viernes, 28 de septiembre de 2012

268. Transparencias

Píldoras de colores como cuentas de collar y una mano buscando dentro.
-¿Cuál le tocará ahora? -Se le escapa en un murmullo al señor sentado enfrente.
Eva busca en el bolso transparente de sus medicinas, mientras él no deja de observarla.
Saca una barra y, sin espejo, en un gesto automático perfila sus labios con su color preferido: cereza.
Él no sabe donde mirar para escapar de su sonrisa.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

267. Verano casi otoño




Mientras tendía, un vientecillo que anunciaba frescor repetía un mantra en su interior.
-¿Qué dices? -Pregunté en voz alta mientras colocaba bien estiradita su cara cuadrada.

  -No me laves tanto, que voy a perder hasta la pelusa -contestó ella sacándome la lengua.
Para Espe con cariño.

lunes, 10 de septiembre de 2012

266. 2+6+6= 14 y 1+4= 5


A veces me da por sumar números como quien cuenta escalones. Y, curioso, la suma de la entrada son los 5 años que hoy cumple este blog.
Para celebrarlo he decido cambiar la imagen del perfil y poner la mía que ha sobrevivido al naranjo y a la antigua mecedora.
Y como esto es un costurero, aunque no me guste coser; reciclo. Es genético y no lo puedo remediar.
Como también agradecer, y quiero hacerlo a quien pasa por aquí y tiene la amabilidad de dejarme su opinión, que tanto me anima, para aprender y escribir que es lo que más me gusta.

Bolso de verano de unos vaqueros blancos. El dibujo es mío
Mochila de la tela de un paraguas
Bolso de invierno de una falda.

domingo, 2 de septiembre de 2012

265. Todo un regalo

Hay una necesidad que descubres un día: escribir. Te pones a ello y te faltan herramientas. Nadie te ha enseñado a usarlas, como tantos y tantos saberes que hemos recibido sin ton ni son. Y como si fueras a una ferretería, buscas un taller que te las muestre. Y ves otra forma de aprender.

Y lo intentas, pero no resulta, te lees y te repelen tus propias palabras. Insistes y brota algo leve: un comienzo, una impresión que recibiste, y que tu memoria ha guardado (ese "cuarto de atrás", como ella la nombraba), ese que leías de Carmen Martín Gaite. Siempre que volvías a leer un libro suyo te decías: ¡cómo me gustaría expresarme así de sencillo y hermoso!


Vuelves otro curso, porque eres una cabezota, a ese taller, y vas conociendo, experimentando y disfrutando de ese juego tan divertido que es jugar a inventar, y con mucha ayuda comienzas una historia, siempre al revés, porque tú eres así de rebelde, y al rizar el rizo no encuentras la salida y te aburres; no tiras nada, no es lo tuyo, y menos mal.


Y es en esta casa (sí, mamá, la tuya), durante el verano pasado, una vez reformada, que retomas esa historia que dejaste hace años y, animada, sigues aprendiendo cosas que creías no tener que mostrar, pero sí, ¡cómo cambia lo que quieres contar con las acotaciones necesarias! Incluso, cosa rara en ti, la terminas ¿con ciento y pico páginas? No importa, porque has conseguido cerrar esa historia que, y eso era lo difícil, es toda inventada; de ahí tu frustración, sigues creyendo que cuando has vivido y lo cuentas, todo fluye de otro modo en la escritura. Pero no termina ahí la cosa, has intentado escribir sobre la madurez, ¡anda hija, échale por si encoge! Eso dirías, mamá, un dicho de la costurera que fuiste, ¡y además te estás enrollando! Gracias también por advertírmelo.


Y gracias a ti, Marta, por este maravilloso regalo que sigue uniendo las frases que te han gustado de "El beso de las nubes" a tus acuarelas. Ahora sí que cobran vida en mí con tus dibujos.