lunes, 9 de abril de 2012

245. La montaña al revés

Había una vez un tren que...

-¡Eh! ¿Quién habla de mí? Nadie mejor que yo para contar la historia de la montaña.

-Durante muchos años, al cruzar este puente, la montaña que dejaba a mi izquierda me recibía contenta. No era muy alta, su ladera estaba vestida de arbustos y arriba tenía una planicie cubierta de árboles. Siempre hacía lo mismo: me guiñaba un ojo cuando los habitantes del pueblo subían y le hacían cosquillas al pasear en las tardes de sol. A los pies de la montaña, a la que llamaré desde ahora Miradora, transcurre un río con un puente para los peatones y los coches, y éste por el que viajo hacia otros paisajes y estaciones. Yo, al menos, me muevo, pero ¿qué hacen las montañas además de servir de vigías? Alimentarse de agua cuando llueve y cambiar de indumentaria con las estaciones; cada una la viste con ropajes distintos para embellecerla, de ahí que estuviera tan enamorado de ella.

Un buen día toda esa armonía se rompió, como rompieron las máquinas toda la belleza de Miradora. Llegaron avasallando con sus grandes bocas, y se la fueron comiendo poco a poco. Mediante carreteras en sus paredes, las excavadoras fueron extrayendo toda la tierra, que llevaban a lavar a otro sitio, y el gran agujero se fue haciendo cada vez más hondo. Por lo visto, la tierra de Miradora estaba mezclada con trocitos de carbón, y eso era lo que le interesaba a los chatarreros de ese mineral. Eran hombres negros, no de piel sino de entrañas, todos bajitos y retacados, de cabeza gorda y bolsillos grandes que llenaban de dinero con el producto de su venta, agujereando la tierra aquí y allá y dejándola vacía y triste. Como tristes estaban: el río cubierto de polvo; las gentes del pueblo que no podían pasear ni admirarla desde sus azoteas; y yo más aún, ya nadie me guiñaba el ojo, sólo recibía polvo procedente de las excavadoras, sin poder hacer nada al recorrer apenado el mismo camino cada día.

Pero ¿quién creéis que acudió en su ayuda? El agua que todo lo huele, y, curiosa, desde su guarida en los acuíferos buscó el olor de la tierra seca, y se filtró por entre los granos de arena y piedras; porque al agua lo que le interesa es estar en paz, es decir, en su propio nivel; y cada vez que llueve, la tierra bebe hasta empaparse, guarda en bolsas la que sobra y si encuentra un agujero como el de Miradora lo cubre. Y ahí está la montaña al revés, casi llena de agua, equilibrándose. Miradora es ahora un gran lago verde donde alrededor crece de nuevo la vida, y soy yo quien le guiña el ojo cuando, al pasar cada día por mi puente, chillo: ¡pif, pif! Sus aguas son un gran espejo en el que vienen a mirarse las aves y hasta el mismo sol, presumido, cuando las nubes se apartan y le dan permiso. Y yo, desdoblado, ¡cómo me gustaría ser mi propia sombra y bañarme en el agua de Miradora!

20 comentarios:

Freia dijo...

Costureros, ¡qué hermoso relato tejiste!
Con hilos de simplicidad (que no simpleza) te quedó un bordado suave y matizado.
Un abrazo muy fuerte.

Marta dijo...

Me asombra tu capacidad para crear historias!!! Eres genial!!!
Un abrazo

Maria Dolors dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Maria Dolors dijo...

Hilvanando las ideas,las frases,
las histórias, recreándonos con tu
imaginación...

Un abrazo Isabel.

VERONICA LEONETTI dijo...

Precioso texto. El agua en busca de paz... y la sombra que quiere bañarse en ella...

Elvira dijo...

¡Qué preciosidad! Un beso, Isabel!

Myriam dijo...

Ya me lo imagino a tu tren bañándose en la laguna...

Un historia muy tierna, Isabel, gracias.

besos

Josep Vilaplana dijo...

El agua y la sombra se fueron con la luz a dibujar la tarde. ¡Cómo me gusta pasearme por estos, tus paisajes!

Un beso reflejado.

Anónimo dijo...

Qué bonito. No pares, sigue, sigue¡¡ UVA.

bixen dijo...

Vapor de agua

Qué tendrá el negro carbón
que todo lo purifica
desde el azúcar blanquilla
hasta el diamante tizón.

virgi dijo...

Miradora, metáfora de como las cosas vuelven a recomponerse. Aunque no siempre las veamos.
Me gustó, Isabel, un beso refrescante.

Marta dijo...

Buenas Isabel:
Te he dejado una sorpresa en mi blog.
Un besito

ethan dijo...

Muy bueno!! ¿Para cuándo la novela?

LA ZARZAMORA dijo...

Menos mal que la Naturaleza acaba por ponerlo todo en sitio.

Un bello relato, Isabel.

Besos.

marce dijo...

Bueno, para poner las cosas en su sitio ... habría que poner la pedazo montaña en su lugar.
Un texto tierno/crítico sobre las actividades del hombre, en al mirada de un niño. Pero, el caso es que unos cuantos se enriquecen hasta la saciedad y luego no hay dinero, eso si que es extraño, como si se perdiese en el fondo de Miradora.

un abrazo.

Isabel dijo...

FREIA, MARTA, MARIA DOLORS, VERO, ELVIRA, MYRIAM, JOSEP, la historia y los paisajes son de verdad y ese tren lo veía pasar desde la puerta de mi casa.

OS AGRADEZCO MUCHO, MUCHO, VUESTROS COMENTARIOS.

ABRAZOS.

Isabel dijo...

UVA, sigo, BIXEN, bienvenido, VIRGI, MARTA, gracias de nuevo, ETHAN, estoy en ello, pero no para publicarla, es sólo un ejercicio,

ZARZAMORA, MARCE, así deberían haberla dejado pero la fullería y el fraude parece se imponen.

MIL GRACIAS POR PASAR Y ABRAZOS.

emege-e dijo...

Después de las historias que he escuchado en lejanas tierras, la tuya me ha conmocionado ¡ es preciosa! Una bocanada de aire fresco. Ave peregrina ha regresado. Un fuerte abrazo.

Isabel dijo...

emege, me alegro mucho.

Bienvenida y besos.

ÍndigoHorizonte dijo...

La naturaleza es muy sabia y el agua sabe, de puentes, de tierra, de montañas y trenes. Bello cuento, Isabel.