Primeras horas de la
mañana y un verano más asomándome a él. La enea lo tiene casi
cubierto y le da un aspecto salvaje y descuidado. Lo atravieso por un
pequeño puente, hago fotos, avanzo hasta encontrar la casa de mi
abuela en la orilla de la que vengo. Está en alto, cuesta trabajo
mirarla de frente porque el sol me da en la cara. Casi cubierta por
árboles crecidos en años no distingo la ventana de la cocina por la
que nos asomábamos para contemplar las crecidas del río en
invierno.
Continúo el paseo, compruebo el abandono, la
despreocupación humana por la naturaleza, ésta se recupera si la
dejan pero nuestro paso por ella es corto para comprobarlo.
Pienso en la
intención: dar un paseo, pero el conflicto ha surgido sin evocarlo... No hay desenlace, el
tiempo, ese gran escultor, como decía Marguerite Yourcenar lo mostrará.