Ahí
estaba Viola en la cocina: su territorio. Era la recta final de la
navidad y los pies le dolían. En el asiento de una silla alguien
había olvidado un libro, El Aleph. Al cogerlo las páginas se
abrieron en el cuento que da nombre al título. “Nunca he leído a
Borges”, pensó y se sentó a leer de espalda a lo que hervía en
el fuego. Al poco rato en su cara apareció una sonrisa, parecía
disfrutar. En un momento de la lectura su ojos se encogieron como
escudriñando todo ese inconcebible mundo que el incrédulo admirador
de Beatriz Viterbo contemplaba en esa pequeña esfera tornasolada de
casi intolerable fulgor...
Justo
entonces se hizo un silencio y Viola tuvo que volver a la realidad:
la lavadora repleta de ropa había terminado el último centrifugado.
Puso el punto de lectura encontrado en su página y se guardó el
libro en el bolsillo del delantal. Si fuera la fecha del cumpleaños
de Beatriz, treinta de abril, sería distinto porque igual daría
esperar. Pero hacía un frío que pelaba y si no aprovechaba las
pocas horas de sol tendría que lavar todo de nuevo para que la ropa
no oliera mal. O desplegar un tendedero en la casa que alguien sin
querer lo tumbaría en la hora de las comidas en aquella casa pequeña
para el invierno.
Optó
por lo primero y con la palangana cargada subió a la azotea, allí
el poco aire que circulaba unido al sol que ya calentaba ayudaría a
secar todo. Tender era una tarea que hacía con agrado, y más ahora,
que aún resonaban en su cabeza todas las visiones que, desde todos
los puntos de vista, se desprendían de ese objeto diminuto de apenas
tres centímetros: el aleph.
Contempló
satisfecha toda la colada tendida, sólo Viola sabía hacerlo
combinando la ropa como si cada persona la llevara puesta. Justo
entonces un pequeño ruido la avisó de su personal desastre: si se
desprendía del todo el cordel de la barra que lo sujetaba la ropa
caería al suelo. Intentó estirarlo y atarlo de nuevo pero el peso
que soportaba podía más que su fuerza. Llamó y llamó para que la
ayudaran. Nada, ni caso.
Cuando
notó que la garganta le molestaba de gritar y viendo que no podía
impedir que la ropa se ensuciara la dejó caer. Indignada la soltó
de sus alfileres y la fue lanzando al aire. Del esfuerzo le ardía la
cara y la introdujo en un barreño de agua que se calentaba al sol.
Al incorporarse contempló su particular esfera: “vi mi cara, vi mi
vida desperdiciada, sentí vértigo, pero al mirarme de nuevo, vi...,
vi en mi aleph el cielo”.
De
la cocina salía un olorcillo a tostado. Ante la atenta mirada de los
pocos que acudieron cogió una mecedora, la sacó al sol y siguió
leyendo.
16 comentarios:
De lo cotidiano a lo profundo. Enhorabuena. Besos
¡Buenísimo! Ese "olorcillo a tostado" subraya ingeniosamente la acertada decisión de Viola, decisión que todos y todas deberíamos secundar.
Un abrazo.
Muy bueno, sí! Besos
Todo un homenaje a Borges, del que él
estaría muy contento si te leyera.
Quizás para la protagonista tuya, es hora de
implementar algunos cambios en su vida ¿no?
Besotes, Isabel.
Veo que hay mucho y bueno para leer en tu blog. Andaré por acá. Un beso
Hermoso relato,Isabel, interactuando con ese cuento genial de Borges. Recién llego a tu blog y aquí me quedo. Gracias, saludos!
ethan, esa era mi intención al escribir el relato. Gracias, me anima que te guste. Un abrazo.
Loam, cuánto me alegro, porque esos detalles definen tantas cosas..., como en la vida, ¿verdad? Otro abrazo de vuelta para ti.
Elvira, me alegra te guste. Gracias y abrazos.
Myriam, Borges, el maestro, es una utopía pero te agradezco tus palabras.
Y sí, tienes razón, la idea me surgió al escuchar tantas opiniones de mujeres para las que la navidad representa sólo más trabajo. Es un homenaje a ellas y a sus cuidados, sin ellos no sé que harían muchos.
Abrazos.
fiorella, agradezco tu visita, siempre serás bienvenida. Más besos para ti.
Verónica, muchas gracias, bienvenida y te puedes quedar el tiempo que quieras. Un abrazo.
Buenos días, Isabel.
Un relato entretenido e interesante.
Abrazos.
Hola, Ernesto, me alegra tu opinión. Un abrazo.
Ahhh, qué bonito¡¡ Eres una maestra isa. Besos de UVA.
Uva, me alegra un montón que te guste. Abracitos.
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