Al ver las imágenes de Edward Gorey en
Google, ésta que corresponde a la A de su abecedario macabro me
recodó mi caída...
Yo no me caí por una escalera como
esta, que parece la de “Lo que el viento se llevó”, no, la mía
era la de mi abuela, que vivía en una casa de vecinos como la de un
cuento.
Desde la planta alta, justo donde comenzaba la escalera se divisaba el río del pueblo. Los escalones estaban pintados de rojo
y con mucha pendiente. Ni sé los niños que habrán rodado por ella,
porque mi abuela, además, tenía una “miguilla”, así era como
llamaban a las antiguas guarderías en el pueblo, pero ninguna
tragedia oscura y tenebrosa ocurrió, porque los peques son de
plastilina y no se hacen daño.Yo tampoco, y no creáis que fue una
experiencia dolorosa, al revés, los conflictos en los cuentos
también pueden ser agradables.
Yo me caí por mirar y mirar el río
y fue en principio suave, al ritmo de sus aguas porque era verano y
venía más tranquilo, y a medida que bajaba en mi caída, rodaba,
pero era una sensación, no de vértigo, sino muy agradable. Iba
haciendo no eses, sino ochos y, así, dando vueltas como a golpecitos alcancé el
suelo, me puse en pie de un salto y me sacudí la bata. Ningún
morado, estaba gordita. Desde entonces me gustan las alturas.