobre la escucha, a mi manera de ver, una premisa básica para conversar. Cada vez cuesta más hablar en cualquier sitio público, y ya no digamos los girigays que se forman en las tertulias televisivas, llega a ser fatigante. Sin embargo, cuando encuentras a alguien que cuando escucha se pone en el lugar del otro, intenta descubrir qué le quiere decir, empatizas y esa idea que no verbaliza fluye favoreciendo el diálogo y el entendimiento.
Dice Zeldin, (y yo estoy de acuerdo) “Cada vez que conozco a alguien aprendo algo, incluso de las personas que no me gustan. Se trata de mirar más allá de lo que te disgusta”.
No es un historiador común, de hecho he leído que del pasado lo único que le interesa es cómo vivía la gente. Por eso decidió dejar de lado las cosas habituales de la historiografía tradicional "para estudiar las emociones y los deseos de las personas". Para este historiador, la soledad es la peor clase de sufrimiento "en una sociedad que persigue el éxito y que no sabe cómo gestionar el tiempo libre".

jueves, 5 de febrero de 2015

367. Río congelado


Bajo la capa de hielo
el agua continúa fluyendo.
Tantos construyendo cerrojos
y tan pocos buscando llaves.

Alberto García-Teresa.Abrazando vértebras. Ed. Baile del Sol, 2013