Algunos libros no precisan explicación, ni reseñas. Cuando lo has terminado de leer solo te interesa fijar aquel párrafo o aquella frase que condensa, que impresiona, que te dice la intención del autor, que te hace recordar en el tiempo aquel relámpago primario para completarlo en una relectura.
“La lucha había durado cinco días. Cayeron en una emboscada y les rodearon los tanques. Derby describió la increíble tormenta artificial que los terráqueos son capaces de crear, a veces, para que otros terráqueos vivan mejor cuando en realidad no quieren que esos continúen viviendo sobre la tierra”.
Kurt Vonnegut, “Matadero cinco”
“Nadie hacía caso de los aviones italianos y alemanes que sobrevolaban tranquilamente la ciudad. Habían acabado acostumbrándose a ellos. De pronto, uno de ellos se separó de los demás y se lanzó en picado sobre la muchedumbre...
Presas del pánico, algunas mujeres soltaban a sus hijos como si fueran molestos paquetes y salían huyendo. Otras los estrechaban contra su cuerpo con tanta fuerza que parecían querer meterlos de nuevo en su seno, como si ese fuera el único refugio seguro”.
Irène Némirovsky, “Suite francesa”
“La prensa diaria habla de todo menos del día a día. La prensa me aburre, no me enseña nada; lo que cuenta no me concierne, no me interroga y ya no responde a las preguntas que formulo o que querría formular.
Lo que realmente ocurre, lo que vivimos, lo demás, todo lo demás, ¿dónde está? Lo que ocurre cada día y vuelve cada día, lo trivial, lo cotidiano, lo evidente, lo común, lo ordinario, lo infraordinario, el ruido de fondo, lo habitual, ¿cómo dar cuenta de ello, cómo interrogarlo, cómo describirlo?”.
Georges Perec, “Lo infraordinario”