lunes, 30 de mayo de 2016

408. HARU


Haru no es un libro al uso. Haru es un libro para los sentidos y para el corazón.
Primero el tacto, su autora Flavia Company puso especial cuidado en su construcción. Tarea difícil hoy día debido al proceso de industrialización del libro. Pero si has oído hablar a Flavia alguna vez, comprendes que con su poder de convicción (cree a pie juntillas lo que dice), no sería nada problemático complacerla.

Vuelvo al libro: su tacto rugoso, su olor, la fácil apertura de sus páginas te dicen que es un libro vivido, aún sin haberlo leído.
Y entiendes el porqué de ese cariño que puso su autora al hablarnos de él en su presentación en Sevilla.
¿Cómo vive cada libro la persona que escribe? Supongo que de diferente forma. Lo que me sorprendió es que después de 35 años escribiendo dijera que con Haru había llegado a “tocar la literatura”. Claro está, yo no lo había leído todavía, quería antes de leerlo, que me hablara de él. Siempre me ha gustado saber qué opina su autor de su criatura.

No voy a decir de qué va porque hay mucha información con solo teclear su nombre.
Yo solo os digo que lo empecé el viernes pasado por la tarde cuando llegué a mi pueblo: leí de ocho a diez. Sábado: de cuatro a nueve, y domingo: de cuatro a ocho.
Total: once horas tranquilas, tomando notas, saboreando sus frases que yo llamo frases-caramelo.

Encierran tanta sabiduría que hay que chuparlas, extraerles todo el jugo, para que cuando la vida nos brinde un olor como un dolor, porque Haru también se huele y se duele, se identifiquen como en una sinestesia.

Haru es paz en las vicisitudes.
Haru es armonía en el desacuerdo.
Haru es vida, la de Haru y la tuya.
Haru te da las claves de cómo afrontarla para disfrutarla haciendo disfrutar.
Pues eso, que lo disfrutéis como yo lo he hecho.


Gracias, Flavia, por tu libro y por ser como eres.

domingo, 22 de mayo de 2016

407. Cuando digo Lidia no quiero decir Carmen

Tan concentrada estaba escribiendo que no me había dado cuenta de que se había hecho de noche. La sola luz de la pantalla del portátil iluminaba la habitación.
Lidia era la protagonista pero en ese capítulo no aparecía hasta el final. Contenta de cómo lo había adelantado tecleé su nombre para acabarlo. 
Al pulsar el espacio para escribir su apellido, el nombre se borraba, y, en vez de Lidia, aparecía el nombre de Carmen. Primero extrañada y luego cabreada seguí borrando y escribiendo una otra vez el nombre correcto. No hubo manera, esa secundaria maligna había tomado forma de repente y encima quería suplantarla.

Así me fui a la cama, sin saber si era el teclado que fallaba, más que nada por encontrar una solución lógica. Esa noche pensé cambiar el curso de la novela varias veces. Sin poder dormir, al clarear me levanté, encendí la luz de la cocina y al mirar hacia los árboles una lámpara sin cable pendía de ellos.

  
No, no me estaba volviendo loca, era sólo un reflejo.

Abrí el ordenador y un archivo nuevo. Le puse el mismo título: “Carmen se subió al tren”, pero ya veis, al darle al espacio la secundaria apareció de nuevo erre que erre.  

viernes, 13 de mayo de 2016

406. Cambios


He guardado agujas,


he invocado al sol.


Ahora ensarto brotes para guarecerme en tiempo de calor.

jueves, 5 de mayo de 2016

405. El gris...


como el de hoy se agradece, llueve como en el norte. Vivo en el sur y el sol aquí arde más cerca.

Me apetece escribir, pero las cosas por hacer llaman a la puerta.

Hoy es un día gris y te diría, no pases de largo, sigo aquí: uno, dos, tres, todos los días.