viernes, 27 de abril de 2012
247. Cuidarnos
jueves, 19 de abril de 2012
246. Sinónimos y antónimos
Sequedad
Esterilidad
Devastación
Desolación
Abandono
Improductividad
Infecundidad
Infructuosidad
Agostamiento
Verdor
Fertilidad
Fecundidad
Exuberancia
Mentira:
Embuste
Mendacidad
Falacia
Falsedad
Bola
Trola
Cuento
Engaño
Falsificación
Ficción
Patraña
Calumnia
Verdad
Veracidad
lunes, 9 de abril de 2012
245. La montaña al revés
Había una vez un tren que...
-¡Eh! ¿Quién habla de mí? Nadie mejor que yo para contar la historia de la montaña.
-Durante muchos años, al cruzar este puente, la montaña que dejaba a mi izquierda me recibía contenta. No era muy alta, su ladera estaba vestida de arbustos y arriba tenía una planicie cubierta de árboles. Siempre hacía lo mismo: me guiñaba un ojo cuando los habitantes del pueblo subían y le hacían cosquillas al pasear en las tardes de sol. A los pies de la montaña, a la que llamaré desde ahora Miradora, transcurre un río con un puente para los peatones y los coches, y éste por el que viajo hacia otros paisajes y estaciones. Yo, al menos, me muevo, pero ¿qué hacen las montañas además de servir de vigías? Alimentarse de agua cuando llueve y cambiar de indumentaria con las estaciones; cada una la viste con ropajes distintos para embellecerla, de ahí que estuviera tan enamorado de ella.
Un buen día toda esa armonía se rompió, como rompieron las máquinas toda la belleza de Miradora. Llegaron avasallando con sus grandes bocas, y se la fueron comiendo poco a poco. Mediante carreteras en sus paredes, las excavadoras fueron extrayendo toda la tierra, que llevaban a lavar a otro sitio, y el gran agujero se fue haciendo cada vez más hondo. Por lo visto, la tierra de Miradora estaba mezclada con trocitos de carbón, y eso era lo que le interesaba a los chatarreros de ese mineral. Eran hombres negros, no de piel sino de entrañas, todos bajitos y retacados, de cabeza gorda y bolsillos grandes que llenaban de dinero con el producto de su venta, agujereando la tierra aquí y allá y dejándola vacía y triste. Como tristes estaban: el río cubierto de polvo; las gentes del pueblo que no podían pasear ni admirarla desde sus azoteas; y yo más aún, ya nadie me guiñaba el ojo, sólo recibía polvo procedente de las excavadoras, sin poder hacer nada al recorrer apenado el mismo camino cada día.
Pero ¿quién creéis que acudió en su ayuda? El agua que todo lo huele, y, curiosa, desde su guarida en los acuíferos buscó el olor de la tierra seca, y se filtró por entre los granos de arena y piedras; porque al agua lo que le interesa es estar en paz, es decir, en su propio nivel; y cada vez que llueve, la tierra bebe hasta empaparse, guarda en bolsas la que sobra y si encuentra un agujero como el de Miradora lo cubre. Y ahí está la montaña al revés, casi llena de agua, equilibrándose. Miradora es ahora un gran lago verde donde alrededor crece de nuevo la vida, y soy yo quien le guiña el ojo cuando, al pasar cada día por mi puente, chillo: ¡pif, pif! Sus aguas son un gran espejo en el que vienen a mirarse las aves y hasta el mismo sol, presumido, cuando las nubes se apartan y le dan permiso. Y yo, desdoblado, ¡cómo me gustaría ser mi propia sombra y bañarme en el agua de Miradora!
lunes, 2 de abril de 2012
244. Receta vacacional
Se corta el almanaque, a ser posible con números grandes.
Se preparan las hojas a filetes y se remojan en tinto semanasantero.
Aparte, en aceite, preferiblemente que no sea virgen, se hace un refrito de lunes odiosos, martes cansinos y miércoles corrientes. Eso sí, con un chorreón de jueves blanco de Sanlucar.
Otra opción es añadir al refrito días alternos, esto a gusto.
Se agregan las hojas remojadas, pero es mejor tirar el vino del adobo si ha quedado aún más negro de tanto capirote.
Rehogar con cariño una media hora.
Rectificar con salviernes y servir el sábado jugoso porque de un día para otro está más sabroso.
No olviden “sal de fruta de la pasión” para las indigestiones domingueras.
Buen provecho y mejores días.