
Siempre cometo el mismo error, al escribir no describo, creo que el lector va a vislumbrar las imágenes con sólo algo de diálogo. No tengo paciencia para leer descripciones con excesivo detalle. Sí, ya sé que eso es un arte, pero a mí me aburre porque me impide construir mi propia película de imágenes en mi cabeza.
Me encanta el cine y las historias escritas y trasladadas a él con maestría. Y reconozco lo difícil que debe ser porque hice un curso de guión que tampoco acabé por impaciencia.
Releo el relato “La lengua de las mariposas” del libro ¿Qué me quieres, amor? de Manuel Rivas porque tengo el guión de Rafael Azcona (fue Goya al mejor guión adaptado en 1999).

También veré después la película que dirigió José Luis Cuerda basada en el mismo relato que trata de nuestra historia, esa que todavía nos ocupa, vista por los ojos de un niño.
Este relato es tan real y profundo que los ojos del niño son los del autor al relatar algunas frases como “
Iban atados de pies y manos en silente cordada”. No me imagino a un niño diciendo esto último, pero es tan fácil confundir las voces cuando estás metido en la historia. Es un relato conciso, pero a la vez tremendamente descriptivo por la exactitud de las palabras que emplea, pero no exento de la poesía de Rivas como “
La mariposa chocó con la bombilla, que se bamboleó ligeramente y desordenó las sombras”. Concreto en un hecho de nuestra historia reciente, pero expansivo porque aún no hemos cerrado las heridas.
El guión de la película lo completan dos relatos más del mismo libro “Carmiña” y “Un saxo en la niebla”.
Dice Manuel Rivas que los relatos “
nacieron como ventanucos delante del enorme muro opresivo de nuestra historia” y que Rafael Azcona “
hizo una admirable vidriera donde la vida late con pasión y vuela con alas tan frágiles como preciosas”.
Ahora disfruto descubriendo pasos que van de un arte a otro agarrada a esos hilos que en su día no aprendí por mi impaciencia. Y pienso en la paciencia que muchos han tenido para no desatar la ira del nudo de la historia.