Toda una persona quejica, así era mi
vecino. Pero no de lamentarse, más bien su queja iba destinada a
cualquier cosa que le impedía hacer lo cotidiano más fácil. No
admitía, por ejemplo, que una lata, caja o cualquier utensilio se le
resistiera.
Su mujer acudía entonces y lo
solucionaba. Claro que eso a él, tan suficiente y tan listo, en el
fondo, le molestaba. Sentía como si le degradara, y en vez de darle
las gracias, profería toda clase de improperios contra el fabricante
y, demasiadas veces, contra ella. Incluso su cara era la de un hombre
siempre enfadado.
De todos los objetos inútiles según
él, el colmo fue un papel higiénico de capa sencilla que se pegaba
al rollo y no había forma de despegarlo.
Tampoco esto tenía ninguna dificultad
para ella. Su lema era siempre “más vale maña que fuerza”.
Pero, claro, a la larga molesta tanta queja. Tanto, que incluso pensó
facilitarle la tarea: tiraría del papel al usarlo y le dejaría
colgando un trozo.
Con lo fácil que sería, pensaba yo al
escuchar sus voces a través del tabique sin poder evitarlo, que él
supiera respetar esa especie de sabiduría en ella; que la alabara,
de vez en cuando al menos, porque a ella, tan callada, se la veía
siempre tan triste...
Seguro que esta buena mujer llevaba
tiempo pensando que la felicidad consiste en los pequeños detalles,
al parecer sin importancia. Porque un buen día se cansó, y ni corta
ni perezosa cogió la cola y pegó aún más el filo del papel
higiénico. Después preparó su maleta y se marchó.
Ahora me cuenta en el whatsapp que,
al llegar al hotel donde trabaja, entra en el cuarto de baño y lo
primero que toca es el rollo de papel. Y que, justo en ese instante,
mira hacia el espejo y éste le devuelve su sonrisa.
La palabra también mata poco a poco.
18 comentarios:
Tanta queja acaba agotando, es cierto. Y mira que hay personas quejicas en el mundo… Siempre poniendo pegas, siempre a disgusto con todo.
Un relato con buena dosis de ironía, tocaya.
Abrazos
Muy bueno. Besitos.
La palabra mata, sin duda, lima, desgasta y agobia.
Ay, si yo te contara lo que me gusta la gente poco habladora!
Un beso.
Muy bueno, Isabel. Y sí, la palabra mata, y de qué manera. Me alegra esa sonrisa en el espejo.
Un beso
Después de tanto tiempo, hasta el papel higiénico tiene su tono irónico en esto de las costumbres. Saludos. Pablo.
Me gustó tu cuento y me hizo pensar en que en Chile llaman (llamaron?) al papel higiénico, papel confort.
Un beso
¡Qué buena historia! Espero que esté basada en una realidad.
Isabel, con lo corta que es la vida, cómo la desperdician algunas personas ¿verdad?
Gracias y besos.
Gracias, Teresa, más besos de vuelta.
Lo has dicho muy bien, Sue, así acaban con la autoestima de la pareja, de hecho hay demasiados maltratos de ese tipo.
Abrazos.
A mí también, Elvira, señal de que se liberó. Gracias y besos.
Pablo, a mí me alegra que te des una vuelta. Quise poner un punto de humor a ese drama tan común.
Un abrazo.
giovanni, me ha hecho gracia lo del papel conford. Seguro se le ocurrió a algún chaval que de pequeño tuvo que limpiarse con una piedra en el campo, y esto es cierto porque me lo han contado.
Besos a los dos.
NáN, gracias por lo de "buena". La verdad es que no está lejos de la realidad, ya sabes que ésta siempre supera a la ficción.
Abrazos.
La queja constante agria cualquier relación, además el sujeto del relato no valoraba a su mujer mi era cariñoso con ella, hizo esta bien en irse.
Besos
Pues sí, Myriam.
Abrazos.
Tanto va el cántaro a la fuente que acaba rompiéndose...... le está muy bien empleado al amargao; a lo mejor lo que quería es que también le limpiara el culo... Sra mía, disfrute usted de la vida que sin hombre también se vive muy bien.
Kisses.
Jajaja... qué arte. Besazo Lola
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