Piensas, yo no sé
en qué, solo te miro. Has terminado de desayunar y un grano de
azúcar ha volado y se ha acurrucado entre las teclas de tu portátil.
Lo has quitado con la punta de tu cuchillo pequeño y manejable. El
grano ha saltado y tu piensas de nuevo, escribes, y, ahora por fin,
como libélula que vuela alrededor de tu cabeza puedo leerte a tu
compás.
¿Cómo nos
relajamos cada cual? Música, yoga, meditación…
¿Qué es la
relajación para cada persona? Tranquilidad, seguridad, escuchar sus
propios sonidos, ser tu mismo-misma…
¿Cómo relajarse
cuando tantos problemas vemos tan solo con estar medianamente
informados?
Pensando en lo que
puedes hacer a tu nivel, criticando, dejando que lo solucionen otros,
negando que existen los problemas...
Pero ¿qué
significa relajarse?
No lo sé. Por eso
me gustaría saber cómo se relajan los demás. Yo me relajo
escribiendo. Escribir tranquila sin que nadie me interrumpa y porque
antes he leído cosas que me gustan, que me inspiran, que me
inquietan, que me mueven por dentro a hacerlo.
Escribir sin
presión, sin ambiciones...
Porque ¿qué
tenemos para creernos mejores? Tenemos... como dice el final
del poema de Martín i Pol, “Ahora mismo”
...el
espacio de historia
concreta que nos corresponde, y un
minúsculo
territorio para vivirla. Pongámonos
de pie otra
vez y que se sienta
la voz de todos solemne y
claramente.
Gritemos quién somos y que todos lo oigan.
Y
al acabar, que cada uno se vista
como buenamente le apetezca, y
¡adelante!
que todo está por hacer y todo es posible.