sábado, 29 de abril de 2017

438. Los otros


Ellos, como dos gotas de agua, siempre entran al bar del pueblo y salen riendo como si fuera el primer sonido aprendido de su venida al mundo. Un sonido raro y metálico que sale de su estática sonrisa desde el mismo instante de su creación. Ocupan cada mañana los mismos asientos y el camarero les pone a su lado la aceitera. Hay personas que, mientras desayunan ojeando la prensa, no leen porque todo el tiempo los observan.

Ellos, tan cuidadosos en su mantenimiento, ponen las tiras de la suerte sobre el estrecho mostrador inferior destinado a los bolsos, pero eso sí, envueltas en plástico por si alguna gota de aceite se escapa mientras se engrasan. Después pasan por las mesas y venden todas las papeletas allí mismo.

Hace días que no vienen y los clientes del bar comentan lo triste, descabalado y oscuro que ha quedado su sitio; tanto se quejan, que el camarero ha intentado quitar los taburetes. Tarea inútil, unos tornillos desconocidos que hacen de imanes los mantienen anclados al suelo.


Ellos, mientras los echan en falta, andan como locos descacharrados por la playa sin cansarse nunca. Sólo se asustan cuando pasa algún camión y creen que los van a llevar a reparar.  

13 comentarios:

NáN dijo...

La poética de Williams Carlos Williams era simplre: "La ideas están en las cosas".

Gran ejemplo, tu historia.

Isabel Martínez Barquero dijo...

Me he quedado con las ganas de saber quiénes eran exactamente ellos. Para mí, que dos gemelos que vendían cupones de la ONCE, pero es solo una suposición, porque el final me ha dejado descolocada.
En fin, se ve que estoy espesa, que el café aún no me ha ha espabilado las neuronas.
Un abrazo, tocaya.

Isabel dijo...

Nán, qué gusto leerte por aquí. Me gusta Willians por su verso libre y sencillo. Pero no creo que esta mini historia sea ejemplo porque me quedó algo de insatisfación en ella. De hecho me alegra la opinión de Isabel, creo no he sabido desvelar para seguir el hilo el misterio.
Gracias por tus ánimos, deseo que estés bien.
Un abrazo.

Isabel dijo...

Isabel, cómo vas a estar espesa tú que tan bien escribes, la que estába espesa era yo que llevaba tiempo sin hacerlo.
La historia, que intentaré mejorar, parte de las imágenes de los dos taburetes del bar y la noticia de que los robots, que nos sustituiran en muchas tareas ya están aquí, pero no los debí poner comiendo churros, (risas).

Gracias, querida tocaya, ya sabes que me gusta aprender.
Abrazo

Isabel Martínez Barquero dijo...

Jajajaja. Lo cierto es que el aceite les va mejor a los robots para engrasarse, jajajaja.
Queda más claro, sí; pero aún puedes mejorarlo, porque si tú no pías es difícil enterarse. De hecho, tus pistas me han sido muy valiosas. Tal vez, sin decir lo que son, pero añadiendo alguna somera descripción sobre sus hermosos cuerpos de acero, sus miradas fosforescentes, sus sonrisas metálicas…, podamos verlo claro como el agua las torpes como yo, jajaja.
Un beso muy grande y gracias por ser como eres. No todo el mundo admite a una que es incapaz de mentir (yo).

Myriam dijo...

Hola Isabel. Leyendo tu conversación con Isabel, ni por las tapas me hubiera imaginado que se trataba de dos robots jajajajaja.

Besotes
Y saludos a,tu tocaya

Myriam dijo...

(me gusta tu idea)

Isabel dijo...

Isabel, sigo agradecida.
Un fuerte abrazo.

Isabel dijo...

Myriam, que te guste la idea ya es grato para mí. La verdad es que me gusta tan poco describir, en eso se ve que no soy buena narradora, que al sintetizar puede que no deje ver nada de lo que bulle en mi cabeza.
Besos.

Recomenzar dijo...

Me gusta lo que tus ojos ven y tu mente escribe

Isabel dijo...

Muchas gracias, Recomenzar, eres muy amable.

Anónimo dijo...

Madre mía¡¡ ya desvelado.
Y yo que creía que eran dos viejecitos del pueblo, idos de excursión con el imserso, y asustados....por si los recogían para un asilo.
Imaginación, no??

Isabel dijo...

Ja, ja, ja... Uva, pero si tú tienes más que yo.