domingo, 19 de marzo de 2023

602. Buscando el calorcito

La abuela salió a buscar el sol. Iba con cuidado por 

el empedrado cuando se paró en seco sorprendida:

-Ay, hija, no la pisé de milagro, de no haber sido por esa 

sombra que me levantaba las orejas,

 como advirtiéndome…

viernes, 24 de febrero de 2023

601. Ejercicios

 

Ejercicios



Un poema

como una gran batalla

me arroja en esta arena

sin más enemigo que yo


yo

y el gran aire de las palabras.


Blanca Valera, Valses,

México, 2012

viernes, 3 de febrero de 2023

600. Mesa de camilla

Tres mujeres estaban sentadas alrededor de una mesa de camilla. Dos hablaban hasta por los codos y no me dejaban estudiar. 

La que escuchaba era mi madre que, de vez en cuando, les  decía: chittt, la niña está haciendo los deberes, pero ellas ni caso. Seguían hablando de sus hijos con el tono cada vez más alto.


La mayor comentaba que no ayudaban en casa, ni con las tareas, ni económicamente.

La más joven le decía, entre otras cosas, que los hijos no son un negocio. Al escuchar esto último la cara le cambió a la mayor. Contestó enfadada y atacando. 

¡Pero están viviendo gracias a ti: los paristes, los educastes, le das lo que necesitan! Y, cómo te responden; con el olvido, ni te llaman.

Pero no se los reprocho como tú; yo nos lo quiero hipotecar, que parece que con lo que haces por ellos les pidas intereses.


Como el tono iba subiendo mi madre zanjó la cuestión con unas preguntas:

A ver, ¿los hijos piden nacer? No, ¿verdad? Están aquí porque lo elegimos como padres y los queremos y cuidamos porque ha sido nuestra elección. Es nuestra responsabilidad. Y la mía ahora es cuidar de mi hija, que haga los deberes 

y ayudarle si lo necesita.

Se levanta para invitarles a irse, pero la mayor no conforme, me mira y le pregunta a mi madre algo indignada. 

Y, ¿crees que ella te va a ayudar cuando lo necesites?

Ese será su problema, no el mío, contesta sonriendo. 


Cuando se fueron, comenté que había cosas que no entendía.

No te preocupes, dijo mi madre poniéndose el delantal, cuando seas mayor lo comprenderás, y más aún si tienes hijos. Y ahora que se han ido a lo tuyo.


Hacer los deberes en la mesa de camilla mientras mi madre trasteaba en la cocina era mi música preferida.

viernes, 27 de enero de 2023

599. Vivir

 Vivir, ya he dicho:

Tener sobre las manos un fajo de papeles:

un lápiz, libros, dibujos, sueños.


Tomar el invierno para tejer

una mansión de lino

Vigilantes los senos,

escondidos en la piel.


Vibrar


Repasar las camisas,

acomodar los sueños,

dejar en perfecta

armonía:



los clavos, la canela,

el azúcar y los aromas... 


Mía Gallegos, parte del poema “Los Reductos del sol”

sábado, 7 de enero de 2023

598. Se acabó...

 La Navidad se acabó, pero nos quedan los cuentos:

Hambre

A Clara la conozco desde el colegio. Más delgada que un

espárrago del campo, no como yo que me como hasta las

piedras.  Ella tiene una nariz afilada siempre metida en los

libros, como si se escondiera en ellos. Yo se los prestaba

todos y ella me dejaba copiar en los exámenes.

Las navidades eran lo peor, no tenía apenas regalos y yo

de mis ahorros le daba para dulces.

Un año al volver de vacaciones la vi más alta, más espárrago,

pero feliz.

-¿Sabes lo que he hecho con tu dinero?

Me encogí de hombros. Estaba claro que si había comprado

dulces no había puesto ni un kilo.

-He leído tres libros, me dijo al entrar en clase.

Me dejó intrigada. Pensé que, como habían mandado leer en

vacaciones un libro, había empleado en eso mi regalo. Pero

¿tres? Me puse en lo peor, podía haberlos robado.

No pudimos hablar hasta el recreo. La cogí por un brazo y la

llevé hacia un lugar apartado para echarle la bronca. 

-No te preocupes, no he robado nada ni a nadie -me dijo al ver

mi cara de desconfianza-, mi madre necesitaba un vestido y

me pidió que la acompañara a una de esas grandes superficies

que han nacido como setas. 

Mientras ella revolvía cielo y tierra para descubrir una ganga,

observé que en la caja mujeres elegantes cambiaban algunos

vestidos. Seguí a la dependienta que llevaba los devueltos al

perchero. Me puse a buscar por si había uno para mi madre

(aún tenía tu dinero y pensé dárselo a ella), pero el que escogí

tenía el cuello algo sucio. Entonces escuché a dos mujeres

que criticaban a “esas señoras” que, aún teniendo dinero, iban

a descambiar las prendas después de usarlas para una fiesta

como si nada. A mi madre no le gustó lo que había y no me

cogió el dinero.

-Pero ¿qué tiene que ver eso con los libros? -le pregunté

impaciente mirando mi reloj, se acababa el recreo.

-Tu sabes que yo adoro los libros y que te los devuelvo nuevos,

sin tachaduras ni páginas sueltas; pues en una  enorme

librería, que habían abierto nueva, daban facilidades para

cambiarlos. Escogí uno y lo compré para regalo. Lo demás te

lo puedes imaginar.

Entré en clase pensando que mi amiga tenía cada vez más

hambre de palabras.