He terminado de leer el libro de Lara
Moreno. Lo primero que me gustó fue el título, tantas veces oído en
mi infancia a mi madre que guardaba velas y lamparillas, no como
ahora para adornar, sino por si se iba la luz, y esto pasaba con
frecuencia en mi pueblo.
Estoy en mi pueblo, de vuelta, he leído
tu novela de acá para allá,
y lo que quiero expresar no pretende
ser una reseña, yo no sé reseñar, yo solo sé recibir y disfrutar las sensaciones.
Lara, gracias, por haberme provocado
tantas y tan buenas. Por sentirme identificada en algunas
cuestiones. Por transportarme a los orígenes, a lo básico,
al disfrute en suma de tus palabras, sabias palabras. Como las que
leí por primera vez en tu blog y me llamaron la atención. Me
pregunté cómo alguien tan joven podía saber tanto. ¡Tienen tanta
profundidad tus frases, tanto poso en el tiempo!
Yo no quiero sacar frases del contexto
de tu novela, Lara, ni decir, como he leído por ahí, que tu novela
es pesimista, yo la veo esperanzadora. Pero, sobre todo, lo que
quiero contar alto y fuerte es que has sabido crear en ella una
atmósfera y esto es para mí lo más difícil; una atmósfera que
incluye al lector, desde la primera frase, y de principio a fin para
vivir como uno más las vidas de esos personajes.
Unos personajes riquísimos, porque
Lara es una maestra del detalle, ya lo comenté aquí, de los olores
y sabores que pueblan la existencia básica de ese lugar. Un lugar no
más extraño del que habitamos en este mundo hostil, quizás más
pobre aún en la novela, sí. Pero ¿cómo medimos cada cual la
pobreza y la riqueza?
Decía, que cuando comencé a leer a
Lara a través de su blog, le comenté que llegaría lejos y ahí, en
su respuesta, la conocí y me encantó. Esto es lo que ella me
contestó: En
cualquier caso, lo de llegar lejos o no es según se mire, lejos es
aquí al lado, lejos es ahora mismo, aquí en esta silla viendo este
blog: eso ya es lejos. Hay otras cosas que están Muy Lejos. Así que
sea donde sea estará bien. Vivir, ¿no?
Vivir,
no preocuparse por perder un tren, sino coger el que venga y, sobre
todo, disfrutar del trayecto. Vivir consciente de lo que se hace y
por qué se hace, ser sincera, sin maquillaje.
Todo
eso lo veo en lo que escribes porque, no hay remedio, nos traslucimos
en la escritura. Hoy, Lara, sé un poco más de ti pero si me pides
un recuerdo reciente te diré: una voz, una cálida voz y el mohín
gracioso de tu nariz por los nervios, y, también, una primera novela
que me llegó en un momento importante, que me dio luz, y que me deja
sin aliento.
Gracias,
Lara, un abrazo enorme.