Soy demasiado joven
para haber vivido la guerra de España, incluso mis padres lo son. Sé
algunas cosas por mis abuelos. Tampoco contaban mucho.
A mi abuelo
le cogió la mili en el bando equivocado. Me hablaba de los picores
en todo el cuerpo en las trincheras y a la hora de dormir, quizás
para no contarme cosas tristes o más dolorosas. Por eso se iba en
verano y en invierno a nadar todos los días. Sobre todo cuando lo
destinaron cerca de Cádiz. Allí estuvo bastante tiempo porque sabía
hacer pan, uno de tantos oficios que aprendió de joven y, mira por
donde, fue panadero en la guerra, mejor alimentar en vez de
matar, decía.
Era un hombre justo, de izquierdas y muy honrado.
Mi abuela, una de tantas mujeres de su casa que aún cocina y me
guarda tapers, también había aprendido un oficio muy necesario:
costurera. Ella no tuvo que salir del pueblo. Contribuía con su
trabajo a los gastos de una familia numerosa con pocos medios porque
era la mayor. No quiere hablar de un tiempo de dolor, y yo nunca
insisto. Pero sí los observé desde pequeño en su quehacer diario; en su amor y
cuidado por las cosas bien hechas.
He comenzado a
estudiar periodismo y he tenido tiempo de investigar, por eso sé que
las guerras no se acaban, sobre todo las civiles, porque no se acaba
el odio, ese roedor insistente que lo roe todo y deja sin humanidad
ni solidaridad a los seres humanos.
Mi abuela es muy
mayor, pero tiene la cabeza muy bien y su rebeldía interior intacta;
no quiere ver los informativos, pero sí los debates de los políticos
y dice que sigue viendo ese odio en los ojos de los que saben tan
bien tergiversar la realidad de lo que le ocurre. Esos que siguen y
vuelven con más brío a defender España como si fuera de su
propiedad y como dice ella: pretenden seguir poniendo el pie
encima de las cabezas de las buenas gentes. Yo le digo que tenga
confianza, que también hay políticos que quieren cosas buenas para
el pueblo. Veremos si los dejan, dice, porque según ella para
que cambien de verdad las cosas, la gente tiene que cambiar y no
quedarse más atrás que el culo y hay mucha gente que está
acostumbrada a obedecer en este país y todavía le gusta que le den
las cosas hechas. ¡Con lo bonito que es hacerlas una misma!,
suspira.
Me gusta pensar,
abuela, en que este año que comienza, que por sus cifras parece
redondo, sea posible de verdad un cambio, hay muchas personas que han
perdido su vida luchando y no debe haber más retroceso en las
libertades y los derechos. Eso, mi niño, eso. Me besa en la
cabeza y se sienta conmigo a ver la investidura.
14 comentarios:
¡Cuanto me gustaría conocer a tu abuela...
Me ha encantado leerte. Besos.
Muy hermoso, Isabel. ¡Feliz año 2020! Besos
Que linda abuela
La mia fue igual
pero como vivo el hoy ya no los recuerdo
lindo lindo texto
Muy intimista y cariñoso el recuerdo de la abuela para, este niño/adulto.
Besos, Isabel y feliz estreno de año.
Gracias, Tracy, por tu deseo. La abuelas siempre se recuerdan, ¿verdad'
Besos.
Y a mí que te encante, Teresa.
Abrazo.
Gracias, Elvira. También te deseo lo mejor para este año que comienza y los venideros...
Abrazo.
Recomenzar, para mí, que me gusta escribir, es una buena manera de recordarlas y traerlas al presente.
Gracias y besos.
Myriam, al escribir podemos también dejar constancia del momento actual que se vive. Mi abuela se hubiera alegrado del resultado, como yo.
Gracias, abrazos y buen año.
Recordar a los abuelos me ha parecido enternecedor. Con tu relato has hecho que también recordara a los mios y las cosas que nos contaba de su época y las carencias que padecían. Mi abuela también fue costurera y mi abuelo barbero. También ha suscitado en mi memoria a mis padres ya fallecidos. Toda mi familia fueron grandes luchadores para la supervivencia y por la libertad de vivir en un mundo sin cadenas.
Hubieran sido felices de vivir estos últimos acontecimcientos.
Un fuerte abrazo. Ave Peregrina
emege, de ahí tu fortaleza. He visto tu llamada anoche, ayer tuve un día completito y me pareció tarde.
Deseo que lo estés pasando bien.
Muchos besos.
Conmovedor recordar su fuerza y a través de tus palabras ver su entereza, gracias por traerlos hasta aquí.
Un abrazo Isabel
Gracias a ti, Pilar, por la belleza y paz que brindas en tus blogs.
Gran abrazo.
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