Ellos,
como dos gotas de agua, siempre entran al bar del pueblo y salen
riendo como si fuera el primer sonido aprendido de su venida al
mundo. Un sonido raro y metálico que sale de su estática sonrisa desde el mismo instante de su creación. Ocupan cada mañana los mismos asientos y el camarero les pone
a su lado la aceitera. Hay personas que,
mientras desayunan ojeando la prensa, no leen porque todo el tiempo
los observan.
Ellos,
tan cuidadosos en su mantenimiento, ponen las tiras de la suerte
sobre el estrecho mostrador inferior destinado a los bolsos, pero eso
sí, envueltas en plástico por si alguna gota de aceite se
escapa mientras se engrasan. Después pasan por las mesas y venden todas las
papeletas allí mismo.
Hace
días que no vienen y los clientes del bar comentan lo triste,
descabalado y oscuro que ha quedado su sitio; tanto se quejan, que el
camarero ha intentado quitar los taburetes. Tarea inútil, unos
tornillos desconocidos que hacen de imanes los mantienen anclados al
suelo.
Ellos, mientras los
echan en falta, andan como locos descacharrados por la playa sin
cansarse nunca. Sólo se asustan cuando pasa algún camión y creen
que los van a llevar a reparar.
13 comentarios:
La poética de Williams Carlos Williams era simplre: "La ideas están en las cosas".
Gran ejemplo, tu historia.
Me he quedado con las ganas de saber quiénes eran exactamente ellos. Para mí, que dos gemelos que vendían cupones de la ONCE, pero es solo una suposición, porque el final me ha dejado descolocada.
En fin, se ve que estoy espesa, que el café aún no me ha ha espabilado las neuronas.
Un abrazo, tocaya.
Nán, qué gusto leerte por aquí. Me gusta Willians por su verso libre y sencillo. Pero no creo que esta mini historia sea ejemplo porque me quedó algo de insatisfación en ella. De hecho me alegra la opinión de Isabel, creo no he sabido desvelar para seguir el hilo el misterio.
Gracias por tus ánimos, deseo que estés bien.
Un abrazo.
Isabel, cómo vas a estar espesa tú que tan bien escribes, la que estába espesa era yo que llevaba tiempo sin hacerlo.
La historia, que intentaré mejorar, parte de las imágenes de los dos taburetes del bar y la noticia de que los robots, que nos sustituiran en muchas tareas ya están aquí, pero no los debí poner comiendo churros, (risas).
Gracias, querida tocaya, ya sabes que me gusta aprender.
Abrazo
Jajajaja. Lo cierto es que el aceite les va mejor a los robots para engrasarse, jajajaja.
Queda más claro, sí; pero aún puedes mejorarlo, porque si tú no pías es difícil enterarse. De hecho, tus pistas me han sido muy valiosas. Tal vez, sin decir lo que son, pero añadiendo alguna somera descripción sobre sus hermosos cuerpos de acero, sus miradas fosforescentes, sus sonrisas metálicas…, podamos verlo claro como el agua las torpes como yo, jajaja.
Un beso muy grande y gracias por ser como eres. No todo el mundo admite a una que es incapaz de mentir (yo).
Hola Isabel. Leyendo tu conversación con Isabel, ni por las tapas me hubiera imaginado que se trataba de dos robots jajajajaja.
Besotes
Y saludos a,tu tocaya
(me gusta tu idea)
Isabel, sigo agradecida.
Un fuerte abrazo.
Myriam, que te guste la idea ya es grato para mí. La verdad es que me gusta tan poco describir, en eso se ve que no soy buena narradora, que al sintetizar puede que no deje ver nada de lo que bulle en mi cabeza.
Besos.
Me gusta lo que tus ojos ven y tu mente escribe
Muchas gracias, Recomenzar, eres muy amable.
Madre mía¡¡ ya desvelado.
Y yo que creía que eran dos viejecitos del pueblo, idos de excursión con el imserso, y asustados....por si los recogían para un asilo.
Imaginación, no??
Ja, ja, ja... Uva, pero si tú tienes más que yo.
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