martes, 14 de abril de 2009

71. Una carta para la memoria colectiva

Una amiga entrañable me ha escrito esta carta, con motivo de una visita que ha hecho la semana pasada a Elna. Le he pedido permiso para ponerla aquí, porque me parece un bello recuerdo en un día como hoy.

“Ayer nos fuimos a Elna, que está muy cerca de la frontera y a escasos 10 km. de Perpignan. Nos llovió prácticamente todo el día por lo que el ambiente oscuro, húmedo y desconocido nos hizo ver las cosas de distinta manera que si el día hubiera sido soleado. Elna es un pueblo pequeño, limpio y con muchas flores. Lo que queríamos ver no estaba ahí, sino en las afueras y cogimos la carretera vecinal y recorrimos 1km. Aproximadamente y de golpe, por entremedio de los árboles de la carretera vimos una construcción muy especial. La reconocimos porque ya la habíamos visto fotografiada. Nos acercamos y la puerta de la verja que la rodeaba estaba cerrada; parecía abandonada, desolada en medio de una explanada libre de plantas y de árboles, con muchas ventanas y una construcción acristalada a modo de pajarera o de faro arriba de todo, como un gran oteador de 360º. Abrían por la tarde.

Por tanto, cambiamos de plan e iniciamos la visita al pueblo, en donde el claustro y el pequeño museo daban idea de la historia de la zona, de sus dominadores, de las invasiones, del incendio, de la caída de sus murallas ordenadas por un rey controlador. Toda esta zona hasta bastante más arriba y a derecha e izquierda forma parte de la Catalunya-nord, territorios unificados por lo que los letreros e indicaciones vienen en francés y catalán. No deja de ser curioso.
También tuvo Elna un gran pintor prestigioso, de la época de Matisse, (durante una época fue muy amigo) Ëtienne Terrus. Nació y murió en Elna y tiene unos cuadros preciosos. Me hubiera quedado unos cuantos.

Después de comer fuimos de nuevo a la Matertitat Suïssa d’Elna. Ya habían abierto y había gente visitando. El frente se abría con dos grandes escalinatas laterales que iban a desembocar a una terraza circular de grandes dimensiones que daba acceso a la puerta de entrada. Los espacios, amplios, están prácticamente vacíos; sólo las paredes están vestidas, vestidas de fotos de bebés, de madres, de enfermeras, de comadronas, de muchos bebés nuevamente con sus nombres al pie, nombres por regla general nuestros.

Estos bebes habían nacido en esta casa, gracias a Elisabeth Eidenbenz que al principio estuvo durante la guerra en España, en el bando republicano y luego se fue con ellos al exilio ya que el estado suizo le propuso cuidarse en Francia de las mujeres de los campos de concentración. Esta mujer, maestra de 26 años, acabó encontrando esta casa y pidiendo ayudas para su reparación, la habilitó para hacer la vida un poco más segura y agradable a todas ellas.

El interior es blanco, grandes ventanas que dejan entrar la luz y el sol; la casa es redondeada por lo que las salas interiores son circulares permitiendo que la claridad se alargue. Está la pequeña salita-paritorio por el que debieron pasar partos fáciles y difíciles, sin demasiados o ningún medio de aliviar el dolor.
Tenían cunitas para los niños, hechas de tablillas de madera que sacaban al jardín en el buen tiempo y un cochecito grande en el que cabían varios bebés. Entre todas lo hacían todo, desde coser a cocinar a hacer mermeladas y lo que ahora digo de una manera “idílica” debió ser durísimo, porque además de todas las penalidades, problemas de cada persona y todo lo que conlleva tirar adelante la casa, debería estar también los problemas de convivencia. No quiero ni imaginarme este problema añadido.

Por un momento quise imaginarme la casa llena de niños y de mujeres por todas partes. Durante cinco años no dejaron de nacer criaturas, primero fueron españolas, pero también hubo judías y gitanas, cuyas madres huían de los nazis que habían invadido Francia.
Es una visita que no deja indiferente, sobre todo si has tenido una información previa como había sido nuestro caso.

Es una ocasión adecuada para agradecer a Assumpta Montellá que nos haya permitido, con su investigación, conocer el gran trabajo de la Sra.Eidenbenz y junto con ella a todas las personas que con su generosidad, valentía y coraje han sido capaces de ayudar a otros seres humanos, perdedores en aquel momento, pero cuyo recuerdo se ha mantenido hasta hoy".

5 comentarios:

emege-e dijo...

Mi querida Isabel: una carta entrañable,en la que se refleja la sensiblidad de la persona que la escribe. Además, supongo que has añadido el título como dedicatoria a esa persona que tanto quisiste y que te ofreció tanto amor. Bendita sea.

Isabel dijo...

No he querido ser más explícita ayer al poner el post, porque lo que pretendía es que resaltara esta bella y sensible descripción de este lugar para la memoria colectiva.

Ayer, 14 de Abril se celebraba el día de la República. Hace tres años esta amiga que escribe la carta y yo, junto con nuestras parejas, visitamos a otros amigos en Tolouse y, casualmente pudimos comprobar la celebración que hacían de la República y la petición de perdón, por parte del alcalde de Tolouse a los españoles, que llegaron a Francia durante la contienda, por la acogida que, por lo visto, no fue del todo buena.

También visité la tumba de Antonio Machado en Colliure y cuando crucé los Pirineos se me encogió el alma al imaginar a todos los que hicieron el camino a pie desde España huyendo de la muerte fratricida que les esperaba si se quedaban aquí.
Las mujeres embarazadas que cruzaron tuvieron la suerte de dar con esta valiente mujer, Elisabeth Eidenbenz, que en la Maternidad de Elna las acogió y cuidó.

Y esta carta de esta amiga es un bonito homenaje a su memoria, pero yo no he tenido la suerte de conocerla.

Besos y gracias por tus opiniones.

Anónimo dijo...

Leí una vez un artículo sobre esta mujer , y me emocionó .
En tiempos adversos que alguien sea capaz de sacar adelante las vidas de los inocentes, (hay muy pocas cosas que merezcan la pena , salvar un bebé puede ser una de ellas, preparar un rinconcito soleado para gente necesitada puede ser otra ), pues eso, deja asomar la esperanza.
Besitos.

emege-e dijo...

Querida Isabel: que afortunada eres al conocer este lugar en tan memorable fecha. Además post que hace un canto a la vida en esta cruzada existente.
En mi despiste, creí que recordabas otra fecha. Besitos

C.G. dijo...

Cartas como esta quisiera recibir uno cada día en su buzón, por su sensibilidad y la detallada descripción que hace del lugar y los acontecimientos.
Sin duda, para guardar en el cajón de los "botones de nácar", Isabel :)

Un abrazo.

Carmen