miércoles, 28 de mayo de 2014

344. Instantes

Es ese instante en el que nada de lo que te rodea te molesta, un segundo en el que pasas a ser consciente de que estás tú y lo que miras, o lo que mirabas te devuelve la mirada. O ese otro instante de lectura en el que tu conciencia deja de emitir opiniones sobre: falta diálogo, demasiada descripción, uf, otra errata. Por un instante el texto te atrapa y ahí mueres, el escritor ya tiene al lector. Pero en un descanso de lectura sales al patio y hasta esas hojas verdes que observas te devuelven la mirada, incluso, parece que te hablan:


“Nos miras, nos enfocas, y todas nosotras nos estremecemos justo en los vértices, en una infinita vibración que ni la de ese vientecillo consigue, porque sabemos que las miradas se multiplicarán y todas estamos aquí, no para perdurar, sino para lucirnos”.

sábado, 17 de mayo de 2014

343. Veo, veo

¿Jugamos al veo, veo? pregunta el niño en el parque al hombre mayor que se sienta a diario en el mismo banco. ¿Y tú qué ves? contesta el afable anciano. Ya está, ya lo he pensado, dice el niño, te toca adivinar.

Veo un niño como tú que juega con un perro bien cuidado. Frío, le dice. Veo, sigue el anciano, las madres paseando a sus hijos. Frío, te queda una. Veo, mucha agua que corre por la fuente. 
Templado, has fallado. Tienes en la cabeza el paisaje diario, pero hoy, porque te aburres y te he propuesto jugar, te has fijado en mi. Cierto, ¿por qué sonríes siempre? Pregunta admirado ante el desparpajo del niño.

Porque esto se acaba viejo chocho, pronto estará todo reseco como en mi país que, por cierto, hace siglos fue éste que ves, y si no, mira las ventanas, allá al fondo. Tus biznietos o sus hijos estarán como yo, desarrapados y deseando huir a cualquier estación espacial donde habitarán sólo los ricos. 
Sólo ves lo que te mira, pero mi vista llega más lejos, por eso sonrío.

viernes, 9 de mayo de 2014

342. Dualidades


El ego superior

Cuando era muy joven solía decir: “Yo”; luego decía: “Yo y Mozart”; luego: “Mozart y yo”; ahora digo: “Mozart”.

Charles Gounod. Del libro de Michael Chejov “Sobre la técnica de actuación”.


-A no ser que el teatro pueda ennoblecerle a uno, convertirle en una persona mejor, hay que huir de él –contestó Tortsov.
-¿Por qué? –preguntaron.
-Porque hay una gran cantidad de bacilos en el teatro, unos buenos y otros terriblemente dañinos. Los bacilos buenos fomentarán en uno mismo el crecimiento de un amor apasionado por lo bueno, lo noble, por los grandes pensamientos y sentimientos.
Constantin Stanislavski “La construcción del personaje”

jueves, 1 de mayo de 2014

341. Ese apetito voraz de destruir

Como una caricatura, así deja la hoja de palmera

este eficaz animalito: el picudo rojo.

Una vez que acaba con plazas y jardines

se apresura por otros derroteros a poner sus huevos.

Creo que son los únicos que bien podrían celebrar el día del trabajo.