jueves, 27 de febrero de 2014

333. Te busqué...

por los palacios,

en el pozo,

por las callejuelas,

y al llegar a tu casa, te encontré y te olvidé.

domingo, 16 de febrero de 2014

332. Verde que te quiero verde...



Por fin el sol, abrigo y calor,


espejos, flores y olor.



miércoles, 5 de febrero de 2014

331. Arquitecturas íntimas

El libro “Cabañas para pensar” analiza la relación existente entre la intimidad, el lugar y el proceso creativo en personajes que pasaron a la historia: músicos, filósofos, escritores, poetas y una única mujer: la escritora Virginia Woolf. Así como una selección de herbarios de cada uno de los lugares en los que están situadas las cabañas.

Nada que ver, como cuenta el escritor Enrique Vila-Matas en el artículo del 04 de octubre de 2011, sobre el deseo de Kafka en un escrito a su novia Felice Bauer: "La mejor vida para mí consistiría en confinarme con una lámpara y lo necesario para escribir en el recinto más profundo de un amplio sótano cerrado".

Los más pudientes habitaron más de una y la construyeron cerca de la mansión principal como la de Gustav Mahler. La propia Alma, su mujer, describe la rutina diaria del compositor, a lo largo de esos años. “ En verano, se levantaba cada día a las seis o seis y media. Al despertar, preguntaba por la cocinera, quien inmediatamente había de preparar el desayuno y llevarlo a su estudio a través de un camino escarpado y resbaladizo. El estudio se hallaba en medio del bosque, unos sesenta metros más alla de la villa; la cocinera no podía usar el camino habitual, porque Mahler no toleraba verla ni a ella ni a nadie antes de empezar a trabajar; de forma que, cada mañana, la mujer tenía que subir un camino empinado con una pesada bandeja de desayuno.
Para desayunar tomaba café recién hecho, mantequilla, pan de harina de trigo y mermelada (una diferente cada día...). La cabaña no era nada más que una larga habitación construida en piedra con tres ventanas y una puerta. Yo pensaba que la vivienda no era buena para su salud, porque estaba muy metida en el bosque y no tenía sótano. Pero no podía hacer nada para evitar que Mahler la utilizase, dado el gran cariño que le tenía. Había un gran piano en la habitación, y en las estanterías reposaban todas las obras de Goethe y Kant. Aparte de esto, tan sólo había música de Bach”.

Sorprende que entre este racimo de creadores sólo haya una mujer: Virginia Woolf. “Tras la Gran Guerra, Virginia Woolf y su marido compraron Monk House, en el pueblo de Rodmell. No tenía baño, ni agua caliente, tan solo había paredes y ladrillos. Virginia escribió: “Fuimos a Rodmell, y la tormenta nos golpeó durante todo el día, en el exterior terrenos árticos, de forma que ocupamos todo nuestro tiempo atendiendo el fuego”. Un día tuvieron que levantarse a las 4 de la madrugada para cazar los ratones que se aupaban hasta la cama. Pese a ello, la escritora amaba la casa y la cabaña, y “los dulces y umbríos paseos” en torno al lugar. Como ella mismo afirmó: “Una mujer debe tener dinero y un habitación propia si desea escribir ficción...”