sábado, 7 de enero de 2023

598. Se acabó...

 La Navidad se acabó, pero nos quedan los cuentos:

Hambre

A Clara la conozco desde el colegio. Más delgada que un

espárrago del campo, no como yo que me como hasta las

piedras.  Ella tiene una nariz afilada siempre metida en los

libros, como si se escondiera en ellos. Yo se los prestaba

todos y ella me dejaba copiar en los exámenes.

Las navidades eran lo peor, no tenía apenas regalos y yo

de mis ahorros le daba para dulces.

Un año al volver de vacaciones la vi más alta, más espárrago,

pero feliz.

-¿Sabes lo que he hecho con tu dinero?

Me encogí de hombros. Estaba claro que si había comprado

dulces no había puesto ni un kilo.

-He leído tres libros, me dijo al entrar en clase.

Me dejó intrigada. Pensé que, como habían mandado leer en

vacaciones un libro, había empleado en eso mi regalo. Pero

¿tres? Me puse en lo peor, podía haberlos robado.

No pudimos hablar hasta el recreo. La cogí por un brazo y la

llevé hacia un lugar apartado para echarle la bronca. 

-No te preocupes, no he robado nada ni a nadie -me dijo al ver

mi cara de desconfianza-, mi madre necesitaba un vestido y

me pidió que la acompañara a una de esas grandes superficies

que han nacido como setas. 

Mientras ella revolvía cielo y tierra para descubrir una ganga,

observé que en la caja mujeres elegantes cambiaban algunos

vestidos. Seguí a la dependienta que llevaba los devueltos al

perchero. Me puse a buscar por si había uno para mi madre

(aún tenía tu dinero y pensé dárselo a ella), pero el que escogí

tenía el cuello algo sucio. Entonces escuché a dos mujeres

que criticaban a “esas señoras” que, aún teniendo dinero, iban

a descambiar las prendas después de usarlas para una fiesta

como si nada. A mi madre no le gustó lo que había y no me

cogió el dinero.

-Pero ¿qué tiene que ver eso con los libros? -le pregunté

impaciente mirando mi reloj, se acababa el recreo.

-Tu sabes que yo adoro los libros y que te los devuelvo nuevos,

sin tachaduras ni páginas sueltas; pues en una  enorme

librería, que habían abierto nueva, daban facilidades para

cambiarlos. Escogí uno y lo compré para regalo. Lo demás te

lo puedes imaginar.

Entré en clase pensando que mi amiga tenía cada vez más

hambre de palabras.

6 comentarios:

Pilar Vidal Clavería dijo...

Hola Isable, buenisimo este relato, gracias a nuestros queridos libros, cada vez con más hambre me quedo.
Un abrazo

Teresa dijo...

Muy bonito el relato. Besos.

ethan dijo...

Lectora empedernida, en el cambio está el truco.
Abrazos!

Isabel dijo...

Muchas gracias, Pilar. Gran abrazo

Isabel dijo...

Gracias, Teresa, me alegra que te guste,
Muchos besos.

Isabel dijo...

Pues sí, ethan, leer me gusta más que escribir. Distruto.
Abrazo.