La chica con muleta mira embobada el escaparate de los pasteles en la panadería.
-Clack...
El ruido metálico de la muleta al caer sobre el suelo hace que me agache, recogiéndome la falda, para cogerla. Pero un chico se adelanta y se la entrega. No pasa más de un minuto y...
-Clack...
De nuevo la muleta cae.
-Espera Eva, yo te la doy, -dice el dependiente agachándose; le entrega la muleta y la bolsa del pan.
La chica va hacia la puerta, anda con dificultad y yo me adelanto para abrirla, pero ella en un rápido movimiento la abre y...
-Clack...
La muleta en el suelo por tercera vez. La chica, ahora sin muleta, se vuelve hacia mí y me sujeta con la mano para que la deje en el suelo, al tiempo que un joven bastante apuesto entra en la panadería, la recoge y se la da.
La chica con muleta me mira y dice sonriendo:
-Siempre me ha gustado que caigan rendidos a mis pies.
viernes, 27 de junio de 2008
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4 comentarios:
El gesto de la joven no me parece una frivolidad, sólo hay que ver lo que hay detrás de esa acción, esa perspectiva desde otro ángulo. Desgraciadamenete hay que vivir ciertas experiencias para elegir el orden de las prioridades, y esta chica ha sabido, inteligentemente, utilizar la coquetería femenina.
Me alegro de que lo veas así, después de colgar el post pensé que podía dar lugar a interpretaciones de burla hacia alguna incapacidad y nada más lejos de mis intenciones. Simplemente quería hablar de los deseos ocultos o, como tú has interpretado bien, del poder de la coquetería.
Besitos.
La chica de la panadería -siempre me gustó ese relato cortito-, la veo como una bruja-piruja que me hace sonreir. Con un poquito de malaleche, eso sí.
¿Pues no que me dan lástima esos pobres hombres?-
Uva.
Me resulta un microrrelato gracioso, y una protagonista que sabe sacar partido de sus dificultades.
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