
Busco una imagen de Eduard Punset para ilustrar el post y esta es la que más se repite.
¿Será por su actitud, positiva y, en parte, revolucionaria sobre los temas que trata?
El día que pensaba ir a la Feria del libro de Sevilla, una amiga me avisó que presentaba su último libro, así que después de comprar algunos en la Feria, me acerqué al hotel Alfonso XIII para escuchar a Punset.
Sólo lo había visto en televisión, desde el principio del programa Redes en aquel horario imposible, ahora resulta más cómodo seguirlo. En persona es cercano y mucho más cuando habla. Se quedó con el público, que abarrotaba una hermosa sala, nada más empezar. Yo hubiera preferido que ni siquiera lo hubieran presentado, dado que es de sobra conocido.
Primero situó a los seres humanos con relación a nuestro planeta y su velocidad y nos advirtió que mirásemos más las estrellas porque puede que en miles de años no las veamos.
Y una vez quedado claro que sólo nos parecemos a los crustáceos en la cabeza que protege nuestro cerebro, desechó todo el contenido dogmático del pensamiento heredado para decirnos que lo que nos han inculcado no es lo único que cuenta.
Las emociones ocupan casi todo el sitio en nuestro cerebro. Son el equipaje con el que venimos al mundo y lo hemos aparcado en aras de la razón. Ni siquiera la conciencia nos tiene que dar problemas porque los procesos cognitivos no la precisan para tomar una decisión. En la vida tomamos decisiones importantes guiados por la intuición más que por el conocimiento. Aunque estemos predeterminados genéticamente, es la experiencia individual la que incide en la capacidad cerebral.
Después de explicar algunos experimentos vistos en sus programas, como la resistencia o no de unos niños frente al deseo de comer caramelos, nos explicó que no estamos educados para gestionar las emociones con que venimos al mundo, ni lo estamos haciendo con nuestros hijos. Hay que enseñar a manejar las emociones, sobre todo en las primeras edades para que cuando lleguemos a ser adultos no tengamos tantos problemas para saber qué nos pasa por dentro. Distinguir entre la ansiedad y el miedo; concentrar y focalizar nuestra atención. En resumen incorporar a nuestra educación el aprendizaje emocional.
Puso en evidencia que en un mundo globalizado y con los problemas actuales el sistema educativo que tenemos no sirve y que hay que gestionar la diversidad; gestionar lo común siendo dispares, hace falta mucha interrelación para que se produzca la innovación; trabajar cooperativamente y no competitivamente; conciliar el entretenimiento con el conocimiento.
Y con su lenguaje sencillo en todo momento, con esa cercanía y ocurrencia, nos habló de sus nietas y de cómo les explica que nos resistimos, a veces, a cambiar de opinión cuando la materia cambia de sólido a líquido o de líquido a gaseoso. Y que si eso hace la materia, ¿cómo no va a cambiar de opinión una persona si no quiere que los acontecimientos se la lleven por delante?
No sabemos todas las respuestas, pero sí hay adelantos científicos sobre la plasticidad de nuestro cerebro. De todo esto habló para terminar con un consejo más:
“Sí os quedáis parados empequeñece el cuerpo, no veis nada”.