¿Cómo hablar de un libro
que es la tercera vez que lees sin desvelar nada? ¿Qué es verdad en
un libro? Sólo es verdad cuando lo leemos, cuando el objeto deja de
serlo, cuando en esas palabras te reconoces. Cuando en ese diálogo
íntimo quedas atrapada. Y es entonces, que ya estás perdida.
Andaba yo por aquel tiempo
leyendo a John Berger sobre la ausencia y me encontré en el stand de
una feria con este libro. Por supuesto que el título me llamó,
pero también el formato y las páginas interiores. Y una mujer, la
autora, que no conocía y que me asombró al leerla por la
sensibilidad que reflejaba.
Miriam Palma habla de
Walada, una princesa omeya, pero también de su entorno que coincide
con el esplendor y la decadencia de la época en que vivió. Pero
esto que digo son palabras vacías, las mías que no saben cómo
expresar la poesía que encierran las escritas; la extrañeza de
cómo, en tan poco espacio es capaz de abarcar vidas y sentimientos.
Miriam, poeta como Walada, sabe plasmarla y cautivarte. Aquí no
hay mitos, ni clichés, ni siquiera leyendas. Hay una vida de mujer
que busca, que quiere ser dueña de sus palabras, encontrar su sitio,
aprender de otras, enseñar a otras. Su casa se convirtió en una
escuela para mujeres, salón literario “que vibraba por las noches
con refinados ritmos, con las más osadas hipérboles, con la
versificación más virtuosa”.
He visitado
Córdoba varias veces y en la última me acerqué a Medina Azahara, allí vi esta arqueta dedicada a Walada entre los
restos recuperados de ese esplendor que debió ser esa ciudad cuando
las europeas andaban a ciegas.
En la arqueta de su madre, igual o parecida a la de la foto guardaba
Walada sus palabras, sus lamentos, sus poemas. Esos poemas que Miriam ha sabido descifrar para contarnos la vida de una mujer adelantada a su época; una rebeldía, y, al final de su vida, la
aceptación de ese amor que mantuvo con tanta pasión, de su pérdida, de nosotras, se nazca donde se
nazca.
Y en todo ese camino adverso, a veces, por ser quien es, una omeya,
discurre mostrando a otras mujeres de su entorno, “¿cómo
escribirlas? ¿Qué metáforas usar para cincelar sus cuerpos en
poemas? ¿Qué ritmos, qué rimas, qué metros escoger para dar
cauces a los torrentes de sus voces?” Es en los sabores, olores, en
los baños, “un mundo el del hamman donde se limpiaban hasta las
almas”. A Walada se la conoce por su relación con el poeta Ibn
Zaydún y el libro nos muestra su relación, pero a diferencia de
otros libros, a quien de verdad conocemos aquí es a la mujer, a
esos hombres de su entorno y a todo lo que vivió a través de ella.