Mis dos últimas adquisiciones de libros son “Espejos” del escritor Eduardo Galeano (del que hablo en este enlace) y "Contra el fanatismo” de Amos Oz. Un pequeño librito éste, pero no por ello menos sustancioso, que recoge tres conferencias de su autor de hace unos siete años. El tema del enfrentamiento entre Israel y Palestina no se ha solucionado aún, sigue estando de rabiosa actualidad, se afirma en este libro que nos habla sobre la explicación del problema y la necesidad acuciante de solución.
Como dice Amos Oz: “ambos pueblos aman el país, ambos tienen una profunda conexión emocional con la misma tierra. En caso de esperar algo se trataría más bien de un divorcio limpio entre Israel y Palestina. Será rarísimo porque las dos partes en litigio se quedarán definitivamente en el mismo apartamento. Nadie se va a mudar. Pero siempre será mejor que esa especie de infierno en vida que todos sufren ahora en ese país tan amado”.
En la conferencia tercera del libro plantea que para escribir hay que ser capaz de: “refrendar opiniones y sentimientos contradictorios y conflictivos con el mismo grado de convicción, vehemencia y fuerza interior”.
Y justifica que quizás una postura de compromiso no es el fruto de la comprensión concreta de la historia ni del conocimiento de la controversia ideológica de ambos pueblos, sino que “tal vez sean fruto de mi hábito profesional de ponerme en el lugar o en la piel de los demás”.
Nos cruzamos cada día con personas pero pasamos sin fijarnos “vemos siluetas en vez de gente real”. Observar es la tarea del escritor; observar lo que la gente se hace entre sí o, qué relación hay entre ellos. "No estoy hablando de estilo, de técnicas, de temas ni parábolas; los exegetas entienden de esto mucho más que yo. Lo que quiero compartir con ustedes es alguno de los placeres de la experiencia de contar historias con agallas, contarles de dónde procede la urgencia actual de contar historias, y cómo se vive, incluso en términos de tiempo, de sufrimiento, de prejuicio, de tragedia, de pérdida y de derrota. Creo que existe en todo ser humano, no sólo en escritores y novelistas: la necesidad de contar una historia, de imaginar al otro, de ponerse en la piel del otro es, al final, no sólo una experiencia ética y una gran prueba de humildad, no sólo una buena directriz política, sino, finalmente también un gran placer".