Eran una pareja peculiar. Él era fuerte, impetuoso y arrojadizo. Se había quedado dormido en la pendiente y no la encontraba. Tiró de sus pies para correr a buscarla, pero su cabeza pesaba más que su ímpetu. Siguió y siguió intentándolo. En ese momento escuchó un traqueteo continuo y cuando acabó, por fin, pudo asomarse al otro lado...
y la vio. Como él, pero cansada, tranquila y precavida se tumbó hacia el lado opuesto y con el ruido del tren se quedó también dormida. El día se nubló y una fina lluvia los cubrió.