Ándate
con cuidado. / Que no se entere nadie / de que lo pasas bien, / que
tu vida funciona y eres feliz a ratos.
Karmelo
C. Iribarren
Magüi
bebía el café a sorbitos, por el humo que desprendía la taza debía
estar ardiendo. Se dedicaba a escuchar a las demás mujeres. Todas a
una se quejaban de sus maridos jubilados. La mayoría de ellas, fuera
también del mercado de trabajo, no sabían que hacer con su vida.
Iban una a una dando sus opiniones.
-Se
pasa el día metiéndose en todo.
-O
dándole al mando de la tele. El sofá está más hundido desde que
se jubiló.
-Se
mira el ombligo más que nunca. Siempre preguntando qué voy a hacer
de comer. Muy mal los hemos acostumbrado, chicas.
Siguieron
dando razones diferentes, pero en lo que todas estaban de acuerdo era
en la pérdida de libertad y en la dificultad de pasar todo el tiempo
juntos.
Magüi
las escuchaba, su marido estaba a punto de jubilarse y era una
persona muy activa. Su rostro era de preocupación. Terminó su café,
se recompuso y dijo para variar.
-Pues
yo veo en todo esto la oportunidad de aprender algo, nunca es tarde.
Algunas
se rieron. La más enfadada la recriminó de ingenua.
-Pues,
hija de mi vida -dijo la que estaba a su lado mientras las demás
cuchicheaban-, lo siento pero ellos aprender a estas alturas... Al
revés, se meterá en todo lo que haces, te cambiará las cosas de
sitio, vamos, que te sacara de quicio.
Las
que parecía que no escuchaban, se volvieron rápidas hacia ella y
asintieron con la cabeza mirándola casi con lástima. Sabían que no se la podía sacar de casa, todas sus aficiones estaban
dentro de ella, siempre tenía alguna excusa hasta..., para no
ir a nadar con lo que le gustaba.
Pasó
el tiempo y un buen día la casualidad hizo que volvieran a
encontrarse. Después de los saludos la pregunta no se hizo esperar,
sobre todo, después de observar que la Magüi casera y algo
descuidada con su aspecto había cambiado radicalmente. Más delgada
y esbelta. Hasta las arrugas de preocupación de su cara habían
desaparecido. Sus antiguas “amigas” se miraban sin comprender el
cambio.
¿Murió
tu marido? -preguntaron todas a una.
¡¿Qué
decís?! ¿No habéis oído hablar de él? Se dedicó a la escultura
y ahora tiene toda la casa ocupada con sus proyectos, tuve que
cambiar mi aspecto porque yo soy su modelo preferida. Y ¡lo que no
creeréis! Soy su representante y continuamente tengo que salir de
casa para contactar con los galeristas. ¿Qué os parece?
No
tuvo respuesta, tan sólo miradas y silencio.