domingo, 27 de septiembre de 2009

98. Peatones

Cada vez me lo ponen más difícil

domingo, 20 de septiembre de 2009

97. Un verano de palabras

A mí me gustó la idea de NáN a principios de verano. Nos invitó a compartir temas y relatos en su blog desde la ignorancia más atrevida: el parvulario. Y este relato ha sido mi pequeña aportación.

Un verano de olor

“Septiembre ya huele a nardos”. Eso piensa Jimena al entrar en un mercado bastante alejado de su casa y, en vez de comprar comida, sigue el penetrante perfume hasta el puesto de flores.
Compra tres varas de “políanthes tuberosa”, nombre científico de la también llamada vara de San José; para ella nardo.
Porque Jimena no es religiosa y, aunque se aprende las definiciones, por eso sabe que es de la familia Amaryllidaceae (Amarilidáceas), a ella le gustan los nombres comunes y contundentes como su perfume. Le trae recuerdos de los bulbos que su abuela cultivaba.

Ni Jimena tiene el carácter de la mujer del Cid ni la fuerza del huracán que anuncian atravesará el Pacífico Mexicano. Se parece más bien a una gran tortuga de andar lento y pausado. No es muy agraciada, tiene una cara redonda y achatada como la torta de un pan de pueblo.

Es temprano y se nota en la ciudad que ya han vuelto a poblarla después de las vacaciones. Los bares rebosan de mujeres tostadas al sol hablando todas a la vez alrededor del café y con los collares colgados al cuello, sustitutos del minúsculo biquini que no llegaba a cubrir, si las cubría, las siliconas al peso.
Mira su piel de un moreno natural, sólo atravesada por el polvo del gran piso que anoche se encontró a punto su señora.

No compra lo que hace falta en la gran casa que cuida. “Seguro no vendrán ni a comer” se dice y, orgullosa con sus tres varas de nardos, sale del mercado más tranquila que entró.
Entre paso y paso Jimena observa que la miran, algo no usual en su joven vida, se mira su vestido fruncido por si tiene alguna mancha, pero no.

Entonces ocurre el milagro: un joven montado en bicicleta frena en seco delante de ella y le pregunta.
-Perdona, ¿dónde has comprado los nardos?.
Levanta la mirada, incrédula, ante la cara sonriente del chico que aspira el perfume con los ojos cerrados.
-¿Te gustan? -Contesta extrañada, pensaba ella que esa afición suya era algo ya caduco, sólo propio de algunos pueblos y sus costumbres.
Jimena le regala una vara mientras le indica el sitio.

Al llegar a la casa, en la que sirve desde su llegada a este país, pone las dos restantes en un bote con agua, al que echa piedrecitas para que no se tumbe. Con sumo cuidado lo coloca en su habitación, no sin antes desgajar de una de las varas el nardo más hermoso para enganchar en su vestido de tarde, como hacía su abuela, para regalar el perfume a quien se cruza con ella cada día, y se gira para seguir oliéndola.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

96. La letra no entra con sangre

Cada vez que lo pienso, cuando veo lo que veo y oigo lo que oigo, me cuesta más trabajo "comprender" que sea tan difícil "enseñar a vivir", cuando se quiere a alguien tanto como a nuestros hijos.

¿De qué nos hemos olvidado?

¿Qué se ha colado en nuestras vidas, además de la televisión?

jueves, 10 de septiembre de 2009

95. Huellas


Hoy hace dos años que dejo aquí mis huellas,


algún día se borrarán, como borra el mar mis pasos sobre la arena.

Este blog se nutre de la mirada atenta de Manuel Alonso, autor de las fotografías.

lunes, 7 de septiembre de 2009

94. Historia de un instante

Un instante se puede guardar de varias maneras, menos cuando se rebela.

Parece algo pequeño al nombrarlo, pero puede ser grande en su significado. ¿Cómo encerrarlo en un marco pequeño? Esa era la cuestión para Irina esa mañana de primeros de septiembre en su manía de poner cada cosa en su lugar.
Quería recoger el hecho mismo de la comunicación entre una madre y una hija en un claro de azahar. La foto resultaba grande para el marco dorado y ondulado que había elegido; recortarla era la solución, pero había algo más. ¿Cómo reflejar de qué o de quién hablaban?

Irina observaba todos los utensilios preparados encima del escritorio: foto, marco, lápiz, tijera y una pequeña regla de madera para no desviarse. Ella no era ya la niña pequeña, regordeta y risueña, que la había mirado siempre encerrada en ese marco, y la foto en cuestión llevaba años viajando, buscando un lugar definitivo.
El primero siempre se despegaba, no había forma de mantener la foto erguida. A veces, amanecía recostada en algún libro como si por la noche se hubiera empapado de su contenido. Coqueta la madre sugirió sin palabras otro lugar donde reposar: un espejo, aquel en el que se había mirado siempre mientras su hija la peinaba. Y ahí quedó prendida hasta que la coquetería, que también se hereda, necesitó el espejo para mirarse. La foto, igual que un desencuentro en la comunicación, quedó encerrada en un cajón.

Irina se tomó un tiempo mientras decidía qué hacer con ella y se dirigió a la cocina; la comida y la plancha la esperaban. En una taza vertió agua y espurreó con las manos unos pañuelos, los lió como se lía una croqueta y los dejó para que se humedecieran.
Uno, dos, tres, cuatro dobleces necesita un pañuelo para que quede perfectamente planchado, menos el que presentaba un agujero justo en la esquina del último doblez; el único que tenía el nombre mejor bordado.


Entonces lo tuvo claro, se dirigió al costurero, la fina tela del pañuelo necesitaba una tijera especial.
Decidida, recortó el bordado. Eliminó los bordes de la foto, para ajustarla al marco dorado, y colocó el nombre recortado en el canal mismo de la comunicación entre madre e hija.

-Me voy dentro, tu padre está solo.
-Vale, mamá, yo me quedo todavía.
Y se fue para siempre detrás de él.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

93. Acercanza

Igual que hay palabras nuevas que se incorporan a nuestro lenguaje de manera oficial; los académicos, encargados de esta inmensa tarea, también desechan otras por falta de uso. Aunque a veces se resisten, como con la palabra acercanza que el diccionario de la Lengua define como proximidad, relación.

Fernando Valls en su blog La nave de los locos sugirió, para volver a darle vida, incluirla en poemas escritos o visuales, aforismos y microrrelatos.

Y yo hoy estoy contenta de ver en su blog el textito que le mandé:

Deseos cumplidos

Aquel tórrido verano, otoñal para María, sintió que su acercanza al mundo de los libros no había sido la deseada, por eso se los bebió todos. Ahora, María escribe y suda a chorros; mientras piensa se abanica, el frescor del aire acaricia las gotas sabias que corren por su pecho.

Quiero desde aquí agradecérselo y deciros que lo visitéis para leer todos los textos a favor de esta palabra, una forma hermosa de enfocar el lenguaje.