viernes, 26 de junio de 2020

537. Decir ventana y volar

Dejar rastros de amor en el camino hendido por la rueda.

Extender el mantel de la alegría sobre la ceniza del daño.

Decir ventana y que entre el cielo.    

José Maria GómezValero

domingo, 14 de junio de 2020

536. Libros rescatados


Decidí en el confinamiento aligerar el grueso de los libros pendientes de leer, algunos de mucho tiempo. Como "Sefarad" de Antonio Muñoz Molina. Con este escritor me pasó que, después de leer sus primeros libros prestados por una amiga muy querida con quien comparto el gusto por las lecturas, lo aparqué. Más tarde compré algunos libros suyos, “El jinete polaco” lo comencé dos veces y lo dejé, demasiada narración. Es un defecto mío, lo sé porque en la lectura prefiero encontrarme diálogos que, a mi parecer, imprimen ritmo a la historia. Y no es por prisa porque pase algo. No, desde siempre soy bastante paciente, sigo y sigo, y si a la mitad de la lectura no pasa nada es cuando me cuestiono dejarla.

Por la mitad iba con otro libro del mismo autor, “Tus pasos en la escalera”, dicen algunos de suspense, pero es, como dice su creador, sobre la espera, y yo diría que sobre la soledad y las trampas de la memoria. Hoy lo he terminado con la esperanza de un final sorpresivo, porque ya estaba mi mente en otra cosa cuando lo leía, y bueno, más o menos. Pero eso sí, he paseado con el protagonista por Lisboa, he recordado a Montaigne y sus ensayos y cómo no a Lobo Antunes y sus Crónicas.
Me ha gustado más Sefarad porque es una novela de novelas o mejor de historias de vida para no olvidar, para no repetirlas. Diásporas, exilios; el que Muñoz Molina comparte recordando a Jean Améry en “¿Cuánta patria necesita el ser humano?”
Qué cantidad mínima de patria, que dosis de arraigo o de hogar necesita un ser humano, se preguntaba Jean Améry en el libro “Más allá de la culpa y la expiación”. Y me acuerdo de lo que escribía Aroa Moreno en la prensa, un artículo reciente más otro anterior sobre la patria y sus signos, y no puedo estar más de acuerdo con ella.

He nombrado a Antonio Lobo Antunes y me apetece terminar con una frase de una de sus crónicas, “Crónica del pescador de la avenida marginal” porque me gusta mucho su halo poético. Y porque, aunque no lo sé, me aventuro a decir que a su tocayo Antonio Muñoz Molina seguro que, también, le gusta. 
Me apetece, fíjate, regalarte flores.  
No te las regalo. Abrazarte. No te abrazo.