Se despertó y no sabía dónde se encontraba. El día
anterior había conducido muchas horas para ver a sus
amigos, compartir vivencias y actualidad. Mientras ellos
recogían los restos de la cena se tumbó en la hamaca y
el frescor de la noche hizo el resto. Clareaba el día y
en ese no saber ni la hora, ni en qué lugar se había
despertado vio la lámpara cuya luz le molestaba y se
incorporó medio dormido. Buscó el interruptor de perilla
como recordaba. Incluso introdujo la mano entre las
hojas de la parra y la dama de noche.
Nada, qué había sido aquello, se preguntó.
¿Una ilusión o más bien la desilusión de no hallar lo que
buscaba? Recordó las conversaciones y, en especial, el
perfume de las flores como aderezo expandiendo su
olor en la noche.
¿Ilusiones? Lo más importante era no perderlas, aunque
el trasiego de la vida las apagara, de momento.
4 comentarios:
Cuando el trasiego de la vida arranca algunas ilusiones, el árbol, el pájaro, la fuente, y la flor siguen ahí para que renazcamos sobre las cenizas de lo perdido.
Abrazo muy grande, Isabel.
Curiosa composición fotográfica, que fabrica una ilusión a cuento de tu relato.
Abrazos.
QUé lindo el comentario de INDIGO HORIZONTe al que me acoplo.
Mejor no podría decirlo.
Besos
Muchas gracias por pasar por aquí y abrazos.
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