Hoy cumple este blog
13 años, una fecha que me gusta porque le gustaba también a mi
madre que no era supersticiosa.
Y no está de más
que recuerde que este blog lo inicié porque necesitaba soltar cosas,
es decir, escribir sobre lo que me apeteciera y como mi madre fue
modista y ya no estaba conmigo, lo nombré El costurero y se lo
dediqué a ella.
Y, cómo no, también
he actualizado la foto de su costurero porque todavía es el que
seguimos utilizando para alguna que otra costurilla o tijeretazo.
Las cosas si se
cuidan casi ni envejecen. Un reto, incluso, la renombrada
obsolescencia de las mismas puede que la inventara alguien, no sólo
para aumentar las ventas, sino para que sus cosas no le superaran en
edad.
Pero está bien que
duren y, aunque cuando hacemos limpieza hay quien se deshace de casi
todo por uno u otro motivo... Sé de un caso que debido al dolor de
la pérdida de un ser querido se deshizo de todo lo que le hacía
recordarlo. Pero como también existe el paso del tiempo que cura las
heridas, llegó un día que echó de menos algunas cosas. Lo que
guardamos en la mente se modifica al recordarlo y se olvida. Es
entonces cuando algún objeto se nos hace presente por medio de esa
sinestesia maravillosa, y nos trae, no sólo el recuerdo, sino el
momento vivido con esa persona.
Creo que fue en la
segunda película de Isabel Coixet, ‘Cosas que nunca te dije’, la
protagonista que sufre no de pérdida, sino de desamor, comenta que
ha abierto una hucha para guardar los momentos felices vividos con la persona
que la ha dejado.
Es tan corta la vida
y surgen tantos problemas y escollos que por qué no guardar esos
momentos o esas cosas mediante el canal que cada persona escoja si eso nos trae felicidad.
Quiero daros las
gracias a todos/as por pasar por aquí y os deseo calma para buscar
esa felicidad que, en estos tiempos de pandemia, tanto escasea.