sábado, 15 de noviembre de 2014

359. Dedos

La sección de hoy consistía en recordar cuando habían comenzado las deformidades. No eran manos corrientes las que lucían; en algunas, los pulgares habían crecido desmesuradamente; en otras, era el índice de la mano derecha. En la mayoría ambos. Los que habían pedido la sección eran mayores y estaban desesperados, incluso algunas personas habían acudido a la cirugía.

La luz disminuyó y una música suave inundó la sala. Cerraron los ojos, pero nada: suspiros, y hasta lágrimas cayeron por algunos rostros. Los recuerdos se habían borrado.
Alguien dijo, será la edad. O la monotonía del trabajo, incluso, la falta del mismo contestó el último en llegar. No, es la alimentación, pronunció ella. Nadie habló de la técnica.

La puerta de la sala se abrió de golpe. Un niño de unos dos años entró gritando: -¡abuelo, abuelo! ven conmigo, se me ha perdido una pieza del rompecabezas. El abuelo se miró el índice y entonces recordó que a la edad de su nieto empezó a manejar la tablet y arrastrar las piezas de los juegos con tanta fuerza que el dedo índice se fue deformando. Por eso su hijo le había prohibido a su nieto todo tipo de pantallas táctiles.

10 comentarios:

Isabel Martínez Barquero dijo...

Con ese toque surrealista, encierras toda una crítica a la absoluta dependencia actual del ordenador, tablet, teléfono y otro tipo de pantallas. O el pluriempleo de los dedos.
Me ha divertido, tocaya.
Un beso.

Anónimo dijo...

Aunque considero que es un cuento de ciencia-ficción, tal vez pueda suceder en un futuro. Con los avances tecnológicos sin darnos apenas cuenta, el ser humano cada vez depende más de los sofisticados sistemas. Ya imagino a las personas con los dedos como las pinzas del bogavante.
Desde una perspectiva humorística, por no decir dramática.
Un fuerte abrazo. Ave Peregrina

Isabel dijo...

Isabel, no era mi intención hacer una crítica severa, porque la verdad es que no rechazo lo que la técnica nos ofrece, pero como todo es el exceso lo que perjudica, como cuando nos duele la espalda y el cuello escribiendo en el ordenador. La idea me surgió cuando vi a un niño con su dedito empujando con fuerza la pieza de un rompecabezas en una tablet, me hizo gracia, pero menos que ver cómo en todos sitios la incomunicación avanza porque cada persona está absorta en su móvil de última generación.
Si te alegra lo doy por válido, a mí no me convence el texto por poco trabajado.
Gracias, tocaya, y besos.

Isabel dijo...

Ave, si te digo la verdad no sé lo que es, lo colgué casi sin revisar porque tenía en mente hablar sobre cine pero me faltaba ver una peli que guardaba relación. Y ya ves ni lo dejé enfriar, ya sabes, o me paso y los meto en el congelador o no llego, (risas).
Gracias y besos.

Darío dijo...

Sin dudas, todo exceso implica una deformidad. Doy fe. Un abrazo.

Myriam dijo...

¿Será así en el futuro? Muy posible...

Me has hecho sonreír, Isabel.


Gracias por tus palabras en casa, gracias por tus deseos.
Vendré de vez en cuando por aquí, aunque no publique.

Besos

Isabel dijo...

Darío, así debe ser si tú lo has comprobado. Otro abrazo.

Isabel dijo...

Myriam, no lo sé, pero quién sabe si la evolución humana ha sido por el empleo excesivo de algo, por aventurar que no quede, jejeje.
¿Te acuerdas que una vez enlacé tu blog porque explicaste lo que eran las palabras de verificación en los comentarios?
Pués otra vez vuelven aunque las tengas quitadas, a mi me pasa que incluso si quiero contestaros me salen, aunque haya metido mi contraseña en mi blog. Voy a configuración y tengo puesto el NO a permitirlas y aún así...
¿Te/os pasa también?
Abrazos, Myriam.

virgi dijo...

Ja ja ja...pensé que ibas por otro camino y me has dado una simpática sorpresa.
Besitos, besitos

Isabel dijo...

Pues no sabes lo que me alegra sorprenderte, a ti, VIRGI, que eres una maestra del relato corto.
ABRAZO.