martes, 2 de septiembre de 2008

42. La siesta

Yo siempre esperaba la penumbra de la siesta para poder deslizarme sin que me vieran. En el sur esa hora es mágica, sobre todo en los pueblos. La algarabía de las mañanas se apaga y todo vuelve a estar en silencio. La siesta es la elección de los adultos para poder descansar..., pero a mi nunca me ha gustado dormir con la luz del día.

Una y otra vez me preguntaba el porqué de esa afición a la siesta. A mi siempre me llevaban a mi habitación, que estaba contigua a la de mis padres, insistiendo en que tenía que reposar y dormir un poquito. Yo me hacía la dormida para que no discutieran entre si y desde mi habitación aumentaba la respiración para que lo creyeran. Entonces se callaban y yo, muy despacito, me levantaba. Descalza para no hacer ruido, pero con las zapatillas en la mano, me iba al lavadero que estaba en la parte de atrás de la casa. No sin antes, echar una ojeadita hacia ellos que siempre dormían abrazados.

Hacía mucha calor pero yo no lo notaba. Ese tiempo era mío, me pertenecía. Cogía mis juguetes y los metía en las piletas de lavar la ropa y jugando con ellos me inventaba toda clase de historias. Aunque me pusiera perdida de agua, ellos nunca acudían y yo disfrutaba enfrentando a mis personajes con forma de muñeca y burro:

-¿Qué te pasa niña, por qué lloras? –pregunta el burro.
-Porque...¡buah!, ¡buah!, mis padres no me dejan cruzar la vía del tren y pasar al otro lado...¡buaaahhh!
-Y, ¿por qué quieres pasar al otro lado de la vía?
-¿Es que eres tonto, o qué?. No ves que aquí, a este lado estoy sola. No hay niños con los que correr y jugar. Todos están allí, en aquel cerrito, al otro lado de la vía del tren. ¿Oyes cómo gritan?
-¡Es verdad! No había caído en la cuenta, pero no te preocupes, como eres muy pequeñita yo me agacho, te subes encima y pasamos rápido antes de que venga el próximo vagón. ¿Ves? Viene lento, cargado de carbón.
-¡Bien!

Me acordaba de que se podían despertar y poniéndoles un dedo en la boca a mis juguetes los hacía callar.
-¡Chichhh!
Me quedaba muda un ratito escuchando todos los ruidos. Sólo uno me acompañaba siempre: el canto de la chicharra, mi amiga.


Cuando fui mayor entendí esa afición a la siesta.

Ahora, cuando vuelvo a la vieja casa, ya no están las piletas de cemento rojizo, en su lugar hay una lavadora automática y una “pilita” casi artificial. Me paseo por las habitaciones. Miro hacia su cama. Cierro los ojos y los veo como entonces, abrazados, disimulando que dormían. Todavía los veo mirándose con los ojos cerrados. Como dormidos. Como ahora. Para siempre.

13 comentarios:

emege-e dijo...

Emocionado post. Los recuerdos, evocadores de la niñez, suelen esperar a que unas hebras plateadas empiezan a aparecer entre los cabellos. Uno de los síntomas de añoranza de aquella época, la época más bella del ser humano, y creo que, por ser tan hermosa es tan corta.

Isabel dijo...

Toda la razón. Un beso

Joseba M. dijo...

Despierto de la siesta y quiere un azar que caiga, desde donde Freia, en este texto que me lanza sin remedio a una mirada tan parecida a la que expresas... Vuelvo cada año a mi vieja casa extremeña y también añoro aquella panera (así le decimos allí a la tabla de lavar...), aquellas siestas obligadas compartidas con mil primos, la vieja radio de lámparas y añoro también ese abrazo tras los visillos y añoro la madre...
Gracias, Isabel.
Un abrazo, sigue hilvanando...

Isabel dijo...

Gracias a ti Joseba por tu amable comentario. Me alegro de haber conectado recuerdos, sentimientos, vocablos nuevos...

NáN dijo...

La siesta antes era obligada, pero casi todos nos escapábamos cuando estábamos en el campo.

Disumulando que duermen. Es una frase emocionante.

Isabel dijo...

Gracias nán por tu visita. Pienso que la siesta era un tiempo de libertad para los niños y de misterio por tantas cosas que descubrir, por eso...¿para qué dormir?
Los disimulos: ocultar bajo falsa apariencia, enmascarar. Los secretos se pueden disfrazar en disimulos. Un tema para comentar, ¿no te parece?

NáN dijo...

Como dices en tu texto, no hay secreto mejor guardado ni disimulo más eficaz que aquél que los otros se han propuesto hacer como que no ven.

Cuántas veces dirían: uff, lo que ha tardado hoy la niña en escaparse.

Anónimo dijo...

Qué bonito y qué tierno.
También yo me veo retratada.¡Vamos, aprovechémonos de nuestras memorias¡Sonrío y, a pesar de todo, no me entristezco.Uva

Isabel dijo...

Eso es bueno Uva, recordar es sano, y saludable hacerlo con alegría.
Como tú, que ¡tan bien! sabes expresar los recuerdos que conviene conservar.

Paloma - dijo...

Qué bonito, Tita, se me han saltado las lágrimas.
Qué lindo imaginarte escapándote de la siesta... y qué bonita imagen de los titos disimulando dormir, abrazados...

Anónimo dijo...

Lo recuerdo como si fuera ayer. Era la hora mágica en que todos estaban desaparecidos en combate, (45º a la sombra), y yo, regando la puerta de la calle, para que cuando vinieran las niñas a coser a las 5, estuviera fresquita. Por no dormir, hacía cualquier cosa.
Y ahora, fritas por "dejarnos caer"... si es que....
Lo has descrito tal cual sucedía. Muy emocionante.
Te quiero.

Elvira dijo...

Maravillosa entrada, Isabel. Magníficamente escrita, y con alma.

Un abrazo

Isabel dijo...

Elvira, qué bien que la hayas leído. Muchas gracias, me encanta que te guste.
Un abrazo