A Marina le gustan los días de sol para poder hablar con ella. Cuando está en una ciudad, como hoy, huye de las calles estrechas, umbrías y frías, así como de las avenidas llenas de árboles donde las ramas se abrazan cubriendo todo el paseo. Tanto unas como otras le recuerdan los cementerios y a Marina nunca le han gustado los cementerios. Tiene setenta y cinco años, un andar joven y un rostro arrugado pero su mirada es confiada. Hoy, al despertarse, sus ojos permanecen irritados, sin embargo, al ver el sol brillan de alegría.
“Tengo que darme prisa, he de ir en su busca”, piensa mientras se levanta. Cada mañana anda y anda hasta encontrarla. Hoy corre desaliñada. Al pasar por un parque unos niños interrumpen su juego al verla.
-¡Ahí va la loca del pelo blanco! -dicen a coro.
Marina se vuelve enfadada.
-¿Sabéis mocosos? Loca es la persona que ha perdido todo, menos la razón.¡Y si persistiera en su locura se volvería sabia!
No obstante, se da cuenta al verse reflejada en un escaparate que, por su aspecto, es normal que se metan con ella. Busca en sus bolsillos. Con las pocas monedas que le quedan entra en una peluquería y pide que le laven y corten el pelo. Mientras tanto ojea la prensa. El tiempo se anuncia “parcialmente nuboso”.
Cuando sale, liberada ya del pelo ralo y sucio, el sol luce desde lo alto y ella aparece. Marina no la reconoce de momento pero le da igual, la sabe a su lado. Le cuenta el incidente de los niños apesadumbrada por haberse enfadado con ellos. Al cruzar un paso de peatones Marina, sonriente y solícita, se gira para mirarla y trata de distraerla con el primer tema que se le ocurre para que no se marche.
-¿Sabes cómo nacieron estos pasos de cebra? Fue en Inglaterra, en 1951. Hasta entonces estaban señalados por unos clavos metálicos que a veces no eran percibidos por los motoristas...
Hacia la mitad del paso de peatones un motorista, que viene a toda velocidad, choca con Marina y la tira al suelo. El cielo se oscurece como la mente de Marina que cae fulminada sobre ella: su segunda piel.
Yo soy su segunda piel, soy tan antigua que dicen de mí que soy el origen de la pintura. Soy la que más puede decir sobre la forma y situación de los objetos, de las cosas y de las personas.
A Marina la conocí en la calle, no en su mejor momento. Tenía por costumbre habitar el banco del parque de cualquier pueblo o ciudad, aunque no fue siempre así.
Me contó que, al principio, cuando la dejó su marido, fue una liberación para ella, como cambiar de vida. No quería nada, ni a nadie que se lo recordara. Vendió su casa con todos sus enseres y se marchó a viajar por todo el mundo. Él siempre había sido de costumbres fijas, nunca hablaba, excepto para imponer su opinión. Todo lo contrario que ella: aventurera, solidaria y comunicativa.
Se sintió aliviada cuando él se marchó, estaba harta de hablar en su casa sin interlocutor y encerrada como en una prisión con rejas de oro.
Marina aprendió idiomas pensando que podría comunicarse con los demás, pero no obtuvo el resultado esperado. Notaba que, por mucho que hablaba, nadie ponía atención. Todos iban a lo suyo y no la entendían o no la querían entender. Aprendió mimo y toda su verbosidad la transformó en gestos. Durante unos años representó a múltiples personajes carismáticos en todas las plazas hasta que se quedó a vivir en sus bancos.
Estoy cansada de encontrar cuerpos opacos, autómatas ensimismados que cruzan diariamente el mundo. A mí me gusta estirarme, encogerme, moverme bordeando contornos vivos.
Estoy cansada de que me vean oscura, yo no soy oscuridad, soy un estado intermedio, un claroscuro mediático que siempre afirma: ¡eso está ahí!
Y ahí estaba Marina, una mañana de sol como la de hoy, más vieja y más joven, saltando, estirando los brazos al cielo y algunos transeúntes llamándola “loca”. A mí me gustan los locos, las únicas personas que me agradan son las que están locas por vivir, locas por hablar, locas por reír. Cuando Marina se percató de mí, fue por fin, feliz. Había encontrado a otra loca igual que ella, su segunda piel: su sombra.
“Tengo que darme prisa, he de ir en su busca”, piensa mientras se levanta. Cada mañana anda y anda hasta encontrarla. Hoy corre desaliñada. Al pasar por un parque unos niños interrumpen su juego al verla.
-¡Ahí va la loca del pelo blanco! -dicen a coro.
Marina se vuelve enfadada.
-¿Sabéis mocosos? Loca es la persona que ha perdido todo, menos la razón.¡Y si persistiera en su locura se volvería sabia!
No obstante, se da cuenta al verse reflejada en un escaparate que, por su aspecto, es normal que se metan con ella. Busca en sus bolsillos. Con las pocas monedas que le quedan entra en una peluquería y pide que le laven y corten el pelo. Mientras tanto ojea la prensa. El tiempo se anuncia “parcialmente nuboso”.
Cuando sale, liberada ya del pelo ralo y sucio, el sol luce desde lo alto y ella aparece. Marina no la reconoce de momento pero le da igual, la sabe a su lado. Le cuenta el incidente de los niños apesadumbrada por haberse enfadado con ellos. Al cruzar un paso de peatones Marina, sonriente y solícita, se gira para mirarla y trata de distraerla con el primer tema que se le ocurre para que no se marche.
-¿Sabes cómo nacieron estos pasos de cebra? Fue en Inglaterra, en 1951. Hasta entonces estaban señalados por unos clavos metálicos que a veces no eran percibidos por los motoristas...
Hacia la mitad del paso de peatones un motorista, que viene a toda velocidad, choca con Marina y la tira al suelo. El cielo se oscurece como la mente de Marina que cae fulminada sobre ella: su segunda piel.
Yo soy su segunda piel, soy tan antigua que dicen de mí que soy el origen de la pintura. Soy la que más puede decir sobre la forma y situación de los objetos, de las cosas y de las personas.
A Marina la conocí en la calle, no en su mejor momento. Tenía por costumbre habitar el banco del parque de cualquier pueblo o ciudad, aunque no fue siempre así.
Me contó que, al principio, cuando la dejó su marido, fue una liberación para ella, como cambiar de vida. No quería nada, ni a nadie que se lo recordara. Vendió su casa con todos sus enseres y se marchó a viajar por todo el mundo. Él siempre había sido de costumbres fijas, nunca hablaba, excepto para imponer su opinión. Todo lo contrario que ella: aventurera, solidaria y comunicativa.
Se sintió aliviada cuando él se marchó, estaba harta de hablar en su casa sin interlocutor y encerrada como en una prisión con rejas de oro.
Marina aprendió idiomas pensando que podría comunicarse con los demás, pero no obtuvo el resultado esperado. Notaba que, por mucho que hablaba, nadie ponía atención. Todos iban a lo suyo y no la entendían o no la querían entender. Aprendió mimo y toda su verbosidad la transformó en gestos. Durante unos años representó a múltiples personajes carismáticos en todas las plazas hasta que se quedó a vivir en sus bancos.
Estoy cansada de encontrar cuerpos opacos, autómatas ensimismados que cruzan diariamente el mundo. A mí me gusta estirarme, encogerme, moverme bordeando contornos vivos.
Estoy cansada de que me vean oscura, yo no soy oscuridad, soy un estado intermedio, un claroscuro mediático que siempre afirma: ¡eso está ahí!
Y ahí estaba Marina, una mañana de sol como la de hoy, más vieja y más joven, saltando, estirando los brazos al cielo y algunos transeúntes llamándola “loca”. A mí me gustan los locos, las únicas personas que me agradan son las que están locas por vivir, locas por hablar, locas por reír. Cuando Marina se percató de mí, fue por fin, feliz. Había encontrado a otra loca igual que ella, su segunda piel: su sombra.
Taller de Creación Literaria Buhaira
Isabel Mallén - Sevilla, 2005
15 comentarios:
Me encanta ese relato. Yo creo, francamente, que ya se perfilaba ahí la maestra.
Te gustará saber que lo he saboreado a las dos de la tarde.Uva.
Isabel, me ha encantado tu relato.
Un abrazo
Mil gracias a las dos. Besos.
Maribel, te mando una paloma blanca, viene a darte las gracias por este "cuento" lleno de delicadeza y poesia
leerte para mi es tambien tenerte de una manera a mi lado
besitos.
COLOMBE
Gracias Colombe me alegra mucho leerte aqui de nuevo. Abrazos a todos.
Me he despistado al leer tu relato, aunque me recordaba algo. Me parece muy buena la nueva versión, y me ha encantado. Hay que continuar con la labor y desempolvar esos folios que duermen en el cajón.
Ya ha llegado la hora. HOY A LAS CINCO, JE, JE.
Isabel,
Soy Montse, mandame una nota a la siguiente dirección
maumatell@yahoo.es
Y por favor sigue escribiendo, es un placer leer tus relatos
Tomo nota Montse, ¡qué alegría verte aquí!
Besos
Hola Isabel: Me gusta mucho tu blog, tus palabras... me quedo ya con él en mi pequeña lista. Un abrazo (Y gracias por pasarte por el mío).
Bienvenida también Alicia a este espacio compartido. Me alegro que te guste. Un beso
HOLA ISABEL, SOY MAR, ME HA GUSTADO MUCHO TU RELATO. EN GENERAL, TU BLOG ES BASTANTE EMOTIVO Y ALBERGA MUCHA SENSIBILIDAD. TE SEGUIRÉ LEYENDO. UN BESO.
Hola Mar me alegro de encontrarte aquí, gracias por tu comentario y bienvenida a este espacio compartido.
Un abrazo
hola Isabel!
por fin entro en tu Costurero y no salgo de mi asombro, es una maravilla. He leído tu relato Segunda Piel y me ha encantado, es increíble, qué inspirado y qué tierno
ya que he dado el primer paso, espero poder seguirte
sigue así, besos
Marta M.
Pues no sabes Marta la alegría que me da tener tu opinión aquí y espero verte de nuevo.
Abrazos
Publicar un comentario