sábado, 29 de abril de 2017

438. Los otros


Ellos, como dos gotas de agua, siempre entran al bar del pueblo y salen riendo como si fuera el primer sonido aprendido de su venida al mundo. Un sonido raro y metálico que sale de su estática sonrisa desde el mismo instante de su creación. Ocupan cada mañana los mismos asientos y el camarero les pone a su lado la aceitera. Hay personas que, mientras desayunan ojeando la prensa, no leen porque todo el tiempo los observan.

Ellos, tan cuidadosos en su mantenimiento, ponen las tiras de la suerte sobre el estrecho mostrador inferior destinado a los bolsos, pero eso sí, envueltas en plástico por si alguna gota de aceite se escapa mientras se engrasan. Después pasan por las mesas y venden todas las papeletas allí mismo.

Hace días que no vienen y los clientes del bar comentan lo triste, descabalado y oscuro que ha quedado su sitio; tanto se quejan, que el camarero ha intentado quitar los taburetes. Tarea inútil, unos tornillos desconocidos que hacen de imanes los mantienen anclados al suelo.


Ellos, mientras los echan en falta, andan como locos descacharrados por la playa sin cansarse nunca. Sólo se asustan cuando pasa algún camión y creen que los van a llevar a reparar.  

domingo, 9 de abril de 2017

437. Bajo el parral del patio


Me gustaría
que me oyeras la voz y yo pudiera
oír la tuya.
Sí, sí, hablo contigo
mirada silenciosa
que recorre estas líneas.
Y repruebas, tal vez, este imposible
deseo de salirse del papel y la tinta.
¿Qué nos diríamos?
No sé, pero siempre mejor
que el conversar a solas
dando vuelta a las frases, a sonidos,
(el poner y el sacar paréntesis y al rato
colocarlos de nuevo).
Si tu voz irrumpiera
y quebrara esta misma
línea... ¡Adelante!
Ya te esperaba. Pasa.
Vamos al fondo. Hay algunos frutales.
Ya verás. Entra.

Circe Maia
(“Invitación”, Breve sol, 2001)



poema tomado de: http://www.aplu.org.uy/wp-content/uploads/2010/04/Sic-9-Agosto-20141.pdf