miércoles, 13 de diciembre de 2023

617. Como encerrada con un solo juguete


Aquel verano se alargaba demasiado, pero de pronto llegaron las lluvias. En un adosado todo se oye. Un vecino protestaba porque la piscina le estaba rebozando. La vecina del otro lado porque tenía albañiles en el patio y la azotea y no podían acabar las obras. Fueron tormentas localizadas que no duraron mucho, pero torrenciales, tanto que, desde mi cocina y en silencio escuchaba el tintineo de las goteras de su techo en las palanganas. A veces, según la intensidad, parecía un concierto acuático. 


Estos adosados tienen detrás un espacio que cada vecino emplea como quiere. Yo tiendo una hamaca entre dos postes de hierro y leo tan a gusto. Pero ese día no podía porque una conversación de mi vecina, con alguien que parecía una amiga, me lo impedía. Hablaban de los albañiles cuando ellos, en su ir y venir vaciando escombros, estaban en la azotea.


-Míralos, decía mi vecina ¿te parecen hermanos? Ay, hija, ¡un poquito de imaginación, por favor! Tú misma dices siempre que tus hijos también son distintos. 

-Sí, la noche y el día. ¿Y qué me quieres decir con eso? 

-Te cuento: El más bajo es achaparrado hasta en los andares; le gusta cantar y se crece si lo miran, seguro que se cree el amo del mundo. El otro día, cuando miraba los dibujos de su cuerpo, pensé que era un hombre hecho para el verano, porque tenía de cintura para arriba un tatuaje tan variado que parecía una camiseta de colores. -Oye, que te estás durmiendo y no es la hora de la siesta.


-Perdona, pero será la cerveza que me has puesto, sigue, por favor.

-El más alto, es su hermano mayor. Ese lo tiene todo, seguro será el preferido de su madre porque es responsable y trabaja fino hasta en los detalles. Como este: mira como me ha puesto estos azulejos. Chist, ahí llega, ¿ves? -Hola, dijo más alto y volvió a su cuchicheo.


Me acerqué a la pared que nos separaba para escuchar mejor.


-Siempre saluda, pero no abandona su trabajo. Observa sus andares ¿tu has visto alguna vez un albañil que hasta su porte sea elegante? Es serio, formal y su mirada es limpia, tanto como su sonrisa…

-Para, ¡hija, no te embales!, que estás cogiendo un camino… A mí lo que me ha llamado siempre la atención de los albañiles es su forma de hablar entre ellos, no hay quien los entienda.

-¡Ah, no! Este, el más alto, habla hasta claro y no me mires así. ¿No decías cuando entraste que parece que llevo días encerrada con un solo juguete? Ahí lo tienes, solo observo lo que veo y me parece más sugerente que mirar la tierra que van dejando y las telarañas que se están acumulando.

-Niña, tú estás majara perdida. Me voy, que se me hace tarde.

Y entraron en la casa. Y me dejaron sin final para mi cuento…  

4 comentarios:

Teresa dijo...

Muy interesante. Besos.

ethan dijo...

Sí que había final, pero abierto. El relato es muy bueno. Felicidades.
Abrazos y de nuevo felices fiestas.

Isabel dijo...

Gracias, Teresa. Deseo que pases unas fiestas felices en compañía de los tuyos.

Isabel dijo...

Sí, ethan, esa era mi intención. Gracias y Felices fiestas.