El reloj marca el tiempo, pero no la felicidad.
Sean felices, saboreen la vida, y a cuidarse y abrigarse.
El hilo que conduce al costurero te llevará al lunes 10 de Septiembre de 2007.
El reloj marca el tiempo, pero no la felicidad.
Sean felices, saboreen la vida, y a cuidarse y abrigarse.
La puerta
¿Acaso no es prisión
una puerta
que sólo pueda abrirse
desde fuera?
salir y entrar, dejarla abierta:
Dulce Chacón, de “Querrán ponerle nombre” (1992)
Las personas no tenemos que caernos bien a la fuerza. A Oscar no le caía bien su vecino Ernesto que era más joven que él; un chico serio, oscuro y algo encorvado, como metido hacia dentro. Una vez que tomaba contacto con alguien y hablaba un poco hasta podía sonreír, pero su expresión no era de felicidad.
Estaba casado y tenía cuatro niños muy malos y traviesos para su padre, como él decía, pero encantadores para el vecindario. A Ernesto su malestar le salía a flote cuando les reñía y esto sucedía a menudo. Para conversar elegía a sus perros que se pasaban el día ladrando. Esto era de lo más pesado para Oscar que era escritor y le gustaba escribir en la parte posterior de la casa al aire libre. Entre los perros del vecino y el canto de las palomas turcas, pesadas como no había otras, el pobre hombre no podía concentrarse, incluso, si entraba dentro de la casa.
Con los perros no podía hacer nada, pero ¡ay las palomas! Para ellas se construyó un tirachinas como los antiguos, aunque las gomas, “no eran como las de antes” decía él. Con toda paciencia las cambiaba cuando se rompían. Buscaba garbanzos secos o piedrecitas pequeñas y a la caída de la tarde, antes de tenderse a leer en la hamaca, comenzaba la caza de las palomas que se posaban en su lugar preferido: la antena de la televisión.
Antes de los garbanzos puso en práctica otro método que creía infalible: ataba una cuerda a la parte de la antena donde se posaban y tiraba de ella para asustarlas, por tanto, que quede constancia de que asesino no era el hombre. No funcionó y fue cuando pasó al tirachinas.
Pero el tirachinas… Su mujer, con todo acierto, se lo escondía cuando los niños del vecino jugaban porque recordaba que en su infancia hubo más de uno ciego por jugar con este instrumento peligroso. Desde la cocina le gritaba: -¡Todo este asunto está rayando en lo patológico, estás loco!
Ser la mujer de un escritor no era cosa de gusto. A ella le encantaba viajar, pero cada verano alquilaban la misma casa en una urbanización de la sierra; había muchos senderos por donde pasear, y Oscar aprovechaba para hablarle de argumentos, tramas etc. Y sucedió, que en uno de esos paseos mientras hablaba con su mujer tranquilamente, pasó un ciclista por su lado acompañado de varios perros. Uno pequeño y juguetón se le enredó a Oscar entre las piernas y lo tiró al suelo. La mujer asustada le echó la bronca al ciclista que resultó ser Ernesto, su vecino. Ese mismo día hicieron las maletas, pero antes de irse Oscar lanzó los garbanzos que le quedaban con el tirachinas a boleo por si tenía la fortuna de darle a “algo”.
-Pero..., qué coño me ha pasado por la cabeza.
Esto lo dijo un joven vestido de operario con un mono azul perteneciente a la empresa “Masfrío”, que acababa de arreglar una fuga de gas del compresor de la unidad exterior del aire acondicionado situada en la azotea de Enrique. Estaba en cuclillas, guardando las herramientas en su caja y con la mano derecha contestando otra llamada de otro cliente; ese verano las temperaturas habían alcanzado los 43º a la sombra, y, lo que le golpeó, le tiró el móvil la suelo.
Y allí estaba junto al móvil la paloma tendida boca arriba, quieta, sin voz ni arrullo, ni canto repetitivo.
Bajó a la casa rápido, y, mientras la mujer de Enrique le pagaba, no dejaba de protestar señalando al vecino. Mientras, su marido sin prisas metía a los perros y a sus hijos dentro del patio interior.
Sí, no digas nada más, dijo la mujer al operario, ¡Estos hombres parecen niños grandes!, están locos, locos.
Alicia escuchaba el repiqueteo del agua en el patio acurrucada en la cama. Otoño, lloviendo y con una hora más de sueño para alargar la mañana del domingo, pensó. No sucedía igual cada primavera cuando en vez de retrasar la hora la adelantaban. Al acordarse de lo mal que lo pasaba bostezó. Se levantó a beber agua y, como hacía siempre, buscó la luna a través de la cristalera que daba al pequeño huerto. Debería estar en cuarto menguante. Las nubes le impedían divisarla, pero al refregarse los ojos creyó verla llena y alegre como ella.
¿Quién lo desemborregará?
El desemborregador
que lo desemborregue,
buen desemborregador será.
Tan concentrada estabas que al pasar delante del espejo, ni siquiera viste tu imagen reflejada.
Justo a mi espalda, había una pareja sentada en un banco. Me llamó la atención el tono de él que al hablar era intolerante e impositivo y no callaba. No me volví, aunque me hubiera gustado para verle la cara.
¿Somos lo que decimos?, pensé. Creo que no solo la actitud, sino las palabras y el lenguaje que usamos nos moldea.
Otros árboles más cercanos a la pareja llamaron mi atención. Entonces hubo un silencio y me quedé mirando por la cámara.
¿Sabes?, le dijo pausadamente ella; eres como esa palmera más alta, siempre tienes que sobresalir, imponer tu criterio, llevar razón en todo y eso es imposible. Si bajaras el tono y observaras verías cómo crece y luce la más baja.
Y me fui sonriendo.
Estoy casi en el campo y observo cómo los insectos se han adueñado de las casas vacías; moscas, más pesadas si cabe, hormigas que muerden sin verlas y no le puedes ni poner el pie encima como en el poema de Silvia Nieva en su libro La fábrica de hielo:
Ser
hormiga hoy.
Levantarse,
romper el trayecto,
encontrar
el pie que pisa
y morderlo tantas veces
que el dolor lo
paralice.
Sin embargo, la hermosa cigarra o chicharra en silencio se desprende de su muda;
se agarra al tendedero con toda su fuerza, porque no debe ser tan fácil como parece y despliega sus alas no sin antes dejar tendida su muda, que hace compañía a la nuestra todos los veranos. Yo prefiero el canto de la chicharra a que me molesten las moscas, aunque si están así de quietecitas como llevan un rato en la lámpara, pues que disfruten.
Hacia la disolución
El sonido del agua caliente
vertida por el termo
es como el de unas palabras tiernas.
Dentro de la taza
el azucarillo de mi corazón
avanza plácidamente
hacia la disolución.
Toyo Shibata, Recoge la luz del sol con las manos.
http://lotronan-1224.blogspot.com/2013/05/dia-1937-recoge-la-luz-del-sol-con-las.html
Esa noche soñó, pero qué digo, ¿sueñan los pájaros? No lo sé, pero me imagino que este en concreto al posarse en el muro y ver el vacío que había dejado el pino añoraba esos paseos y conquistas por sus ramas.
Y, cómo no, esos vuelos por esa pequeña parcela tan libre que durante casi un año fue completamente suya.En su último paseo algo llamó su atención al posarse en el alfeizar de la ventana del cobertizo y aprovechó para colarse dentro. Allí reinaba todavía la quietud.
Buscó a alguien, tan familiarizado estaba con los humanos que le hubiera encantado verlos trabajar y seguro habría intentado una conversación a su manera. Tan solo había un sombrero en un cuerpo inanimado, intentó posarse en él, pero algo llamó poderosamente su atención.
Un vuelo corto y allí estaba él pintado en sus mejores tiempos y casi posando en equilibrio como lo hacía desde las ramas del árbol enorme y frondoso.
Al menos ella, su pintora, no lo había olvidado y desde lo más hondo de su pequeño cuerpo se lo agradecía.
Feliz cumpleaños, cariño. Os extrañamos.
MAR
Me ha encantado volver a verte.
Tus formas
tu olor
tu color
tu sonido.
De enfado
de calma.
De no entender.
Rosa Guzmán
Cuando ibas a la ciudad de pequeña te quedabas embobada ante el movimiento de coches y personas; era como un carrusel de feria, colores y olores al pasar por la puerta de algún restaurante o puesto callejero de chucherías. Estabas aprendiendo a leer y leías todos los letreros en voz alta y, mientras, te agarrabas fuerte de mi mano para no tropezar y caerte. ¡Y qué decir del tren! Lo que disfrutabas en el trayecto.
Ahora vives en la ciudad y apenas sales. Aunque ha pasado lo peor, no te puedes aislar.
Como no te vayas a una cabaña al campo... Y, aun así, tampoco. ¿Quién te dice que no pasará un pastor con su rebaño de ovejas? Deseoso de conversación te provocará y tú, que tampoco estás acostumbrada a estar callada porque no lo has sido nunca, claudicarás.
Te lo repetía durante el primer confinamiento y más severo; aquel en que cada vez que tenías que llenar la nevera te dabas una vuelta por la ciudad primero, y te quedabas anonadada. Las ciudades no se han hecho para estar vacías en sus calles y plazas, decías enfadada. Es peor que la guerra física esta sensación de soledad, te quejabas. Porque el silencio era tan grande que parecía que todos estuvieran muertos dentro de la propia vivienda, como si hubiera sucedido una catástrofe nuclear.
¡Ni que tú hubieras pasado ninguna!, te contestaba riéndome para relajarte.
Y buscaba ventajas: los pájaros vuelan libremente y cantan felices, el aire es más limpio...
Pronto todo esto pasará, te decías tu misma. Y es verdad.
puede que la envidia te vaya transformando.
Siempre he leído así con varios libros empezados, los seguía leyendo todos a la vez y los escogía según el sitio, el estado de ánimo, el silencio, etc.
Ahora, cuando los veo esperando por la casa, el abandono es por otras causas; me aburren y no quiero perder el tiempo, pesan y a mí me gusta leer tendida para hacer una pausa entre líneas y acariciar el papel y, también, porque han cambiado mis prioridades en la lectura.
Ya no solo me interesa la historia, sino cómo se cuenta, porque las historias suelen repetirse, pero la forma de contarla es marca de cada escritor. Busco la forma en un libro como quien coge un tejido y lo palpa para comprobar el grosor, tacto, color, revés. Y ahí, en el revés compruebo..., como decía mi madre, “cuando quieras saber cómo está echa una labor, mira el revés de la prenda”.
He dejado de hacer listas y de poner libros que he leído, cada cual tiene sus gustos y sus preferencias. Sí que me digo: elige uno. Pienso en el autor/autora y, aunque me resultaría más fácil, serían muchos también.
Sigo pensando. “Debe ser aquel que te haya acompañado durante tiempo y por eso se haya quedado en tu recuerdo”. Y elijo tres por orden de antigüedad de lectura:
La regenta porque descubrí a Leopoldo Alas, Clarín y su maravillosa concreción en sus frases cortas.
Nubosidad variable de Carmen Martín Gaite porque por su aparente sencillez deseé escribir como ella.
Años luz de James Salter, por el poder evocador de sus palabras y la capacidad para recrear atmósferas.
¿Y tú, a quién eliges?
FELIZ DÍA DEL LIBRO
Imagínate:
ser un árbol.
Una insignificante nada de verde al
viento,
mancha en un camino con márgenes precisos.
Mis
raíces, que sueñan con gusanos,
Las avispas que me sobrevuelan
fugaces,
El tiempo pasa volando.
En
fin – ser un árbol.
Estoy en pie, observo y presumo.
Ya
no guardo sombra.
Un vino agrio.
Adaptación de la Égloga que podéis encontrar aquí.
Como los del año pasado, como en las recientes navidades. Por ponerle más pegas a la pandemia y a su contención, creo debería haber comenzado en nuestro invierno. Ya son dos primaveras, “bichito”, las que por tu culpa no podemos admirar el campo en su esplendor.
Por suerte tenemos libros, podemos ver cine, me estoy imaginando cuando quiera recordar todo lo que he leído y visto en este tiempo… Por si acaso guardo archivos para llevar la cuenta.
También sirven estos días para revisar, aligerar armarios y tirar cosas. Esto para mí es una penitencia por usar una palabra que venga bien con las fechas.
Por ejemplo, aún guardaba una maleta con libros de mi madre, bien conservados.
Como ya creo haber mencionado, mi madre era modista y lo que más le gustaba hacer para reponer fuerzas era sentarse en su mecedora y leer, sobre todo novelas de Agatha Christie y Corín Tellado entre otras.
Intriga y pasión; pero la verdadera intriga es la nuestra porque cuando ya no están y seguimos viviendo llegamos a la conclusión: ¿hasta qué punto conocimos de verdad a nuestros padres? Pero ese es otro tema.
Me gusta Agatha y más el libro que escribió Ven y dime cómo vives, un periplo por Oriente Medio acompañando a su marido Max Mallowan, arqueólogo. Participa con él en las excavaciones y soporta incomodidades, pero con su sentido de la observación y su humor busca el lado divertido para hacer de este libro una delicia.
A Corín no la he leído. La busco en Internet y lo primero que sale es su página en Wikipedia:
5000 novelas y relatos en su haber entre 1946 y 2009, y que fueron traducidas a 27 idiomas. El haber vendido más de 400.000.000 de ejemplares de sus novelas la llevó a ser reconocida como la autora más vendida en idioma español según en el Libro Guinness de los récords de 1994, y ya en 1962 la UNESCO la había declarado la escritora española más leída después de Miguel de Cervantes. Sus obras continúan siendo, reeditadas en formato digital.
Se pueden hacer lecturas de su éxito, incluso, del rostro que han buscado para la foto, pero ahí va el dato.
A medida que Paola avanzaba por el paseo se miraba las uñas de los pies pintadas en rojo burdeos que sobresalían de sus sandalias azules de tiras. Los dedos en perfecto orden de mayor a menor. Era verano y vestía una falda larga de seda vaporosa, ideal para el calzado plano que prefería durante el día. Así caminaba hacia el cumpleaños de una amiga. Se sentía esplendorosa. Una camiseta roja a juego con las flores de la falda que se bamboleaba a cada paso. El abanico que siempre la acompañaba colgaba de su cuello con una cinta roja también. Todo en ella bailaba con sus andares. Tropezó al subir un escalón y comenzó a andar raro. Se miró los pies y se asustó porque sus sandalias, como por arte de magia, se estaban deshaciendo. Caminaba y dejaba un rastro de goma negra deshecha, sus zapatos la estaban abandonando…
Se consoló pensando en que esa misma noche para la despedida de soltera de su hermana tenía preparados sus zapatos de japonesita, así los llamaba por el tacón de contorno suave y diferente. Negros. Con sólo una tira trenzada y cerrada en una hebilla; todos los dedos al descubierto, pero muy cómodos por la anchura de la tira. Para lucirlos mejor llevaría unos pantalones de seda con el bajo ancho y a media pierna. Arriba un top ajustado para lucir su piel morena. Estaba preparada para bailar cuanto quisiera.
Y así fue, bebió y bailó todo lo que pudo. Alguien en la pista de baile se cayó a su lado. Ayudó a la joven a levantarse y ésta le dijo al oído: se te está partiendo el zapato.
Ni siquiera el zapatero pudo hacer nada con ellos.
Texto inspirado en la frase del cuento Los zapatos rotos: “los zapatos no son ya para mí algo esencial” del libro Las pequeñas virtudes de Natalia Ginzburg.
Si hemos llegado a que este día sea una celebración, aunque no podamos salir a la calle a manifestarlo, es porque muchas mujeres hicieron caminos.
En ese largo camino recorrido por las mujeres para defender sus derechos y para relatar su existir en un mundo de hombres, hoy me apetece recordar a Mary Astell que fue una de las primeras feministas de la historia en defender la alfabetización universal de la mujer.
La R.A.E. nos dice que la alfabetización es la acción de alfabetizar:
De alfabeto1 e -izar. 1. tr. Ordenar alfabéticamente.
2. tr. Enseñar a alguien a leer y a escribir.
Yo lo hice, y esas mujeres me enseñaban a mí más que yo a ellas. Sin tener idea de letras practicaban verdaderos saberes y conocimientos adquiridos de generación en generación. Si le preguntabas por algo lo explicaban porque sabían, es decir, comprendían lo que sabían. Luego con el aprendizaje se sentían felices al poner palabras a las cosas, leer libros y, cómo no, poder defenderse de agresiones, etc.
Mary Astell sentaba las bases de la emancipación de la mujer y de una educación en igualdad. Así:
“La incapacidad, si es que existe, no es natural sino adquirida; […] no hay razón alguna por la que las mujeres deban contentarse con ser un cero en el mundo, sin ningún valor a menos que acompañen a otro.” (Una seria propuesta para las damas, con el fin de progresar en su verdadero y gran interés. Por una amante de su sexo, Mary Astell).
Para ella, lo importante no era la acumulación enciclopédica mecánica y memorística de conocimientos, sino la destreza en el razonamiento oral y escrito, en definitiva, en la capacidad argumentativa y reflexiva nacida del espíritu crítico, imprescindible para el disfrute de las experiencias vitales.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/el-rumor-de-las-multitudes/mujeres-atrevieron-saber...-actuar
Es cierto, como que el título es un palíndromo, se puede leer:
hacia la derecha y hacia la izquierda.
¿Somos
seres
sosos
solos?
Espero que no nos volvamos así… Mientras tanto, mejor jugar con las palabras a:
separarlas, juntarlas, leerlas al derecho y al revés, viajarlas...
La ruta natural
¡Ojo!
Ana,
¿son ruidos acaso diurnos?
Se van sus naves,
sé verlas al revés.
¡Aviva! ¡Ama!
Allí ves a Sevilla.
Yo voy... Yo soy…
Y ya que sabemos además que tampoco existen paraísos futuros, no hay más remedio, entonces, que ser el paraíso. Roberto Juarroz Poesía vertical
Kleos es una cartografía musical e interactiva creada para celebrar la dimensión cosmopolita, cultural y ambiental de los jardines y sus especies. Una propuesta que se articula a través de una aplicación móvil donde, a modo de gabinete de las maravillas, se relacionan especies botánicas con fragmentos musicales, científicos y artísticos, remezclados en función del desplazamiento y la proximidad entre los usuarios y las especies vegetales que les rodean.
Más aquí: https://antropoloops.tumblr.com/post/181167982468/kleos
Las voces del silencio erizan la piel, pero las del ruido y la euforia nos dan más miedo que a los que las provocan. No sé si os pasa, a mí me dan ganas de salir corriendo…, escapar como en el poema.
HUIDA
Escapo
montada sobre el lomo de las palabras,
hacia allá,
mucho más allá de ese sitio
del que nunca me alejo.
Mirian Palma Ceballos, de Ruidos. Silencio. Ruidos
Ándate con cuidado. / Que no se entere nadie / de que lo pasas bien, / que tu vida funciona y eres feliz a ratos. Karmelo C. Iribarren
Magüi bebía el café a sorbitos, por el humo que desprendía la taza debía estar ardiendo. Se dedicaba a escuchar a las demás mujeres. Todas a una se quejaban de sus maridos jubilados. La mayoría de ellas, fuera también del mercado de trabajo, no sabían que hacer con su vida. Iban una a una dando sus opiniones.
-Se pasa el día metiéndose en todo.
-O dándole al mando de la tele. El sofá está más hundido desde que se jubiló.
-Se mira el ombligo más que nunca. Siempre preguntando qué voy a hacer de comer. Muy mal los hemos acostumbrado, chicas.
Siguieron dando razones diferentes, pero en lo que todas estaban de acuerdo era en la pérdida de libertad y en la dificultad de pasar todo el tiempo juntos.
Magüi las escuchaba, su marido estaba a punto de jubilarse y era una persona muy activa. Su rostro era de preocupación. Terminó su café, se recompuso y dijo para variar.
-Pues yo veo en todo esto la oportunidad de aprender algo, nunca es tarde.
Algunas se rieron. La más enfadada la recriminó de ingenua.
-Pues, hija de mi vida -dijo la que estaba a su lado mientras las demás cuchicheaban-, lo siento pero ellos aprender a estas alturas... Al revés, se meterá en todo lo que haces, te cambiará las cosas de sitio, vamos, que te sacara de quicio.
Las que parecía que no escuchaban, se volvieron rápidas hacia ella y asintieron con la cabeza mirándola casi con lástima. Sabían que no se la podía sacar de casa, todas sus aficiones estaban dentro de ella, siempre tenía alguna excusa hasta..., para no ir a nadar con lo que le gustaba.
Pasó el tiempo y un buen día la casualidad hizo que volvieran a encontrarse. Después de los saludos la pregunta no se hizo esperar, sobre todo, después de observar que la Magüi casera y algo descuidada con su aspecto había cambiado radicalmente. Más delgada y esbelta. Hasta las arrugas de preocupación de su cara habían desaparecido. Sus antiguas “amigas” se miraban sin comprender el cambio.
¿Murió tu marido? -preguntaron todas a una.
¡¿Qué decís?! ¿No habéis oído hablar de él? Se dedicó a la escultura y ahora tiene toda la casa ocupada con sus proyectos, tuve que cambiar mi aspecto porque yo soy su modelo preferida. Y ¡lo que no creeréis! Soy su representante y continuamente tengo que salir de casa para contactar con los galeristas. ¿Qué os parece?
No tuvo respuesta, tan sólo miradas y silencio.