Recordar etapas de mi vida es lo que me suele pasar cuando muevo los libros de sitio.
No soy aficionada a recordar, sólo si necesito acudir a ese cuarto de atrás de la memoria para recuperar algún dato. Así tituló Carmen Martín Gaite su pequeño libro "El cuarto de atrás" que se va haciendo grande a medida que te adentras en él y que ahora tengo en mis manos; lo ojeo, amarillean sus páginas pero no importa, el mensaje sigue ahí:
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Los recuerdos que pueden darnos alguna sorpresa viven agazapados en el cuarto de atrás, siempre salen de allí, y sólo cuando quieren, no sirve hostigarlos”.
O este otro que conviene recordar:
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Nadie quería hablar del cataclismo que acababa de desgranar al país, pero las heridas vendadas seguían latiendo, aunque no se oyeran gemidos y disparos: era un silencio artificial, un hueco a llenar urgentemente de lo que fuera”.
Mi cuarto en el que escribo también es el de atrás, el más lejos de la puerta de entrada, aquí me escondo, como dice M. Esta mañana me ha montado dos armarios nuevos para libros y disfruto poniéndolos a buen recaudo.
Como decía, cuando cambio los libros de sitio algo ocurre en mí. Primero los miro en sus pastas, los abro, veo las notitas que doblo porque sobresalen de ellos; no me gusta subrayar, quiero dejarme sorprender por cosas nuevas que quizás no capté en una lectura anterior, por eso apunto la página y el comienzo de la frase en notas que dejo dentro de ellos.
Si quiero limpiarle el polvo a los libros y colocarlos en un nuevo lugar con prisas, como ahora, éstas desaparecen; me sitúo fuera de la realidad como en un baile lento; con movimientos pausados los abro para que respiren –están tan juntos siempre y apretaditos- y las sensaciones que emanan me envuelven como en una sinestesia. Surgen hilos que me llevan de acá para allá en el tiempo, no sólo a los momentos en que ellos irrumpieron en mi vida, sino a los momentos que el propio autor/a los pensó y escribió.
Se puede escenificar una vida, la de una persona a través de sus libros o mediante entrevistas que desgranan vivencias, instantáneas de circunstancias y situaciones.
Se puede entrar así en la vida de alguien; evocarla al leerla, y traer sus palabras al presente porque quizás te identificas con ellas.
Y es que el libro te da calor, te acoge, lo sientes cuando descubres la complicidad de sentimientos y pensamientos con lo que en él se dice. Carmen escribía desde la sencillez para volar lejos, hacia lo complicado que sólo se descubre si te fijas. Era fácil sentir esa especie de comunicación al leerla.
En ese abrir y cerrar de libros ya leídos siempre vuelvo a esa frase que los abre y que resume esa idea que lleva implícita, como en este:
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La experiencia no puede ser comunicada sin lazos de silencio, de ocultamiento, de distancia”
Georges Bataille
Y para completar esa ida y vuelta leo las dedicatorias y otros hilos se enlazan. Me gusta dedicar y que me dediquen libros y guardo algunas muy queridas, pero quiero poner aquí sólo una, la más simple y la más importante para mí:
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Para mí de yo”
Si pasas por aquí, ¿te importaría añadir tu preferida? Me gustaría conocerla.