Desde mi último post hay una especie de vacío, unos veinte días sin que se me ocurra qué escribir. En años anteriores, ese tiempo estaba lleno porque a primeros de noviembre se suele celebrar el Festival de cine de Sevilla. Las vísperas para mí eran como preparar un viaje, pero en vez de mapas y lugares a visitar, casi me estudiaba el catálogo del Festival al leer todas las sinopsis de las películas y actividades. Bien difícil era acertar por la novedad que representa ver estrenos, uno más de sus atractivos.
Este año tenía claro que era un riesgo asistir a largas colas para coger buen sitio por cómo iba la curva de la pandemia. Ni siquiera miré la información porque me hubiera ido a sacar alguna que otra entrada. Como terminó ayer, hoy me he puesto al día. Y me topé con unos vídeos cortitos en los que hablan distintos montadores o editores de cine, un oficio que admiro como el de los traductores de libros. En otros vídeos contestaban distintos directores y directoras a preguntas como la del título de este post. A medida que los escuchaba fluían mis propios recuerdos e imágenes, el cine me ha apasionado siempre. A toda velocidad recorría pelis vistas en el cine de verano de mi pueblo: de romanos, piratas, submarinos, musicales y las de vaqueros, que no eran de mis preferidas.
Pero la imagen más poderosa y más antigua fue la de un viaje que hice con mis padres a Sevilla, de compras. Ese día nos quedamos a comer en un bar de barrio y me pasé toda la comida mirando a través de la cristalera el cine que había enfrente. Tanta lata di que al final me llevaron a ver las fotos de la película como yo quería. Esos fotogramas llenos de colorido me impresionaron tanto que los convencí para entrar a verla. Supongo que como era la hora de la siesta pensaron que me dormiría, debía tener unos cinco o seis años. Al comprobar que no caía rendida, me preguntaron varias veces si me quería salir. Yo insistía que no y seguía embobada ante la gran pantalla desde las gradas. La película era un musical que hicieron de la ópera Aida. No creo que ellos hubieran visto nunca una ópera y yo menos, pero eso daba igual, porque más tarde cuando he vuelto a escuchar el Coro de los esclavos judíos del “Nabucco” de Verdi…, esa música ha quedado en mí para siempre.
Por si le queréis echar un vistazo al palmarés.
8 comentarios:
me ha gustado mucho tu entrada, me ha removido recuerdos.
Yo tampoco he asistido este año al festival, por las mismas razones que tú. Una pena. Mis recuerdos cinéfilos arrancan seguramente con algún festival, pero de esos de Tom y Jerry, me encantaban. De películas digamos serias, recuerdo muy bien "El dorado" de Hawks, me impresionó verla, el personaje del sheriff alcohólico de Robert Mitchum, era tan creíble para mí, que traspasaba la pantalla.
Saludos y mucha salud!!
Bonito reportaje el de hoy. Una de las películas que mejor recuerdo es Ben-Hur. Yo solía ir mucho al cine con mi padre, desde muy pequeña. Besos.
El cine puede ofrecer, como la música, momentos de comunión. Ahora todo eso está en suspenso. Pero la vida sigue siempre en lo pequeño. Un abrazo enorme y que sigas cuidando y disfrutando de todo eso que no vemos, ni siquiera ahora que, más allá del cine y del tiempo, tenemos todo el tiempo del mundo para verlo.
Tracy, me alegra saberlo y si han sido agradables, más aún.
Abrazos.
ethan, con lo que sabes de cine, no me extraña que tengas muchos y buenos recuerdos.
Salud y saludos.
Teresa, qué bonito recuerdo. Me alegro.
Besos.
Indigo, hermosa reflexión, como todo lo que nos ofreces en tu blog.
Abrazos.
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