miércoles, 9 de enero de 2008

13. Las discontinuidades I

Volvamos al cuento tradicional, nos dice John Berger en este libro para introducirnos en la forma narrativa fotográfica.

El perro salió del bosque es una declaración simple. Cuando esa frase continúa con El hombre dejó la puerta abierta, la posibilidad de una narración ha comenzado. Si el tiempo de la segunda frase se convierte en El hombre había dejado la puerta abierta, la posibilidad se vuelve casi una promesa. Toda narración propone un acuerdo entre las relaciones, no declaradas, pero asumidas, existentes entre los sucesos.

Ninguna historia es como un vehículo de ruedas cuyo contacto con la carretera es continuo. Las historias caminan, como los animales o los hombres. Y sus pasos no se hallan sólo entre los sucesos narrados, sino entre cada frase, algunas veces cada palabra. Cada paso es una zancada sobre algo no dicho.

Todas las historias son discontinuas y están basadas en un acuerdo tácito sobre lo que no se dice, sobre lo que une las discontinuidades. Entonces surge la pregunta: ¿Quién llega a ese acuerdo con quién?. Uno se siente tentado a contestar: el narrador y el oyente. Sin embargo, ni el narrador ni el oyente se encuentran en el centro de la historia: están en su periferia. Aquellos de los que habla la historia están en el centro. Es entre sus actos y atributos y reacciones donde va a estableciéndose la conexión no declarada.

La historia confiere autoridad a su personajes, a la experiencia anterior del oyente y a las palabras del narrador. Y es la autoridad de todo ello unido lo que hace que la acción de la historia –lo que sucede en ella- sea merecedora de la acción de contarla y viceversa.

Las discontinuidades de la historia y el tácito acuerdo subyacente a ellas unen al narrador, al oyente y a los protagonistas en una amalgama. Una amalgama a la que llamaría sujeto pensante de la historia.

Una historia no es simplemente un ejercicio de empatía. Tampoco es un lugar de encuentro para los protagonistas, el oyente y el narrador. Contar un cuento es un proceso único que funde esas tres categorías en una. Y, finalmente, lo que las funde, dentro del proceso, son las discontinuidades, las conexiones silenciosas, acordadas en común.

viernes, 4 de enero de 2008

12. Afilar el hacha antes de cortar el árbol


Eso decía una de mis escritoras preferidas C. Martín Gaite, como también: “Lo importante es querer decir algo y querer decirlo bien, para un buen narrador el acento está puesto en esta cuestión, y atendiendo a ella es cuando hace lo que debe.

En literatura lo que está bien contado es lo que vale, lo que es verdad. Las palabras que saben crear ese campo mágico de relación, entretejerse con propiedad, crean el amor mismo.

La narración es una exigencia. Si no cuentas las cosas, forman montoneras. Es como entrar en un cuarto donde todo está patas arriba y empezar a doblar historias, y meterlas en sus estantes correspondientes, luego ya se puede respirar y el ocio de tomar el sol en una butaca es armonioso”.

Estos días son días de trabajo doméstico, de celebraciones, de encuentros, pero también de lecturas y relecturas. Es de ellas de donde extraemos la esencia, donde nos identificamos, donde alimentamos el pensamiento para escribir, porque escribir es haber memorizado con los ojos la vida y la vida también está en los buenos libros.

viernes, 14 de diciembre de 2007

11.Para estar informado con fundamento.


Sin necesidad de mucho esfuerzo, sin leer siquiera, las viñetas satíricas de El Roto te muestran lo que pasa en este, nuestro único mundo..., por ahora.

El Roto, seudónimo del veterano y genial autor Andrés Rábago (Madrid, 1947) ha presentado en Madrid el segundo volumen de su Vocabulario Figurado (Círculo de Lectores). En las más de 170 viñetas el tono descarnado es el denominador común de las críticas del autor contra el nacionalismo, el terrorismo, la religión y el capitalismo descontrolado.

Le tocó empezar su carrera bajo el franquismo. En esa época usaba el seudónimo de “Ops”, que fue coexistiendo con el actual. Su forma de ver la realidad y su forma de hacer, lo expresa en su obra, pero también en sus respuestas en distintas entrevistas a los medios.

"-Un dibujo no abarca más que un fragmento pequeño de las cosas, un fragmento caracterizado, modificado, un ángulo visible. El trabajo de la sátira no es equilibrado, es deformante. Las imágenes o las ideas no deben ser contradictorias, tienen que tener una idea común.

-Lo que acabo de pensar nunca lo dibujo al surgir, espero un tiempo; luego, busco la imagen apropiada y la situación en la que esa idea pensada pueda encajar. Así la voy desbastando hasta dejarla en su expresividad máxima con el mínimo de palabras.

-Me dejo llevar por mi intuición, por cosas que me interesa decir, nunca sigo los temas políticos de actualidad, trato temas de mediano plazo, de largo plazo, problemas que sé que van a estar ahí cierto tiempo.

-No me interesan los personajes públicos: ya tienen sus vehículos y dicen lo que piensan. Soy una persona bastante solitaria, lo que procuro es tener mucho silencio alrededor. No tengo televisión, apenas oigo la radio, mantengo en mi entorno un silencio que me permite escuchar lo que está en el aire. Sería algo así como guardar silencio para poder oír.

-La actualidad es como el mar, en la superficie está el oleaje, el mero vaivén, pero por debajo van las corrientes profundas, las que a mí me interesan más.

-Más que formar opinión yo creo que expreso opinión. Me parece útil ayudar a que la opinión que ya está formada en una persona cristalice y tome forma. No estás formando opinión, estás ayudando a que salga a la luz.

-La realidad es tan aberrante que, por sí misma, se convierte en sátira con todo lo que está pasando.

-La mentira y el dinero se han convertido en lenguajes universales. Sólo soy el amanuense de una forma de pensar que está ahí. Pero yo, por mí mismo, probablemente no existo”.

Tuve la ocasión de ver en Sevilla, hace unos meses, la exposición itinerante de “El chaparrón”, donde sus viñetas muestras los problemas que afectan al medio ambiente. Realmente geniales.

martes, 11 de diciembre de 2007

10. Una película de miedo

Después de un viaje intensivo, vuelvo con un catarro también intensivo y busco distraerlo con algo de cine. No es mi género favorito, aunque me gustó "El resplandor" de S. Kubrick, la que más miedo me ha dado. Después me encogí en la butaca con los "Aliens", mezcla de terror y ciencia-ficción.

El bosque es una fábula sobre el poder que puede tener el miedo para una sociedad. De entrada se muestra una atmósfera apacible mecida en una banda sonora atrayente que, poco a poco, se va transformando y aflorando todo ese temor, ese miedo a lo desconocido y al progreso. Pero su joven director: M. Night. Shyamalan nos muestra también la valentía de la mano de una chica...

No obstante, es para preguntarse ¿qué hay en este género para que busquemos pasar un mal rato?, ¿el miedo?

Busco y leo sobre el tema:
“el miedo nos hace sentir vivos, la adrenalina que genera tensa nuestros músculos, agita la respiración y acelera el corazón. Estos estímulos nos permiten vivir la intensidad de la sensación sin necesidad de salir corriendo ni hacer frente a un peligro y tener que luchar contra él”.

Es el miedo sin esfuerzo, ese miedo fácil, controlado, ese miedo no real que hace que salgamos de la oscuridad de la sala de proyección y podamos instalarnos de nuevo en la comodidad de nuestro sofá mientras otros miedos se van instaurando en nuestra vida cotidiana.

Como por ejemplo el miedo a volar y no hablo del miedo de ir en avión, sino el que se genera en los aeropuertos.
Vistos desde arriba parecemos verdaderos zombis, atravesando despacito las hileras laberínticas de los controles.

Cuando ya sólo te queda por enseñar las tripas, te vistes deprisa y vas hacia la puerta con alegría, deseosa de ver por fin... Londres y dedicarte al turismo. Pero es justo allí, en la puerta, donde te topas con un joven humano de grandes músculos rodeado en sus pectorales de correas y cargado con su metralleta, le miras, muestra un rostro tenso y piensas: ¿podrá poner cara de ternura cuando mire a su hijo?

miércoles, 21 de noviembre de 2007

9. ¿Por qué no hablas?


Cuando se acaba la algarabía de una noticia quedan las frases que la han hecho famosa.
Esta debería ser la frase de ésta semana para intentar comprender a la mujer que no pide ayuda estando amenazada de muerte.

-¿Por qué no hablas? Di algo mujer. Algo parecido le preguntaba la locutora de TV de uno de los programas de “entretenimiento”. La chica, a quien increpaba para aumentar la expectación, ante el hecho de un chico declarándosele de rodillas. Ella callaba, ante la insistente declaración de... ¿amor?.

La chica miraba a la locutora y levemente giraba la cabeza en un movimiento negativo casi imperceptible, entre sorprendida e impotente.

Si lo que pretendía el programa en cuestión era representar la escena clásica de D. Juan en versión moderna, le salió el tiro por la culata.

Este D. Juan de pacotilla al más puro estilo, con sus ricitos peinados al agua y queriendo mostrarse impecable; ante la negativa, controló su machismo y lo volcó más tarde matando su “deseo” para que su “ego” quedara intacto.

Esta chica rusa, quizá debería haber leído cómo se educaba a la mujer española no hace tanto, para que, a su vez, transmitiera esos valores a su prole.

Para muestra un botón de los que están circulando por internet.

“La vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera simular –o disimular- no es más que un eterno deseo de encontrar a quien someterse. La dependencia voluntaria, la ofrenda de todos los minutos, de todos los deseos y las ilusiones, es el estado más hermoso, porque es la absorción de todos los malos gérmenes –vanidad, egoísmo, frivolidades- por el amor”.
Medina, revista de la Sección Femenina, 13 de Agosto de 1944.

O esta otra perla:

“Las mujeres nunca descubren nada; les falta, desde luego, el talento creador reservado por Dios para inteligencias varoniles”.
56 “Discurso de la Delegada Nacional de la Sección femenina en el Primer Consejo Nacional del SEM”, en Consigna, nº 26, 3-1943, p. 23.

viernes, 9 de noviembre de 2007

8. Persuadir y seducir

¿Qué sugieren estas dos palabras?. Si nos fijamos, no cabe duda: estamos ante dos palabras hermosas, tanto por su forma como por su sonido. Si buscamos su significado en algún diccionario, tanto una como otra tienen connotaciones negativas.

Los matices de las palabras son como el color o el perfume que las distingue. Para notarlos hay que degustarlas, saborearlas, y a continuación, dejarlas en libertad.

Al pronunciar persuasión, las letras no salen con tanta facilidad de nuestros labios, como si con ello la palabra nos diera a entender su significado más benévolo: “tratar de convencer a alguien mediante razonamientos”. No basta que tengamos toda la razón del mundo, este convencimiento genera una resistencia en el otro, por tanto, la persuasión va dirigida a la deducción personal, al intelecto.

Sin embargo, la seducción sale de nuestros labios sin esfuerzo como una música que llega al oído del otro de manera suave, como algo subliminal, interno e inconsciente. No se dirige a la razón, por lo que no opone resistencia, sino a emociones para despertar sensaciones.

El diccionario de 1739 ya definía seducir como “engañar con arte y maña, persuadir suavemente al mal”.

¡Pobrecitas palabras, qué carga arrastran! A través de la historia tanto la religión como la política, el comercio, la publicidad, etc... han hecho que al pronunciarlas recordemos conceptos negativos sobre todo aplicados al género femenino, en el caso de estas dos: seducción y persuasión. Incluso la literatura que es un reflejo de la vida guarda su utilización. Y no digo que no sea en parte cierto, yo misma he tenido que defenderme ya no sólo de las etiquetas; sino de consejos encaminados a usarlas para obtener beneficios cuando he querido ir por derecho y a las claras.

¿Quién no se ha sorprendido cuando, al emitir un argumento, una palabra escuchada a nuestros mayores ha salido sin querer de nuestros labios?

Como dice Rossi-Landi, un clásico de sociolingüística de los 60: “El sujeto no sabe por qué habla, como habla, y es hablado por sus propias palabras”.

Los vocablos heredados se introducen en los contextos de las palabras, se van sumando a la historia y van impregnando nuestros pensamientos.

Alex Grijelmo en su libro “La seducción de las palabras” nos lo explica muy bien:
“Las leyes del idioma entran en el hablante y se apoderan de él para ayudarle a expresarse. Nadie razona previamente sobre las concordancias y las conjugaciones cuando habla, nadie programa su sintaxis cuando va a empezar una frase. Si acaso, puede analizarla después de haber hablado. Así también las palabras se depositan en el inconsciente, sin razonamientos, y poco a poco adhieren a sus sílabas todos los entornos en que los demás las usan”.

Y es ese entorno, a veces malintencionado, quien las viste con esos ropajes de prejuicios, intransigencias y amenazas de todo tipo. Esos ropajes que las asfixian y ocultan su belleza innata y hace que incluso temamos usarlas en según que contexto por si alguien tergiversa el significado que queremos darle.

martes, 30 de octubre de 2007

7. La paciencia hecha mujer


Escribir un libro no es tarea fácil, hay escritores que tardan años, pero qué puede haber más difícil: escribir un diccionario sin ordenador.

“A mi marido y a nuestros hijos les dedico esta obra terminada en restitución de la atención que por ella les he robado”

Esta es la dedicatoria que Doña María Moliner escribió en su Diccionario de uso del español en 1.966. El tratamiento le cuadra porque es una mujer admirable y admirada.

Gabriel García Márquez dijo de ella: "Hizo una proeza con muy pocos precedentes. Escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana. Lo escribió en las horas que le dejaba libre su empleo de bibliotecaria, y el que ella consideraba su verdadero oficio: remendar calcetines".
Este oficio que ella calificó de "prosaico" en la definición que de esa palabra hace en su diccionario:
Prosaico, -a adj. (del lat. tardío “prosaicus”) adj. Falto de poesía; vulgar, sin elevación, emoción o interés: "El trabajo prosaico de zurcir calcetines (o de hacer sumas en la oficina)".
Remendar calcetines y querer restituir el tiempo “robado” a su familia por escribir su gran libro, nos da idea de la humildad de esta gran mujer. Una humildad, que dada la época, ella tendría que emplear a sabiendas y por si acaso algunos varones pensaban, no sólo, que se tomaba en serio su labor, sino que además entraba en un terreno vedado sin reconocerlo, y por ello fuera castigada.

Aragonesa, nacida en 1.900, licenciada en Historia; ingresó a los 22 años por oposición al cuerpo Facultativos de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Entre sus diferentes destinos, ya casada y con hijos, se trasladó a Valencia sobre los años de la II República donde ejerce como Directora de la Biblioteca de Universitaria de Valencia y del proyecto de Bibliotecas Populares.

“Su trabajo en aquellos tiempos –dice su hijo Fernando-, aún se me presenta como una de las actividades más apasionantes a que una mujer pudo dedicarse en la retaguardia: un auténtico trabajo de bibliotecaria, haciendo llegar los libros a la mayor cantidad de lectores posibles; a los pueblos (como ya venía haciendo desde antes de la guerra), a las fuentes de batalla y... al extranjero. Una singular idea: la difusión de las publicaciones de la República por el extranjero, a cambio de publicaciones de allí: la Junta de Adquisición de libros e Intercambio Internacional”

Tuvieron que pasar otros 13 años para que María Moliner sin dejar de ser bibliotecaria decidiera escribir su libro ella misma. Pero ¿cómo?, ¿de dónde sacó el tiempo?

“En cuanto llegó a Madrid y empezó a ver que todos íbamos saliendo de casa comenzó a pensar en su diccionario. Esto ocurrió hacia 1.945 –dice Carmina, su hija-. Fue la obra de su vida, el compendio de soluciones a las miles de cuestiones que desde pequeña le rondaban la cabeza”

Pedro –el más pequeño de sus cuatro hijos-, nos cuenta: “una mañana a las cinco cogió varias cuartillas, dividió cada una en cuatro para hacer fichas y se puso a escribir sin más preparativos. Su única herramienta de trabajo eran dos atriles y una máquina de escribir portátil que la acompañó durante 20 años. Primero trabajó en una pequeña mesita redonda, luego, cuando los libros se desbordaron, se instaló un tablero sobre los respaldos de dos sillas. Más tarde, un amigo mueblista le regaló uno igual a medida y con patas fijas.
(Cuando se puso a escribir tenía un proyecto de diccionario que iba a tardar 2 años. Desde entonces y durante 15 años siempre faltaban 2 años para terminar. Al principio dedicaba 3 o 4 horas diarias, pero a medida que los hijos se iban marchando de casa aumentaba el ritmo hasta llegar a 8 o 10). Las pequeñas fichas, en paquetitos atados con gomas iban invadiendo todos los cajones disponibles en la casa. Mi padre alarmado vigilaba discretamente y, cuando no le veía mi madre, medía las fichas hechas en una semana y calculaba el tiempo que faltaba para terminar. De vez en cuando me llamaba angustiado para informarme que mi madre estaba otra vez en la A. Siempre había algo que añadir para que la obra fuese realmente completa”.

Durante 31 años nadie se atrevió a tocar el “María Moliner” pese a algunas carencias. Ahora ha salido la tercera edición para recoger las nuevas palabras que la inmigración ha traído consigo y la nueva jerga digital.

Es un diccionario para escritores”, dijo María Moliner una vez hablando del suyo y lo dijo con mucha razón porque no sólo dice lo que significan las palabras, sino que indica también cómo se usan, y se incluyen otras con las que pueden reemplazarse.

Y también es mi diccionario, el que mi hijo me regaló cuando comencé a hacer garabatos con la escritura, por eso he querido con esta pequeña semblaza, compartir mi pequeño homenaje a Doña María Moliner, su autora en aquellos tiempos sin ordenador.

lunes, 22 de octubre de 2007

6. En la cumbre

Oscar Wilde le dio un consejo a un joven al que le habían indicado que para escribir debía empezar desde abajo:
-“No, empieza desde la cumbre y siéntate arriba”, -le dijo.
Si este consejo lo aplicamos a la lectura, habría que definir lo que entendemos por cumbre y cómo alcanzarla.
Muchas son las listas de autores consagrados hablando de otros autores, seleccionados por ellos, para llegar a ser una persona “leída”. Y muchos son los autores que se caen de todas las listas, precisamente, porque cada persona tiene sus preferencias.
Qué duda cabe que el que lee ha de elegir. Teniendo en cuenta lo que se ha conservado de todo lo que se ha escrito, esta tarea sería una labor bastante ardua y nos daría una lista interminable que cualquier adolescente abandonaría nada más verla. Literalmente no hay tiempo suficiente para leerlo todo, aún cuando no hiciéramos otra cosa en todo el día.
Sin embargo, la selección de obras, una vez la consideremos como la relación de un lector y escritor individual, será como poseer una memoria literaria.
En palabras de Carlos Fuentes, escritor nacido en México en 1928, la dialéctica entre la memoria de Hamlet, y el olvido de Don Quijote funda la literatura moderna. Semejante tensión entre el recuerdo y el olvido revela la modernidad de Shakespeare y Cervantes.
Hamlet duda porque recuerda. Actúa porque recuerda y representa porque recuerda. Hamlet es el memorioso. Es el príncipe y habita un palacio lleno de recuerdos. Memoria, sucesión, legitimidad, son el verdadero “desnudo puñal” que Hamlet emplea al precio de la “quietud” de la muerte.
Don Quijote, en cambio, surge de una oscura aldea en una oscura provincia española. Tan oscura que el aún más oscuro autor de la novela no quiere o no puede recordar el nombre del lugar: la mancha. Allí mismo con el olvido de Cervantes, empieza la novela moderna, trazando un círculo que culmina con la obsesión del narrador de Proust, en busca del tiempo pasado o perdido, o de los narradores de Faulkner, que están allí para que no se olvide el peso de la historia, la raza…
Pero hay otra cosa en común entre Don Quijote y Hamlet. Ambos son figuras incipientes, inimaginables antes de ser escritos por Cervantes y Shakespeare. Los héroes antiguos nacen armados, como Minerva de la cabeza de Zeus. Son de un pieza, enteros. Don Quijote y Hamlet pasan de ser figuras inimaginables a ser arquetipos eternos mediante la circulación contaminante de géneros. Su impureza los configura. En el Quijote hay como un intenso diálogo de géneros que se encuentra, dialogan entre sí, se burlan de sí mismos y desesperadamente exigen algo más allá de sí mismos. En Hamlet la magnífica mezcla de estilos, sublime y vulgar, ¿no coinciden acaso con la confrontación de estilos cervantina?
En definitiva, leer a estos y otros autores universales exige una amplia dosis de atención en la lectura, y a veces hace que ésta sea un placer difícil.
¿Qué quiso decir Oscar Wilde, a este joven, con este consejo?. Sencillamente que si no tenemos ambición por conocer y comprender aquello que amamos, no alcanzaremos ninguna meta o cumbre que nos propongamos, como tampoco venceremos las dificultades que encontremos en el camino.

domingo, 7 de octubre de 2007

5. Como "House", pero sin cojera.

Una sustitución, eso me dijeron en el mostrador del ambulatorio cuando pedí la cita.
Era Agosto y no me extrañó, pero sí me resultó raro lo que hacía cuando entré en la consulta algo inhóspita por cierto.
Alto, de cara alargada, sin ningún rasgo atrayente como, por ejemplo, unos ojos azules. Perfumado, eso sí, y peinado al agua para más INRI. Hablaba solo y estaba cabreado, muy, pero que muy cabreado.
“Le habrán fastidiado las vacaciones” –pensé.
Ni siquiera me miró, sentado en su mesa la trasteaba quejándose porque no tenía todos los papeles que necesitaba. Estaba claro que yo era su primera cita. Adiviné lo que buscaba por eliminación: recetas autonómicas, y temiendo que pagara su enfado conmigo le dije.
-No se preocupe, las voy a pedir en el mostrador. Salí rápida de la consulta. Casi no tuve que hablar, la administrativa con una sonrisa pícara me las daba. Pero noté una sombra detrás de mi, giré la cabeza para saber quién era y allí estaba él, con su bata blanca abierta a modo de Batman para salvarse y quitándole con un movimiento brusco, el taco de recetas a la chica antes de que yo pudiera reaccionar.
“Mal asunto”, -me dije.

Desde aquel día me trató con la punta del pie, es más, llegó a decirme que tenía que conformarme el resto de mi vida (tengo treinta y tantos), a vivir con el problema objeto de mi consulta: una simple infección.
No le hice caso, ¡buena soy yo!. Pedí cambio de médico y me fui directa al especialista.
No conseguí un cambio de médico de cabecera, -todos tiene el cupo cubierto –me dijeron. Protesté, pero zanjaron la cuestión con el argumento de que estaba de paso por una simple sustitución.

De esto hace un año. He averiguado que a la titular de la plaza, a pesar de su juventud, la van a jubilar por una enfermedad que no conozco.
Él sigue allí y yo he vuelto. El especialista no dio con la tecla; sin embargo ÉL me está mejorando con el último medicamento. Ahora me sonríe, me saluda y me recomienda que beba “mucha, mucha agua”, pero eso sí, para hacerlo alza su mano con una jarra de diseño y me dice: -¡Mira!, como "YO".

De verdad, sólo espero no enamorame.

jueves, 4 de octubre de 2007

4. La relación con las ausencias

Dice John Berger que “la ausencia contribuye enormemente a la creación de un sentido. De hecho, es muy difícil hacer que la vida tenga un sentido para nosotros si no percibimos las ausencias, si no le damos un lugar en nuestras vidas.

Hasta la deshumanización producida por el capitalismo, los vivos estaban atentos a la experiencia de los muertos, pues ése era su futuro. Dependían de ellos para colmar el sentido de vivir. Sólo una forma cruel de egoismo moderno logró romper ese equilibrio, con efectos terribles para los vivos, que ahora pensamos en los muertos como eliminados. Pero si eliminamos la ausencia, no hay más devenir. Y sin devenir, no hay deseo”.

martes, 25 de septiembre de 2007

3. Un sábado de septiembre


Lo primero que hago al levantarme es mirar por la ventana de su cocina. Aún no he escrito nada sobre ella, la dueña del costurero, en este tercer Septiembre que ya se marcha hacia el otoño.
Tres, dos, uno, más, aún más, mucho más; ya se borra el día, el día que empiezan a no recordar: 50.000 personas ya, sólo en Andalucía.
Los números no saben contar, los números sólo sirven para quedar “monos” en las estadísticas, esas que dicen cuánto cuesta en euros, no curar, sino soportar una enfermedad. Eso sólo lo saben los que la padecen o quizás lo mejor de todo es que lo saben sólo a ráfagas; cada vez menos, hasta desaparecer, las ráfagas y ellas.

Ya no lloro a moco tendido, sólo unas lágrimas luchan a veces por salir cuando, mirando por su ventana, oigo unos pasitos suaves a mi espalda en el silencio de los sábados, me giro y no hay nadie.
Vuelvo a contemplar la parra enredándose en el naranjo, como abrazándose; aunque sólo tengan en común frutos exquisitos. De nuevo mi memoria reproduce los sonidos de una voz que me llama: ¡niña!
Y es ahora cuando las lágrimas brotan porque, después de llamarme, me acariciaba su beso de buenos días acompañado siempre de su sonrisa.

tus labios
remanso de paz entre dos altas cumbres
tus labios
caricia suave, rosa en flor
tus labios
paz en movimiento, sonrisa infinita
tu beso,
aleteo de mariposa sobre mi mejilla volando lejos ...

a ella, mi madre.

jueves, 20 de septiembre de 2007

2. Contra el bloqueo

Ya me lo habían advertido: -te bloquearás. Y ahora que lo pienso, es lo que me está pasando. –Tengo el escritorio lleno de notitas y en las notitas principios de temas a distribuir; este para la revista, este para mi blog, aquel otro para el de literatura, -me digo.
Ideas, todo son esbozos de ideas, pero no soy capaz de plasmarlas. Tengo que dejar de visitar mi propio blog buscando la opinión de los que me quieren y de los que no conozco, pero que les agradezco igualmente sus visitas. ¡Dichoso ego!

Y recurro a otra advertencia: contra el bloqueo escribir automáticamente y rápido, sin pensar, sólo escribir, que tu mano te lleve donde quiera ir, en total libertad, sin puntos ni comas ni cualquier otro signo que interrumpa el fluir de lo que sea. Y me lanzo...

“No sé por qué te cuento si no tenía alma de escritora en mi larga vida sin embargo aquí estoy disfrutando sobremanera de la palabra zurciendo hilvanando recogiendo zarandeando letras sílabas exclamaciones sonidos fotos recuerdos presentes y el deseo futuro de seguir así en mis ratos llenando cuartillas cuadernos notas agendas orillas de periódicos escribiendo al derecho al revés torcido y siempre en viaje con las palabras para qué para quién qué sé yo ni creo que me importe qué más da si me buscan me tiran me encuentran me visitan a ratos y quizás en un momento o en algún lugar una palabra caída barrida llevada en el aire se posa en la mano el plato las gafas de alguien y surge una idea un nombre un recuerdo una visión una lágrima y te da alas para tú también hacer lo mismo porque de eso se trata que nadie o casi nadie ha inventado nada aunque hubo un principio pero yo estoy aquí y ahora y lo mío es reciclar cortar pegar unir reconvertir trozos colores atrapar instantes en un universo y bajarlos al cuaderno me gusta escribir a mano copiar a veces textos de otros seguir el sendero de otros volver sobre lo pensaron idearon plasmaron seguir su trazo te lleva a imaginar su mente y visualizar lo que cuentan esa imagen virtual no comparable a nada porque es tu historia la historia que surge de tu mente de una lectura que te hace vibrar palpitar con la misma o parecida sensación te imaginas que la de su autor en su momento de soltar lo que llevaba dentro...”