Quería mostrar este lugar que me
atrapó a mis amigos, que vieran cómo en una misma región,
partiendo de la vega del Guadalquivir, se puede contemplar desde el
coche: la nieve que queda en sierra Nevada, el desierto de Tabernas,
y, ya en el Cabo de Gata, las plantas autóctonas como la pita, el
esparto que cubre las superficie de las montañas con su color y
maraña...
Imaginar con las crestas de las dunas fósiles
en Los Escullos.
El mar en calma de La Isleta del Moro.
Y de vuelta las vistas desde el faro. En junio sus playas no están tan
pobladas y se puede experimentar la sensación de bañarse en aguas
transparentes sin agobio. Han sido sólo dos días, pero esas 48 horas sin
indignarme por la intolerancia y falta de respeto de quienes se
creen dueños de todo...
Sólo el sonido de los pájaros, el
rugir de olas y nuestras propias voces al conversar: todo un regalo.