Ha comenzado el verano, una estación que a Sara le gusta. Hace viento y sus largos pendientes bailan, le hacen cosquillas y eso también le gusta. Es su primer día de vacaciones y contempla su ciudad como si la viera por primera vez.
Anuncian una ola de calor y, aunque ella no presta oídos al miedo; como viene de un largo paseo, se cobija en la sombra de un árbol a esperar que el semáforo se ponga en verde.
Mira hacia arriba y se sorprende. Se pregunta qué árbol es el que luce unos zarcillos, como decía su abuela, tan hermosos.
Y pronuncia en voz alta el principio de la égloga de Stefan Hertmans.
Imagínate: ser un árbol
Pues si tengo que elegir, yo quiero ser este.