Felicidades, papá.
Nombrar la felicidad, eso quiero, porque repetirla la fija. Cuando escribes algo, lo imprimes en tu cerebro al pasarlo del pensamiento a la página.
Nombrar la felicidad, rebelarme contra el dolor. Parece que estamos inmersos en catástrofes continuas, no importa que no ocurran a nuestro lado, las sentimos igual por las imágenes que nos llegan. En esta época que nos ha tocado vivir están cambiando cosas, siempre cambian a más o menos ritmo. El de ahora es frenético, tanto, que hoy necesito esta paz de las cosas tranquilas; tú las inspirabas, y por eso he decidido escribir para ti. Sé que te gustaría y te alegraría este recuerdo.
Nombrar la felicidad, rebelarme contra el dolor. Parece que estamos inmersos en catástrofes continuas, no importa que no ocurran a nuestro lado, las sentimos igual por las imágenes que nos llegan. En esta época que nos ha tocado vivir están cambiando cosas, siempre cambian a más o menos ritmo. El de ahora es frenético, tanto, que hoy necesito esta paz de las cosas tranquilas; tú las inspirabas, y por eso he decidido escribir para ti. Sé que te gustaría y te alegraría este recuerdo.
Hemos llegado a tu casa, será siempre la vuestra; una casa que cambia, llena de luz que va pasito a pasito reforzándose. Cambian las apariencias de los lugares y de las cosas, pero no las vivencias, éstas se quedan, si no en el espacio nuevo, sí en cada uno de nosotros, como guardadas en una cajita que nos permite destaparlas cuando queremos.
La felicidad entra por los sentidos y el olor es uno de ellos, tan fuerte que te transporta. El olor del melón, la menta, el jazmín..., guardo olores, papá, el tuyo en tu neceser con todas esas pequeñas cosas que encerrabas en él, tu pequeño mundo.
Los olores, el espacio, la luz, las sombras, esos objetos nuevos que se introducen en la cotidianidad y que van haciendo historia. Encontrar un sitio para una mecedora desde donde observar las ramas de la morera mecida por el aire; contemplar los rayos de sol entrando por las cavidades del muro nuevo que parece vivo gracias a la luz que lo atraviesa.
Es en ese deconstruir y construir, en estas dos palabras transcurre nuestro tiempo. Un tiempo de cambios, también de incertidumbre para quienes tenemos hijos, tus nietos. Observar la vida, escucharla, apreciar cualquier cambio estacional. A eso dedicabas gran parte de tu tiempo encerrado en el cuarto de trabajo, del que solo queda esta ventana verde que aquí luce: reciclada. Porque reciclar era lo tuyo, y también enseñar a tus nietos a construir juguetes de madera para luego ver cómo jugaban, siempre con miedo de que se hicieran daño. Esa paz tuya, ese amor por las cosas bien hechas, tu lema de siempre; ese desorden en tus cosas también, no todo ha de ser perfecto, la perfección no existe y lo sabías. Te retirabas cuando querías para ver pasar la vida, al margen, y así te fuiste, a tu gusto.
Hoy quiero felicitarte, es tu día y felicitarme por sentir y disfrutar de todo lo que puedo.
Tengo una cajita nueva para guardar la felicidad, ya lo sabes. Te quiero.