martes, 8 de marzo de 2016

401. Armonía en el vecindario

Toda una persona quejica, así era mi vecino. Pero no de lamentarse, más bien su queja iba destinada a cualquier cosa que le impedía hacer lo cotidiano más fácil. No admitía, por ejemplo, que una lata, caja o cualquier utensilio se le resistiera.
Su mujer acudía entonces y lo solucionaba. Claro que eso a él, tan suficiente y tan listo, en el fondo, le molestaba. Sentía como si le degradara, y en vez de darle las gracias, profería toda clase de improperios contra el fabricante y, demasiadas veces, contra ella. Incluso su cara era la de un hombre siempre enfadado.
De todos los objetos inútiles según él, el colmo fue un papel higiénico de capa sencilla que se pegaba al rollo y no había forma de despegarlo.
Tampoco esto tenía ninguna dificultad para ella. Su lema era siempre “más vale maña que fuerza”. Pero, claro, a la larga molesta tanta queja. Tanto, que incluso pensó facilitarle la tarea: tiraría del papel al usarlo y le dejaría colgando un trozo.
Con lo fácil que sería, pensaba yo al escuchar sus voces a través del tabique sin poder evitarlo, que él supiera respetar esa especie de sabiduría en ella; que la alabara, de vez en cuando al menos, porque a ella, tan callada, se la veía siempre tan triste...

Seguro que esta buena mujer llevaba tiempo pensando que la felicidad consiste en los pequeños detalles, al parecer sin importancia. Porque un buen día se cansó, y ni corta ni perezosa cogió la cola y pegó aún más el filo del papel higiénico. Después preparó su maleta y se marchó.

Ahora me cuenta en el whatsapp que, al llegar al hotel donde trabaja, entra en el cuarto de baño y lo primero que toca es el rollo de papel. Y que, justo en ese instante, mira hacia el espejo y éste le devuelve su sonrisa.

                                                                             La palabra también mata poco a poco.

18 comentarios:

Isabel Martínez Barquero dijo...

Tanta queja acaba agotando, es cierto. Y mira que hay personas quejicas en el mundo… Siempre poniendo pegas, siempre a disgusto con todo.
Un relato con buena dosis de ironía, tocaya.
Abrazos

Teresa dijo...

Muy bueno. Besitos.

Sue dijo...

La palabra mata, sin duda, lima, desgasta y agobia.
Ay, si yo te contara lo que me gusta la gente poco habladora!

Un beso.

Elvira dijo...

Muy bueno, Isabel. Y sí, la palabra mata, y de qué manera. Me alegra esa sonrisa en el espejo.

Un beso

Pablo dijo...

Después de tanto tiempo, hasta el papel higiénico tiene su tono irónico en esto de las costumbres. Saludos. Pablo.

giovanni dijo...

Me gustó tu cuento y me hizo pensar en que en Chile llaman (llamaron?) al papel higiénico, papel confort.

Un beso

NáN dijo...

¡Qué buena historia! Espero que esté basada en una realidad.

Isabel dijo...

Isabel, con lo corta que es la vida, cómo la desperdician algunas personas ¿verdad?
Gracias y besos.

Isabel dijo...

Gracias, Teresa, más besos de vuelta.

Isabel dijo...

Lo has dicho muy bien, Sue, así acaban con la autoestima de la pareja, de hecho hay demasiados maltratos de ese tipo.
Abrazos.

Isabel dijo...

A mí también, Elvira, señal de que se liberó. Gracias y besos.

Isabel dijo...

Pablo, a mí me alegra que te des una vuelta. Quise poner un punto de humor a ese drama tan común.
Un abrazo.

Isabel dijo...

giovanni, me ha hecho gracia lo del papel conford. Seguro se le ocurrió a algún chaval que de pequeño tuvo que limpiarse con una piedra en el campo, y esto es cierto porque me lo han contado.
Besos a los dos.

Isabel dijo...

NáN, gracias por lo de "buena". La verdad es que no está lejos de la realidad, ya sabes que ésta siempre supera a la ficción.
Abrazos.

Myriam dijo...

La queja constante agria cualquier relación, además el sujeto del relato no valoraba a su mujer mi era cariñoso con ella, hizo esta bien en irse.

Besos

Isabel dijo...

Pues sí, Myriam.
Abrazos.

London dijo...

Tanto va el cántaro a la fuente que acaba rompiéndose...... le está muy bien empleado al amargao; a lo mejor lo que quería es que también le limpiara el culo... Sra mía, disfrute usted de la vida que sin hombre también se vive muy bien.
Kisses.

Isabel dijo...

Jajaja... qué arte. Besazo Lola